Por: José Gregorio Linares
“De la paz se deben esperar todos los bienes y de la guerra nada más que desastres”. Simón Bolívar
Hay un hecho histórico que la oligarquía colombiana no quiere que le recuerden: hasta 1903 Panamá era parte del territorio colombiano; ese año se “independizó” y se convirtió en un protectorado de Estados Unidos. Y no quiere que se lo recuerden porque en ese suceso la élite conservadora de Colombia tiene buena parte de la responsabilidad. Se negó a acordar la paz que le proponían sus oponentes internos, los liberales. Prefirió coquetear con EEUU, y preparó de este modo el escenario para dejarse arrebatar Panamá. Cuando quiso evitarlo ya era tarde: su aliado imperial se había apoderado de la región potencialmente más próspera de toda Colombia. Estos fueron los hechos.
A comienzos de siglo se desarrollaba en Colombia una contienda civil denominada “Guerra de los Mil Días” (1899-1902) cuyos contendientes eran los conservadores y los liberales. El enfrentamiento era cruento e implacable. De este modo, mientras los colombianos peleaban entre sí, EE.UU planeaba arrebatarle una porción estratégica de su territorio para construir el canal y una base naval. El líder de los liberales, Rafael Uribe Uribe, se percató a tiempo de los propósitos imperiales. Le propuso a los conservadores la creación de un espacio para el diálogo, y la firma de un acuerdo de paz para “librarnos de la común plaga”. En tal sentido escribió una carta pública en 1901: “Estoy listo a lanzar un manifiesto en favor de la paz”, declaró. Su objetivo era acabar con la violencia fratricida en aras de un ideal superior: la Patria. Su intención, deponer los intereses de partido y convocar la unión para enfrentar la amenaza foránea. Si no se hacía esto, auguraba que Colombia sería expuesta “por todo un inmenso porvenir a la roca de la vergüenza”.
“Mientras los dirigentes de oposición se preparan el escenario para la invasión a nuestra Patria; nosotros fortalecemos el ambiente de paz que necesitamos para garantizar su soberanía”
Lamentablemente, en el partido conservador prevaleció el sectarismo y se negó a aceptar la propuesta de paz que le extendió el progresista partido liberal. El resultado fue el previsto: unos pocos panameños apoyados por EE.UU establecieron el 3 de noviembre de 1903 un “Gobierno propio, independiente y soberano, sin la subordinación de Colombia”. En el acto de proclamación los separatistas gritaron sin pudor: “¡Viva la República de Panamá, Vivan los Estados Unidos de América!”. En las costas se encontraban diez acorazados gringos para asegurar que todo saldría bien.
La élite de la derecha colombiana que se negó a aceptar las propuestas de paz de sus connacionales, poco tiempo después vio como ante sus propios ojos EE.UU le arrebataba un territorio estratégico con gran potencial de riquezas. A ella no le tocó nada. Años después, en 1922, Colombia tuvo que conformarse con una “indemnización” estadounidense por 25 millones de dólares, para «eliminar todas las desavenencias producidas por los acontecimientos políticos ocurridos en Panamá en 1903».
Hoy la derecha venezolana, siguiendo el mal ejemplo de la élite conservadora colombiana, prefiere la invasión del país por parte de Estados Unidos que llegar a un acuerdo de convivencia política con los socialistas, sus adversarios internos. Sus intereses de clase y de partido están por encima de los intereses de la Nación y el pueblo. Su odio les impide contribuir a forjar la unidad nacional, y desanimar así la intención injerencista de nuestro poderoso enemigo del Norte. Su miopía política les imposibilita abandonar la táctica de la violencia y crear una atmósfera de paz que garantice nuestra soberanía. Su entreguismo los lleva a rechazar cualquier oferta de paz porque su intención es crear un escenario de confrontación que sea aprovechado por EE.UU para ocupar nuestra tierra. Su arrogancia los lleva a rechazar el diálogo porque creen que con el apoyo extranjero podrán conquistar el poder.
Afortunadamente, en Venezuela las prácticas sectarias de la derecha no conducirán al entreguismo y a la ocupación de nuestro territorio. Mientras sus dirigentes preparan el escenario para la invasión a nuestra Patria; nosotros fortalecemos el ambiente de paz que necesitamos para garantizar su Soberanía. Mientras ellos planean convertirnos en sucursal de Estados Unidos, nosotros apuntalamos la independencia nacional. Mientras se hacen más intolerantes, nosotros construimos redes de convergencia y puntos de encuentro.
Ellos son sectarios y violentos; pero nosotros los socialistas insistiremos en el diálogo, la unidad y la paz. No caeremos en provocaciones que faciliten la injerencia imperialista. Lucharemos para que Venezuela jamás sea atada “a la roca de la vergüenza”. Estamos convencidos de que, como lo afirmaba el Libertador: “De la paz se deben esperar todos los bienes y de la guerra nada más que desastres”.