Innovación diplomática para un mundo cambiante
Muchas de las críticas que se elevaron contra el referendo consultivo en torno al territorio de la Guayana Esequiba se basaron en la convicción de que no serviría para nada, que no tendría efectos prácticos en la controversia. Se equivocaron de banda a banda.
Algunas de esas críticas –hay que aclararlo- fueron bienintencionadas, fruto de una auténtica preocupación por los intereses del país. Pero, como es habitual, en buena parte de esos cuestionamientos se coló, y se cuela, la estrategia antinacional. Aquellos que intentaron abortar la consulta, los que apostaron a que fracasara, en la etapa posterior han tenido que recurrir a otras jugadas, como cuestionar los números del Consejo Nacional Electoral y declarar que ese acto de participación popular no tendrá ninguna consecuencia relevante.
La realidad ha sido la mejor respuesta a esas absurdas interpretaciones. La activación de la facultad referendaria del electorado venezolano ha surgido como una innovación significativa en el escenario geopolítico de un mundo en pleno proceso de cambio. En una controversia territorial que –como casi todas- es una rémora del pasado colonial europeo, uno de los países se ampara en los poderes corporativos y neocolonialistas de un imperio en decadencia, mientras el otro se vuelve hacia dentro de sí, consulta a su población, y da así un giro inesperado en el campo diplomático y estratégico.
Ese solo logro sería suficiente cosecha, pero es apenas el primer efecto visible, contundente, de una extraordinaria jugada política.
El obligado retorno a Ginebra
Tal vez la mejor prueba de que lo ocurrido el domingo 3 de diciembre en el coto estrictamente interno de Venezuela ha tenido una rotunda repercusión externa es el cambio de actitud de Guyana.
El gobierno de Irfaan Ali ha intentado en todo momento que la controversia territorial salga de la arena bilateral y sea decidida por la Corte Internacional de Justicia (CIJ), a sabiendas de que allí pueden imponerse, igual que en el nulo Laudo Arbitral de París de 1899, los intereses de los grandes poderes transnacionales.
En los días previos al referendo, Ali se dedicó a la provocación, mediante actos de ejercicio de soberanía en el territorio en reclamación y anunciando pactos y maniobras con el nefasto Comando Sur de Estados Unidos. Luego de la consulta, la Cancillería guyanesa ha buscado un acercamiento para restablecer el diálogo con Caracas, lo que podría ser el primer paso para que Guyana vuelva al único marco jurídico posible para ese conflicto: el Acuerdo de Ginebra de 1966.
La arrogante ExxonMobil, que ha atizado este conflicto y ha ejecutado operaciones ilícitas, incluso en áreas marítimas no delimitadas, asumió una actitud de “yo no fui”, mientras varios factores con peso específico en la geopolítica han hecho llamados a que la controversia vuelva al cauce de lo bilateral. Este es otro logro que se pierde de vista.
La toma de conciencia masiva
Algunos críticos, con elevada dosis de amargura, siguen diciendo que el referendo fue solo una feria electoral, una puesta a punto de maquinarias políticas o una operación distracionista de los graves problemas socioeconómicos del país.
Pero, una vez más, si se analiza con menos carga emocional el clima posterior a la consulta se puede apreciar que el pueblo venezolano en general ha experimentado un crecimiento cualitativo y cuantitativo en su nivel de conciencia histórica y política en torno a la Guayana Esequiba.
La campaña divulgativa realizada por el Estado y por muchos particulares sobre la forma como se ha llevado a cabo el despojo territorial ha tenido frutos concretos. Si se comparase el nivel de conocimientos y de capacidad de reflexión del venezolano promedio en septiembre versus el de diciembre, quedaría en evidencia que ahora sabemos más de nuestro Esequibo y tenemos mayor capacidad de discernimiento sobre aquello que nos digan con pretensiones de manipulación. Es lo que, en modo consigna, debe llamarse una victoria popular.
Mejor perspectiva respecto a la CIJ
La expresión utilizada por la vicepresidenta Delcy Rodríguez fue muy ilustrativa: al menos en este episodio en particular, “Guyana fue a la CIJ por lana y salió trasquilada”. Quiso que ese órgano judicial prohibiera a Venezuela realizar la consulta a su población, y la corte no sólo negó esa opción, sino que, en el típico lenguaje de esos entes del poder global, instó a las partes a no realizar acciones que puedan agravar el conflicto.
Y quedó en evidencia que la principal de esas acciones ha sido perpetrada por el dúo Guyana-ExxonMobil, al explotar recursos petroleros en zonas del territorio en reclamación y, aún más allá, en áreas marinas que no están delimitadas aún entre los dos países.
El referendo en sí mismo puso el punto sobre la i de la CIJ porque reiteró que Venezuela no reconoce su jurisdicción en este proceso y que únicamente aceptará soluciones al conflicto que deriven de la aplicación estricta del Acuerdo de Ginebra de 1966.
A pesar de ello, el presidente Nicolás Maduro ha explicado que Venezuela no correrá el riesgo de dejar que ese juicio sea resuelto de manera unilateral, así que presentará ante la CIJ, como ante cualquier otro organismo o instancia, las irrebatibles pruebas de que toda esas extensa región, desde la margen oriental del río Esequibo (incluyendo este cuerpo de aguas) le pertenece a la República Bolivariana de Venezuela en estricta aplicación del uti possideti juris, pues formó parte de la Capitanía General de Venezuela entre 1777 y 1810 y luego de la Venezuela que luchó a muerte por su Independencia de 1810 a 1819; de la Gran Colombia, entre 1819 y 1830; y de la República de Venezuela, desde 1830.