«Las licencias otorgadas por el gobierno de los Estados Unidos a Chevron Corporation para operar en Venezuela van en la dirección correcta, sin embargo, no son suficientes para lo que exige Venezuela.
Se intenta montar sobre Venezuela un modelo neocolonial donde un país diferente saca unas sanciones y le dice a todos los países del mundo: este país no puede producir, ni vender petróleo, eso lo dice Estados Unidos (…) ¿Cómo se llama eso? Colonialismo en el siglo XXI, son sanciones colonialistas, medidas coercitivas unilaterales colonialistas y deben ser levantadas. Las crueles sanciones contra la economía venezolana y, en especial, contra la principal industria Petróleos de Venezuela (PDVSA), que dejó de generar el 99% de ingresos por venta y comercialización de petróleo, afectando severamente los derechos fundamentales del pueblo, violan los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio, las leyes del libre comercio y de la libre producción.»
A partir de esta marcada dosis de realidad política expresada por el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, podemos afinar el contexto geopolítico de la presencia más ampliada de Chevron en nuestra patria con una Licencia N° 41 emitida por la OFAC que les permite comercializar en las áreas de oro negro y gas para llevarlo a puertos de EEUU exclusivamente.
Básicamente estamos hablando de un proceso gradual de restablecimiento de la relación comercial en materia petrolera entre Venezuela y EEUU, rota después de 100 años de ininterrumpido suministro por la administración Donald Trump en 2019 como parte de las diversas maniobras implementadas con el objetivo de cambiar el régimen político de nuestro país, derrocando al gobierno y aniquilando al chavismo como comunidad política.
A su vez, hay dos aspectos que de suyo marcan este nuevo momento que debemos observar con cautela, pero también como pasos positivos, como lo ha visualizado el Jefe de Estado venezolano.
En primer término el estancamiento total de una política de agresión ejecutada desde Washington y fracasada en todo el sentido de la palabra. La fuerza de los hechos y la presencia de la Revolución Bolivariana en el poder político en Venezuela son la expresión más clara de esta derrota.
El segundo de ellos, es la necesidad acuciante por parte del país del norte de petróleo y gas, teniendo que recurrir a contactos tanto con Venezuela así como con la República Islámica de Irán con el propósito de obtener nuevamente y de manera progresiva petróleo de estos territorios, sin mediar posiciones políticas o posturas proclamadas como «morales». La necesidad energética prela sobre todo esto.
Tal cosa se encuentra exacerbada por el conflicto en Europa del Este provocado estratégicamente desde la Organización del Tratado del Atlántico Norte OTAN para agredir a la Federación de Rusia en una demencia que pretende cambiar la realidad multilateral que se impone en la arena internacional futura.
En el tema de acercamientos, si bien en el caso de Irán la cuestión no ha avanzado demasiado, geopolíticamente hablando, en el caso de Venezuela es un secreto a voces que la presencia de delegados del Gobierno de Joe Biden, quienes en diversas oportunidades han venido a Venezuela con agendas que incluyen su visita al Palacio de Miraflores, ha tenido cómo eje fundamental la necesidad de empezar a revertir esa ruptura total impuesta en 2019 por medio de la cual está prohibida la compra de petróleo venezolano.
De hecho y luego del escenario observado en estos últimos quince días, vienen creciendo los rumores de una posible presencia al más alto nivel de una delegación del gobierno estadounidense con el objetivo de dar mayores pasos en dicha reversión, lo cual podría afirmar aún más las acciones vistas a partir de la Licencia emitida por la OFAC que también ha estado precedida de un fuerte lobby de la empresa Chevron, asunto que no es nada extraño dadas sus capacidades y posibilidades de acelerar lo concerniente a la producción y comercialización en trabajo conjunto con Petróleos de Venezuela (PDVSA).
La aceleración de todo esto vino horas después del anuncio de la licencia. La reunión entre el Ministro de Petróleo, Tareck El Aissami, y el Presidente de la referida transnacional, Javier la Rosa, apenas expresó un acuerdo bien macerado que se concretó días después con la firma de empresas mixtas en condiciones ganar – ganar.
Cierto es que Chevron nunca ha dejado de operar en la República Bolivariana de Venezuela, pero también lo es que no podía procurar la producción y comercio de petróleo con nuestro país dadas las inmorales e ilegales sanciones, así mal llamadas, que se nos han impuesto.
Básicamente las licencias anteriores se limitaban a permitir que mantuvieran operaciones mínimas en Venezuela.
Nuestro ministro de petróleo, en el mismo tono del Presidente de la República, fue enfático en las afirmaciones con respecto al contexto de estos acuerdos:
«Hoy hemos suscrito importantes contratos para la continuación de las operaciones y las actividades de producción de esta empresa estadounidense Chevron que, como ya lo dijimos, el próximo mes de abril de 2023 arriba a sus 100 años de presencia productiva en Venezuela (…) dentro de nuestra Constitución y las leyes venezolanas que rigen la actividad petrolera en el país (…) Desde Venezuela exigimos el cese y el levantamiento inmediato de todas las medidas coercitivas unilaterales que han atentado contra nuestra poderosa industria Pdvsa y que ha cercenado su derecho legítimo a la exploración, explotación, refinación, comercialización de crudo y sus derivados».
Finalmente y en un escenario mundial de anomia, dónde tener a la Federación de Rusia y a la República Bolivariana de Venezuela excluidas por completo como proveedores de crudo no parece la mejor idea racionalmente considerada, desde Washington miran claramente la forma de mantener una presencia en el territorio nacional desde el negocio petrolero.
Cómo bien ha afirmado Venezuela en diversos escenarios, estamos firmes y dispuestos a ser proveedores de petróleo y gas seguros y confiables para todos, eso sí en relaciones ganar-ganar y de respeto a la soberanía nacional que nos hemos ganado, por cierto, a pulso, con mucho sacrificio y determinación.