El asalto a Argentina va más allá de un programa de ajuste
Del Estado, sólo el dinero
Los planes del poder hegemónico de Estados Unidos y sus socios, para perpetuar su poder (que está en declive, pero aún es dominante), no se limitan a conseguir que —por las buenas o por las malas—, los gobernantes de los países del sur adopten programas de ajuste con efectos brutales contra sus pueblos. No.
Sus paquetazos son cada vez más integrales, apuntan a blindar a los gobiernos peleles; de manera que no sean sustituidos electoralmente por otros que tengan algún sentido social, alguna pretensión de igualdad y reparto de la riqueza nacional.
Lo que está ocurriendo con el nuevo gobierno argentino es una demostración, en tiempo real, de este ajuste; que ya no sólo es macroeconómico, sino macroideológico también.
Las fuerzas más reaccionarias del escenario global, mantienen una constante proclama contra la intervención del Estado en la economía; pero la clave de su enriquecimiento siempre ha sido, y seguirá siendo, tomar el control de los recursos de los Estados nacionales; a través de la explotación de recursos naturales y humanos, la conversión de los países en mercados cautivos para sus productos y servicios, y el arma de la deuda externa.
Al neoliberalismo, disfrazado de antipolítica, sólo le interesa algo del Estado: el dinero. Y es tanta la desmesurada avaricia de las oligarquías y las élites transnacionales que ya no quieren ni siquiera arrojar migajas a la mayoría de la población. La frase “no hay plata”, del nuevo presidente argentino, Javier Milei, hace patente este enfoque.
Romper la cohesión social
Los partidos de derecha y sus socios externos saben que han obtenido un gran triunfo, al conseguir que la mayoría del electorado vote a favor de alguien que les había prometido hacerlos más pobres y quitarles la pequeña participación en la renta nacional de la que hubieran podido disfrutar.
Y saben que ese “logro” es producto de un proceso sostenido de ruptura de la cohesión social, de desarticulación de las organizaciones de la comunidad, de fomento al desinterés por la actividad política. Entienden que únicamente en un escenario donde reine el individualismo y el apoliticismo es posible alcanzar ese extraño fenómeno; de un pueblo apoyando un programa de gobierno antipopular.
Por eso es que otra parte del paquete macroeconómico apunta a dejar sin apoyo público a todos los movimientos sociales; desmontar la estructura de la educación gratuita provista por el Estado y asfixiar a sindicatos y gremios.
La reducción del número de empleados públicos, mediante la eliminación de numerosos ministerios y organismos estatales, es otra de las líneas maestras destinadas a mantener a la sociedad fragmentada y sin orientación.
Garantizar la dominación ideológica
No es casual que el programa de Milei (que será empleado como paradigma por todos los candidatos de su formato en otros países) haya empezado por eliminar el Ministerio de la Cultura.
No se trata de un gesto de austeridad, sino de una estrategia muy coherente destinada a dejar la actividad artística y recreativa, de manera exclusiva, en las manos de la poderosa industria cultural del imperialismo estadounidense y sus aliados europeos.
Saben que, para prolongar ese control sobre el colectivo, que les ha permitido llevar al poder a un personaje como Milei; es necesario perpetuar y acentuar la dominación ideológica. Para ello hace falta eliminar las manifestaciones culturales populares; y sustituirlas por la “cultura-chatarra” vendida por las grandes trasnacionales.
El cierre del despacho de Cultura, sumado a la inminente privatización de la educación, llevará a las nuevas generaciones de argentinos pobres a quedar al margen de cualquier tipo de desarrollo intelectual; y condenará a otros de las clases medias, al adoctrinamiento en el credo del neocolonialismo. El daño que esto puede hacerle a la sociedad del país austral (y a las de las naciones que sigan ese ejemplo) será incluso más grave e irreparable que el causado por los aspectos netamente económicos del paquetazo.
Perpetuar la subordinación
Aparte de hacer que el pueblo trabajador pague los costos de una deuda contratada (y saqueada) por las élites, el programa de ajuste neoliberal implantado por el ─supuestamente─ libertario Milei, tiene un objetivo estratégico para el capitalismo hegemónico llamado occidental: perpetuar su dominio en una nación clave del continente; y utilizar el Modelo Milei como un piloto para otros países donde ha habido gobiernos de izquierda o con alguna orientación social.
El imperialismo estadounidense está consciente de que ha perdido mucha presencia en América Latina, donde otros actores globales le disputan espacios que antes eran exclusivos para los intereses de Washington y de su corporatocracia.
Saben también, los estrategas gringos, que los países de la región se han rebelado contra los ajustes neoliberales. Desde el Caracazo, en 1989, sólo han logrado imponerlos a sangre y fuego; mientras en la arena electoral sus promotores han salido derrotados repetidamente. Ahora, con el fenómeno Milei, se renuevan las expectativas de recuperar el control político por vía del voto y proceder a aplicar paquetazos con el aval de los afectados.
La incógnita que se despejará en los próximos tiempos es si el pueblo argentino, que por su propia mano se ha puesto la soga al cuello, va a permitir que las castas (contra las que votaron, supuestamente) terminen la operación de ahorcamiento. O si habrá una poderosa reacción como las que se produjo a principios de siglo, aquel tiempo en el que hubo cinco presidentes en menos de dos semanas y uno de ellos, Fernando de la Rúa, tuvo que huir de la Casa Rosada en helicóptero.