En este nuevo orden mundial emergente, los diversos países, los diversos bloques, buscan ampliar su influencia en todos los rincones del mundo.
Como en el milenario juego “Go” —wéiqí en chino—, (algunos lo llaman precursor del ajedrez, en cuanto al ejercicio de la estrategia), quienes apuestan por reemplazar la hegemonía norteamericana, apoyada en sus acólitos de la Unión Europea (UE), buscan ganar espacios, a través de alianzas y acuerdos en cada rincón del mundo.
Lo bueno es que, en este nuevo contexto, los antiguamente avasallados encuentran posibilidades e intenciones de acuerdos más justos, más beneficiosos.
África juega un rol importante en esta nueva realidad.
Ya lo hemos dicho, el continente va despertando. Sus dirigentes actuales se han dado cuenta del papel que deben desempeñar, y, aunque no son un bloque totalmente homogéneo, si tienen claridad en que no deben dejarse arrastrar por las viejas potencias expoliadoras, saqueadoras.
Hay desconfianza, rencor podríamos decir, hacia viejos imperios, viejos colonizadores, que perpetraron las más horribles violaciones a los derechos humanos en África; hacia quienes, aún hoy en pleno siglo 21, sienten que los africanos son inferiores a ellos. Contra quienes, aún hoy, alimentan prejuicios raciales para justificar su abusivo accionar.
Pero el mundo, la humanidad, es cambiante. Según la perspectiva que elijamos, evolucionamos o involucionamos.
Según el modo de producción, actual o futuro, se requerirán nuevos recursos naturales y nuevos mercados; o, en todo caso, la reafirmación de ellos.
Pero, como hemos señalado anteriormente, mientras Estados Unidos y Europa, principalmente Francia (que fue el último país europeo en mantener colonias en ese continente) descuidaban su posición allá; mientras mantenían su injusta forma de relacionarse con ellos, países como China y Rusia establecían nuevas formas de acuerdos. Más justos, más beneficiosos.
Rusia, por ejemplo, desde el primer mandato de Vladimir Putin, buscó estrechar relaciones con África. Hoy ha consolidado alianzas con varios países de la zona.
Fue así como entre el 27 y 28 de julio se efectuó la segunda cumbre Rusia- África, en San Petesburgo. Desarrollada bajo el lema “Por la paz, la seguridad y el desarrollo”, representaciones de 49 países asistieron al evento.
No obstante, la importante participación, importante por donde se vea, intentó ser boicoteada por los viejos y nuevos colonizadores.
Repetimos, por su bono demográfico, por ubicación, por disponibilidad de materias primas, por lo que significaría como bloque unificado al momento de discutir temas cruciales en foros como la ONU, África puede influir grandemente hacia donde se incline el nuevo orden mundial.
Por eso “Occidente” intenta torpedear la cercanía entre el gigante euroasiático y África.
Esa es también la perspectiva de Oleg Barabánov, profesor del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú (adjunto a la Cancillería rusa) y director del programa del club de debate internacional Valdái.
El académico recuerda que la primera cumbre Rusia-África se desarrolló en 2019 y «sentó las bases para un ambicioso programa de ampliar la cooperación entre Rusia y los países del continente».
Claro, la pandemia de Covid-19 y la operación militar en Ucrania disminuyeron el flujo. Aquí es bueno recordar que los países africanos pudieron comprobar que Rusia, a diferencia de occidente, si supo hacerles llegar ayuda efectiva durante esa crisis de salud.
Pero retornando a Barabànov, señala que la facturación entre Rusia y los países de África creció aproximadamente de 16.900 a 18.000 millones de dólares, del 2019 al 2022. La cantidad de los países africanos donde operan Casas Rusas (centros culturales y educativos) aumentó de ocho a once. La cantidad de oficinas comerciales de Rusia se quedó en el mismo nivel como antes (en cuatro países), aunque se declararon planes de aumentarla en un futuro cercano.
Sostiene que «en Rusia hay muchas estructuras comerciales, universidades y organizaciones civiles que llevan tiempo trabajando en África con éxito, y gozan de la merecida confianza de sus socios africanos… Su trabajo tiene un interés especializado, bien marcado».
Sintoniza con quienes aseveran la existencia de una competencia dura, intensa, por “seducir” a los países africanos.
«El nivel real de la competencia mundial por África ha llegado a ser tan alto que ya no es posible ignorarlo…Rusia tiene potencial de cooperar con África, pero sus oponentes geopolíticos tratan de crear obstáculos de manera mucho más dura que antes», expresó.
Ahora, estos avances rusos se desarrollaron de forma discreta, pasaron inadvertidos en un primer momento, sobre todo porque, reiteramos, occidente no tenía sus ojos puestos en África.
Como ya se dijo, Rusia ayudó al continente durante la pandemia. La pandemia fue un catalizador en este nuevo orden mundial emergente.
Después, ante la pérdida de peso e influencia de Estados Unidos, se fomenta la guerra OTAN-Rusia. Occidente fuerza así un realineamiento de los países en torno al conflicto.
Los países africanos, muchos aún condicionados por el injusto orden emergido luego de la Segunda Guerra Mundial, se van manifestando, toman posiciones.
El club Valdài publicó un informe titulado “Rusia y África: Auditoría de relaciones”. Allí establecen como se condujeron las naciones de acuerdo a las resoluciones contra Rusia en la Asamblea General de la ONU.
Los autores identifican tres grupos. En el primero están 19 países que no apoyaron esas resoluciones, destacándose entre ellos Argelia, Camerún, Etiopía, Malí, Sudáfrica, Sudán, Tanzania, Uganda, Zimbabue.
