Recuento de una terrible obra de teatro
Acto 1: La instigación al éxodo
El primer acto de la obra teatral del éxodo venezolano fue el de la instigación a irse del país, una operación psicológica perversa que se ejecutó mediante la conjunción de toda clase de recursos de la guerra multidimensional.
Con el bloqueo, medidas coercitivas unilaterales, desconocimiento del gobierno constitucional, sabotajes eléctricos, declaración de una supuesta crisis humanitaria, escasez de productos de primera necesidad, colas, hiperinflación, ataques a la moneda y otras maquinaciones criminales se generó un clima insoportable para cientos de miles de personas.
Los políticos opositores y sus megáfonos, los medios de comunicación de la llamada “prensa libre” (pagada por la USAID y otras agencias extranjeras) postularon la tesis de que la solución era huir de este país sin futuro, convertido en un infierno por el socialismo.
Allí se agudizó el fenómeno de la migración. Dejó de ser exclusividad de los jóvenes de las clases medias altas (“me iría demasiado”) y abarcó todos los estratos sociales y las edades. El propósito inmediato era traumatizar las principales estructuras sociológicas, pues para los venezolanos tienen gran peso los vínculos familiares y fraternales y la vida en comunidad. Se quería aplastar la autoestima nacional, provocar una especie de depresión colectiva que disparara el descontento en contra del gobierno y justificara acciones golpistas.
Acto 2: La enfermedad contagiosa y la escalada de xenofobia
Cuando ya había salido una gigantesca masa de connacionales, principalmente hacia los países vecinos, entró en marcha el acto 2, destinado a caracterizar lo que estaba ocurriendo como “la mayor crisis migratoria del continente en toda la historia” y pintar a los migrantes como un peligro para la seguridad nacional de los Estados receptores.
¿Para qué lo hicieron? Pues, en primer lugar, para legitimar una agresión multinacional contra el gobierno legítimo de Venezuela mediante modalidades neoimperiales como la “intervención humanitaria” y la “responsabilidad de proteger” o R2P, que antes fueron utilizadas en países como Libia, con los desastrosos resultados ya conocidos.
Los voceros de la oposición, por entonces ya convertida en el “gobierno interino” se dedicaron a poner a la opinión pública de las naciones receptoras en contra de los venezolanos. Julio Borges, a la sazón “canciller de Guaidó”, calificó a los migrantes como “una enfermedad contagiosa”.
Como consecuencia de ello, en varios de los países vecinos surgieron expresiones terribles de xenofobia hacia los venezolanos, en no pocos casos con consecuencias fatales.
La segunda razón por la que los líderes antirrevolucionarios actuaron como operadores en contra de sus propios compatriotas fue la avaricia. Quisieron agudizar los problemas causados por los migrantes para incentivar a los países del norte global a dar mayores contribuciones de ayuda a estas personas y, en complicidad con los gobiernos derechistas de los países receptores, se apropiaron de dichos fondos. Uno de los que salió “buchón” de la presidencia fue Iván Duque, tal como quedará demostrado pronto.
Acto 3: El drama del Darién y la comedia del río Bravo
Otra etapa de esta saga fue la que acaba de finalizar, una en la que generó una nueva ola de migrantes, esta vez a través de una vía tortuosa y casi suicida: atravesar la selva colombo-panameña del Darién, recorrer Centroamérica y México y luego pasar la frontera con el apoyo de “coyotes”, tal como lo han estado haciendo por décadas los naturales de casi todos los demás países latinoamericanos y del Caribe.
La maquinaria mediática hegemónica se encargó de hacer ver que todos los que estaban acometiendo esa tétrica travesía eran venezolanos que huían (solo así puede entenderse un acto tan desesperado) de la persecución política y el hambre.
Era un discurso incoherente con las señales de reactivación en Venezuela, pero el aparato propagandístico siguió repitiéndolo y captando voluntarios para someterse a tal ordalía.
Como anzuelo para los incautos se decía que los venezolanos, a diferencia de todos los demás, eran bien recibidos en el territorio imperial. Incluso se mostraron videos bucólicos en los que la temible Migra se portaba de mil amores con valerosas venezolanas que cruzaban el río Bravo a nado, con sus bebés a cuestas. Del otro lado, amables agentes policiales femeninas las esperaban para ayudarlas con sus criaturas. Y los venezolanos llegaban allá llorando de emoción y besando el suelo en nombre de la libertad.
Acto 4: Expulsados del Paraíso
La burbuja de mentiras tenía que romperse en algún momento y ya lo hizo. Sin aviso y sin protesto, como dicen los giros de deuda, Estados Unidos cambió su política hacia los venezolanos, resolvió tratarlos tan mal como a todos los demás inmigrantes ilegales y puso en marcha una normativa que permitirá el ingreso de 24 mil connacionales, siempre y cuando cada uno de ellos tenga un patrocinante que pague allá una fianza y se haga responsable de su “venezolano adoptado”.
Los que iban en camino, sorteando toda clase de peligros (geográficos, vegetales, animales y humanos) quedaron, como suele decirse, colgando de la brocha. Una parte de los que ya habían ingresado han sido deportados, vía México. Y los otros están temblando de miedo pues en cualquier momento corren la misma suerte.
Al final, puede usted apostar si tiene esa mala maña, será el gobierno de Venezuela, del cual supuestamente huían, el que va a rescatarlos.