Hace miles de años Platón, de una manera concreta y certera, explicaba los efectos que ocasionaría al homo sapiens la manipulación de su realidad a través de artimañas. Este filósofo señala en su texto: Alegoría de las cavernas, que si un hombre desde sus niñez habita atado en el fondo de una caverna y reconoce solo las sombras generadas por sus captores desde el exterior como su realidad; al ser liberado y salir a la superficie no podrá apreciar aquello que lo rodea, creerá que todo es falso. Por tanto, necesitará tiempo suficiente para realizar múltiples preguntas e ir aprendiendo las formas y colores de su nueva percepción: sentir la luz y su esplendor. Pero si ese mismo hombre volviera a la caverna, y es atado nuevamente, e intenta explicar a sus compañeros lo que sus ojos vieron, sería tomado como loco, trastornado por visiones desesperadas.
¿Será que Platón estaba equivocado? ¿O nosotros no queremos aceptar que vivimos en las cavernas? ¿Quiénes son los captores? ¿Podremos librarnos de esas cadenas y las sombras que observamos? Para grandes preguntas, respuestas precisas.
Existe un mundo inteligible y uno visible: el primero de conocimiento y luces; el segundo de patrañas y mentiras, en el que casi todos los seres humanos hacemos vida.
Bien conocen los “dueños del mundo” las clases filosóficas de Platón; ellos utilizan los medios de comunicación como el instrumento más eficaz para mantenernos en las “realidades” de la sombra. Nos toca a nosotros como Revolucionarios transformar -mejor dicho- destruir la barrera que no permite que apreciemos la luz.
La guerra tiene otro escenario, estamos en un punto donde el imperialismo nos arropa y pretende destruir de una vez por todas a los seres rebeldes. O nosotros les clavamos un puñal en lo más profundo del corazón o ellos toman definitivamente el control del mundo.
Son los amos y señores de las armas -las plataformas comunicacionales más poderosas del mundo- y el dinero, así como también son vanguardias en la neurociencia; tienen cerebros pensantes ganando millones de dólares, pero nosotros tenemos la razón moral e histórica, el amor al prójimo y sobre todo lealtad al ser humano.
Cerquemos o embosquemos al enemigo, capturémoslo, hagamos nuestros sus pertrechos. Avancemos liberando territorio…
Debemos dejar a un lado los significantes vacíos, las explicaciones pop de los fenómenos sociales que nos afectan a todos. La lucha es de clases, ricos contra los pobres, libres contra oprimidos.
Las contradicciones están más que abiertas: ¡Estamos en guerra y están invitados a la batalla!