Hay un segundo, de 11 Estados, que en ocasiones votaron a favor y en otras contra los dictámenes. Entre ellos están Angola, Botsuana, Gabón, Guinea-Bissau, Madagascar, Marruecos, Senegal, Sudán del Sur.
En el tercero, de 24 países, destacan Liberia, Benín, Yibuti, Egipto, Gambia, Ghana, Kenia, Libia, así como Níger, Nigeria, Ruanda, Somalia o Zambia, entre otros, un poco más renuentes a Moscú, pero tampoco sometidos totalmente a Washington.
Pese a todo, el que casi medio centenar de países participaran en la cumbre, resistiendo las ya aludidas presiones, reiteramos, hace exitoso el evento.
A propósito de presiones, no olvidemos cuando hace unas semanas, en la anterior cumbre UE-CELAC, los europeos intentaron cuestionar la presencia de Venezuela, Cuba y Nicaragua. El bloque latinoamericano actuó soberanamente, más allá de las diferencias, dejando en claro que ya no aceptan viejas prácticas colonialistas.
Igual va ocurriendo en África. Pero el hegemòn y sus apéndices no quieren aprender. Persisten en su soberbia.
Durante el último día de la cumbre, Putin disertó sobre las relaciones de su país con África, aunque más que ello, fue sobre la realidad geopolítica actual, sobre lo nuevo que emerge, y como occidente se resiste a ello.
En un primer instante cuestionó «ciertas manifestaciones de colonialismo todavía vivas y practicadas por las antiguas metrópolis, particularmente en las esferas económica, informativa y humanitaria».
Reiteró la necesidad de «ideales de libertad, independencia y soberanía en momentos que se está creando un nuevo orden mundial multipolar verdadero… La época de hegemonía de un Estado o un grupo de Estados se está convirtiendo en cosa del pasado, aunque no sin la resistencia de aquellos que están acostumbrados a su propia exclusividad y monopolio en los asuntos mundiales».
Ya, hablando de su relación con los países africanos y sus perspectivas futuras, sobre todo del rol que deberán cumplir en la nueva realidad que se configura, sentenció que «Rusia y los Estados africanos abogan juntos por la construcción de una arquitectura nueva, más justa, del orden mundial, juntos defienden el derecho internacional, la carta de la ONU y el papel central de esta organización mundial».
Sostuvo que su país, junto a los africanos, ven como inaceptables e ilegales «las sanciones unilaterales y las medidas restrictivas, y de hecho punitivas, que perjudican a los países que buscan un rumbo independiente, las sanciones crean problemas económicos a escala mundial que obstaculizan el desarrollo».
Putin, como muchos líderes mundiales importantes, volvió a cuestionar la estructura burocrática surgida luego de la Segunda Guerra Mundial. Volvió a cuestionar como instituciones, tipo ONU, han devenido en inservibles, o, útiles sólo para quienes las moldearon a su criterio y conveniencia.
«Obviamente, no podemos estar de acuerdo con la sustitución del derecho internacional por el llamado orden basado en reglas…En general, no está claro qué son estas reglas, quién las crea. Está claro que están siendo utilizadas por ciertos países individuales para sus propios intereses egoístas y están cambiando debido a la situación política», comentó.
Consecuencias de esas anomalías, de ese manejo arbitrario de las estructuras globales de poder, del uso arbitrario del derecho, que la más de veces sirvió para legitimar acciones armadas, todavía son vividas en África.
«También debemos admitir que la situación en muchas regiones de África sigue siendo inestable, los conflictos interétnicos y étnicos no se han resuelto y persisten agudas crisis políticas y socioeconómicas», manifestó.
Afortunadamente, ese lastre, ese pasado ominoso, va quedando atrás. Así lo entiende también el inquilino del Kremlin. Para Putin, «el papel político y económico de África está creciendo exponencialmente, el continente se está convirtiendo en un nuevo centro de poder».
Retomando las relaciones Rusia – África, informó que del 2020 al 2023 se realizaron 11 acciones humanitarias rusas de manera bilateral en 10 países africanos.
Rememoró que durante la pandemia de Covid-19, el gigante euroasiático proporcionó a África, gratuitamente, millones de sistemas de prueba, laboratorios médicos móviles e incluso instaló un centro especial para el estudio de infecciones.
En cuanto al tema alimentario, Putin señaló que «estamos aumentando el suministro de productos agrícolas a África… Suministraremos nuestro grano y otros alimentos, incluso de forma gratuita, así como en el marco del programa de alimentos de la ONU».
Esta ayuda de Rusia con granos, con cereales, ha molestado mucho a occidente, sobre todo a las grandes corporaciones que manejan la comercialización de esos alimentos en el planeta.
Pretenden aislar a Rusia, pretenden, como en tiempos idos, que los países africanos, los latinoamericanos, se comporten como títeres de ellos. Afortunadamente ya no ocurre.
África y América Latina, quieren ser dueñas de su destino. Ya no quieren más tutelajes ni subordinaciones. Ahora, la multipolaridad da más opciones para escoger la ruta que se considere mejor.
Ya hay fuerza en los países emergentes, en los bloques, para desafiar la hegemonía abusiva de Washington y sus acólitos. La cumbre Rusia-África es otra muestra.
El hegemón no se quedará quieto. Intentará golpes de Estado, seguirá presionando de diversas maneras para mantener su condición, siempre lo decimos, pero ya llegamos a un punto en que una multipolaridad, más justa, no podrá evitarse.
Mientras tanto, en el mundo crece la expectativa por la próxima cumbre de los BRICS que se efectuará a fines de agosto. En ese evento deben hacerse anuncios trascendentales.