Pero, así como la furia contra el presidente Maduro ha sido paradigmática, la respuesta del mandatario es digna de encomio, de admiración, de analizar en toda su perfección
Por: Luis Dario Bernal Pinilla
Cuando hace 11 años el corazón del Comandante Chávez, el más controvertido mandatario del hemisferio y uno de los más prestigiosos líderes del planeta, dejó de bombear; la sociedad venezolana asumió varias opiniones. Una minoría desalmada se lanzó a celebrar la muerte del presidente, y la terminación de la Revolución Bolivariana; otro sector intermedio, quedó como en el limbo sin saber qué pasaba, ni que iba a suceder en el país; y el grueso de la población enmudeció y lloró. Pero bien pronto reaccionó y decidió no perder su legado.
Mas cuando Nicolás Maduro asumió el Gobierno, las opiniones se polarizaron, con matices especiales.
Unos, enemigos del Proceso, seguían la fiesta, pues estaban seguros, según su criterio emocional, no mental, que empezaba el derrumbe de la Revolución Bolivariana; ya que Chávez no había sino uno. Y Maduro, sin duda no era Chávez.
Solo esperarían unos días, pensaban ellos con gran optimismo, para que Maduro y su Revolución se vinieran abajo, por la incapacidad, afirmaban, del nuevo presidente, para encarar los innumerables problemas y la aguda crisis, que ya empezaba a dibujarse en el panorama nacional, ante la caída, entre otras cosas, de los precios del petróleo.
Los más, profundamente dolidos por la desaparición del líder, pero no sin sentir miedo y muchas dudas, apoyaron a Maduro. Algunos a regañadientes.
Pero lo que había sido un tiempo de espera para los primeros, se fue convirtiendo, poco a poco, en rabia, frustración y violencia; cuando vieron que, si bien Maduro no era Chávez, empezaba, quizá tímidamente; poco a poco, a mostrar un talante de conductor, no de autobús, sino de pueblos, que no imaginaron jamás.
Y cómo iban a saberlo, si con el método del odio, del desprecio de clase, de la irracionalidad política, de la prepotencia social, es imposible hacer análisis certeros de cualquier fenómeno; y menos si son de carácter político.
Los segundos, por su parte, estuviesen o no afiliados al PSUV o a cualquiera de las organizaciones de izquierda, comenzaron a darse cuenta que, si bien Maduro no era Chávez, era un buen conductor de bus, quien, sin duda, se iba convirtiendo en un verdadero líder popular, en un verdadero Estadista. Así, con mayúscula.
Golpes contra Maduro
Algo que poco se ha discutido es, que si bien el Comandante Chávez recibió duros y profundos golpes ─no solo políticos también de tipo personal─ como las traiciones de compañeros, un Golpe de Estado que por poco lo saca del poder, uno que otro intento de atentado; no son estas agresiones comparables a la cantidad, profundidad, gravedad, peligrosidad de las acciones que la derecha nacional e internacional ha desplegado contra el presidente Maduro; desde el instante mismo en que asumió la presidencia con cara de niño asustado, acuérdense del momento en el cual Chávez conminó al Chavismo y al país a seguir irrestrictamente a Maduro, lo cual fue el último y genial acto de clarividencia política y ojo sicológico del pelotero de Sabaneta.
Pero, así como la furia contra el presidente Maduro ha sido paradigmática, la respuesta del mandatario es digna de encomio, de admiración, de analizar en toda su perfección. Pues a cada puño de la derecha oposicionista, Maduro ha contestado tan acertada y hábilmente que, Chávez, donde esté debe estar gozando un pullero; orgulloso de su sabia decisión.
No me da pena decir que, sin el invento de los CLAP, la revolución bolivariana no hubiese resistido ni seis meses. Hubiese caído estrepitosamente. El país estaba sumido en una profunda crisis alimentaria que tocaba a todos los sectores sociales, pero, como siempre, en especial a los más vulnerables. Y este señor, por arte de birbiloque, como el Mago de Oz, sacó de la manga, del sombrero o de quien sabe dónde, un invento extraordinario, ese si revolucionario, en bien de la población. Si la revolución es la capacidad que tiene un pueblo de dar solución a sus necesidades, los CLAP, si no son todo, son casi todo. Por lo menos para miles de personas y familias.
No me cuesta tampoco afirmar que, si Maduro no llama a la Constituyente en la época fuerte de las “guarimbas”, el país hubiera entrado en una guerra civil y hoy, seguramente como en la época de la violencia colombiana de ingrata recordación, estaríamos matándonos unos con otros y unas con otras. Y no lo estamos, pues el país goza de una paz que quisieran tener otros pueblos, como el del apuntador de estas notas.
Y, finalmente, no me cabe duda de que, si el mandatario de todos los venezolanos, quiéranlo o no, no llama a plebiscito por el asunto del Esequibo; la fuerza de las sanciones, de los embates violentos contra su persona y la economía nacional, habrían estado haciendo mella en la estabilidad política y social del país.
Además, y para finalizar estas reflexiones con otra conclusión; tal plebiscito y el manejo mediático que se le dio a aquel acto glorioso e inusual del 3 de diciembre próximo pasado, le aseguró la reelección para el período 2025-2031.
¡A Votar por Maduro!
Por la Paz, el progreso y la igualdad sociales. Evitemos un Milei, que ya tenemos bastante con el crimen que está cometiendo contra Venezuela. Y contra Palestina, apoyando al sionismo y a los Marines norteamericanos.
*Abogado, escritor, poeta, promotor de lectura colombo-venezolano.