Estados Unidos tiene al planeta cundido de laboratorios de armas biológicas y químicas. Se estima que hay al menos 336 instalaciones de esta naturaleza en diversos lugares del mundo, la mayoría en países limítrofes con Rusia, China e Irán; naciones que han insurgido como potencias emergentes y desafían la hegemonía del imperio norteamericano.
La advertencia corre por cuenta de Wilmer Depablos, abogado y analista de temas internacionales con experiencia en el campo diplomático, pues fue embajador de la República Bolivariana de Venezuela en Eslovenia; uno de los pequeños países en los que quedó fragmentada Yugoslavia luego de la guerra fratricida instigada y ejecutada por Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte en los años 90.
“Estados Unidos tiene laboratorios en todo el mundo para desarrollar armas químicas y biológicas, que son terribles en medio de un conflicto bélico. Esto es más que sabido, pero con la Operación Especial de Rusia en Ucrania se han conseguido pruebas reales y concretas: al principio se encontraron 26 laboratorios y al día de hoy ya son 33”, explica.
Pero la guerra biológica, bacteriológica y química no se limita a esos laboratorios ucranianos. Alrededor de las fronteras de Rusia y China funcionan unos 60 laboratorios más. La Cancillería china ha cifrado la estimación en 336 instalaciones alrededor del mundo. “Podemos imaginar la magnitud de esa amenaza, financiada por el hegemón del norte, Estados Unidos”.
Depablos, quien ha laborado en la Cancillería también en el servicio interior, concuerda en que la amenaza de las armas químicas y biológicas puede considerarse tan grande o peor que la representada por el arsenal nuclear. “Por eso existen tratados, convenios y organismos específicos para prevenir este tipo de guerra. El gran riesgo es que Estados Unidos, a quien yo llamo ‘Estados Hundidos de América’, atraviesa su peor crisis interna y externa desde 2008. Los más versados en la materia hablan de la posibilidad de una guerra civil en un país cuya población está armada hasta los dientes (hay 350 millones de habitantes y más de 400 millones de armas). Y para resolver su crisis de decadencia imperial podrían utilizar cualquier recurso, incluyendo las armas biológicas”.
Subrayó que Estados Unidos busca conflictos bélicos en cualquier lugar del mundo porque la venta de armas y equipos de guerra es la única opción que tienen para recuperar su economía. Y en ese empeño es respaldado por sus aliados (aunque, siguiendo la recomendación de un amigo, prefiere llamarles “cómplices”) de la Unión Europea, países cuyos gobiernos actúan en detrimento de sus propios intereses para defender los de Washington.
Covid-19: un virus fabricado
Conociendo la información recopilada hasta ahora sobre los laboratorios de guerra biológica y química, Depablos considera difícil no suscribir la tesis de que el covid-19 fue originalmente un producto de uno de estos centros de investigación.
“El propio presidente Nicolás Maduro lo ha dicho, con mucha responsabilidad y seriedad en su vocería: hay estudios de gente reconocida en el área que afirman que el COVID-19 fue un arma biológica de Estados Unidos contra China, que es su enemigo actual en el área económica. Todo el mundo sabe que Estados Unidos ya no es la mayor potencia económica, sigue siendo una potencia militar y nuclear; pero todos los indicadores muestran el crecimiento del gigante asiático y, además, está claro que China es el principal acreedor de Estados Unidos en su deuda pública. Entonces, cuando se conjugan esos elementos de geopolítica con lógica y sentido común, dejando las pasiones a un lado, se puede reafirmar que el COVID-19 fue una creación estadounidense”.
Añadió que los especialistas rusos que han analizado los documentos rescatados en los laboratorios descubiertos y han determinado que se estaban realizando experimentos con murciélagos como vector para expandir el contagio hacia el Asia. Como se recordará, al inicio de la epidemia en China se habló de que el paciente cero había sido contagiado por un murciélago.
“Hay antecedentes sobre esto. Por ejemplo, todo lo que se ha hecho contra Cuba con enfermedades, como el dengue hemorrágico, que azotaron a la isla; pero, extrañamente, no a Guantánamo, donde está la base militar estadounidense”, dijo.
Sobre la posibilidad de que haya también laboratorios en América Latina, Depablos dijo que es necesario estar conscientes de que en una guerra híbrida puede pasar cualquier cosa, sobre todo cuando es por el control de los recursos naturales de una zona tan rica en ellos como es esta parte del mundo. “En política, la ingenuidad se paga con la muerte. Entonces, esperemos que si existen esos laboratorios en nuestra región, puedan ser detectados y desmantelados”.
“Es del conocimiento mundial que en América Latina fueron inoculados con graves enfermedades presidentes como Dilma Rousseff, Luiz Inácio Lula Da Silva, Evo Morales. Lo hicieron con técnicas muy avanzadas de nanotecnología. Ahora, estudios muy recientes sobre todo de Rusia; han mostrado que el presidente Chávez fue inoculado también con el mal que sufrió. Por eso es que no podemos ser ingenuos”.
Ante la pregunta de qué pueden hacer los países del sur y los pueblos del norte global para enfrentar la creciente amenaza de las armas biológicas, Depablos respondió que “hay que empezar por decir verdades”.
Una de ellas es que los organismos internacionales están muy desprestigiados, pues ninguno se ha pronunciado luego de denunciarse la existencia de estos laboratorios en Ucrania. “Lamentablemente, Estados Unidos y sus cómplices han penetrado las estructuras de Naciones Unidas y frente a eso hay que seguir denunciando. Creemos en un renovado orden mundial que establezca nuevas estructuras de Derecho Internacional Público; donde se pueda evidenciar lo que está sucediendo en el mundo”.
“Respecto a los pueblos, estamos obligados a cumplir con el verdadero objetivo de la comunicación, que es llegar a personas de todos los niveles educativos porque la actual es una guerra cognitiva, que se libra en la mente de los pueblos”, puntualizó.