La élite injerencista de Estados Unidos, detrás de toda conspiración
Infiltrar para desunir
Muchas lecturas surgen del reciente giro en la investigación de las tramas de corrupción bautizadas como Pdvsa-Cripto. Entre los aspectos a analizar está el papel del poder imperial estadounidense hasta en el aparentemente más espontáneo de los planes conspirativos de la oposición no democrática.
Esos mismos sectores intentan descalificar las denuncias al respecto, diciendo que el «régimen» pretende culpar al imperio de todo lo malo que le ocurre al país. Pero las evidencias indican que así es. Casi siempre es gringa la mano que mece la cuna.
Una de las estrategias universales e históricas de los imperios ha sido la infiltración de cuadros en los gobiernos a los que pretenden implosionar, ya sea sembrándolos en las estructuras partidistas y guiándolos para que escalen posiciones de poder, o bien captándolos cuando ya las han alcanzado.
Son muy notables los casos de dirigentes que incluso gozaron de la máxima confianza del comandante Hugo Chávez y que luego han resultado ser fichas de las peores maquinaciones estadounidenses. ¿Se habían insertado esas personas en el corazón de la Revolución con el propósito bien establecido de, en el momento indicado, voltearse y acabar con ella? ¿O fueron identificados como eslabones débiles de la cadena por los expertos gringos que comenzaron a «trabajarlos»? Las respuestas a estas preguntas son importantes para seguir acumulando, a punta de porrazos, experiencia clave en materia de inteligencia y contrainteligencia.
La corrupción como arma
La tentación del enriquecimiento fácil e ilegal es un arma de usos múltiples para el poder imperial.
Por un lado, les sirve para detectar esos eslabones débiles. No es un trabajo tan difícil porque los individuos a los que «les gusta mucho la plata» se les nota por encimita.
Por otra parte, reclutar a los factores corruptos les permite orquestar mejor sus planes de causar el máximo sufrimiento a la población, como se ha hecho evidente en el caso de Pdvsa, pues los enormes desfalcos ejecutados en la empresa estatal fueron un complemento perfecto para el bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales en el afán de producir un colapso de áreas vitales como los combustibles automotores y el gas de uso doméstico.
Asimismo, al tener de su lado a funcionarios comprometidos en tramas ilícitas, logran formar perversas estructuras en las que la corrupción es transversal a las identificaciones políticas: supuestos revolucionarios negociando con fascistas declarados, como gánsteres repartiéndose un botín o delimitando territorios de influencia.
Amenazas y extorsiones a los «aliados»
Son muchas las cuestiones que ameritan análisis en las conversaciones hasta ahora reveladas entre conocidos dirigentes de la ultraderecha, como Julio Borges, Leopoldo López y Carlos Ocariz, con Samark López, en su condición de representante (llamado, de modo muy apropiado, «mano derecha de…») el entonces muy poderoso funcionario Tareck el Aissami.
Una de esas cuestiones es que la injerencia estadounidense es permanente y contumaz y no sólo se da a través de la tutela que estos sujetos, vergonzosamente aceptan y normalizan, sino también a través de las típicas amenazas, chantajes y extorsiones que son, en la práctica, las bases de la política exterior de Washington.
Como sacado de un manual gringo para doblarle el brazo a un «aliado» que no ha dado todo lo exigido es la frase de James Story, el fallido y falso embajador de Estados Unidos para Venezuela, dirigida a Samark López y transmitida con fidelidad de buen mensajero por Julio Borges, en la que lo amenaza con ponerle precio a su cabeza si no concreta la cacareada reunión con El Aissami.
Así es como el poder imperial se maneja con los que pretenden servirle. Un estilo muy propio de las mafias que desde siempre han fascinado a Hollywood.
Quiebra moral, negocio redondo
Cuando Estados Unidos y sus lacayos logran infiltrar cuadros en los niveles importantes del gobierno, o cuando cooptan a algún funcionario picado por el virus de la corrupción; consiguen un efecto moral que no puede desdeñarse en ningún análisis.
Y es que aparte de beneficiarse económicamente con los actos corruptos, el poder imperial consigue enlodar los procesos políticos que lo adversan y desmoralizar a las masas que apoyan a esos gobiernos rivales.
Los políticos cipayos de la derecha le han permitido a Estados Unidos robarnos Citgo, activos bancarios, tanqueros cargados de gasolina y hasta un avión que, sádicamente, destruyeron. Los políticos corruptos infiltrados o reclutados dentro del gobierno revolucionario les han servido para asegurar que el bloqueo y las mal llamadas «sanciones» causen el máximo descontento.
Esos funcionarios —los detectados hasta ahora y los que puedan seguir operando— eran y son los llamados a facilitar el saqueo veloz del país, en la hipótesis de una toma del poder. De allí que la suya sea, con seguridad, la peor de todas las formas de corrupción que han existido en la historia venezolana, tan fértil en ese campo del asalto a las arcas del Estado.