“Contra el G7, el G-Mundo”, se ha dicho. Un mundo sin explotación del trabajo, sin opresión imperialista, ni opresión a las mujeres y a la diversidad. Un mundo sin muros ni barreras, sin OTAN y sin Troika. Un mundo de paz con justicia social, que sólo se puede lograr en la lucha por el socialismo, como está sucediendo en Venezuela
En un documento de 36 páginas “fruto de intensas negociaciones”, los mandatarios del grupo G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), consideradas las democracias más industrializadas del planeta, difundieron su declaración final. La cumbre, que tuvo lugar en Apulia, una región de Italia completamente militarizada para la ocasión, mostró el rostro hipócrita y belicista de los llamados «grandes del planeta» y el de la Unión Europea, recién salida de una votación parlamentaria donde se vio el crecimiento de los partidos de extrema derecha, por muy ansiosos que estén de ser aceptados por el amo estadounidense y por las grandes instituciones internacionales.
Este es el caso de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, anfitriona del G7, cuyo partido de gobierno, Hermanos de Italia, es heredero del fascismo, pero que, entre abrazos y chascarrillos, recibió al nuevo icono de la ultraderecha mundial, el presidente argentino, Javier Milei. También fue invitado el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva, quien acudió en calidad de presidente de turno del G20 e intentó dar voz a la “necesidad de luchar contra el hambre y la pobreza”, y de reformar las instituciones globales, como la ONU.
También fue invitado el Papa Francisco. Y en el altar de las buenas relaciones con el Vaticano, para contrarrestar la distancia entre la «opción por los pobres» del Papa argentino y el neoliberalismo conservador de Meloni, se sacrificó el derecho de las mujeres a su propia autodeterminación, cuya defensa ─presente en la anterior cumbre de Hiroshima─ quedó diluida y debilitada. Por el contrario, la financiación de las políticas de guerra y del payaso ucraniano Zelensky se ha visto muy reforzada, al igual que la intensificación de los ataques a Rusia y las amenazas de “sanciones” a los que la ayuden, y, cada vez más explícitamente, a China. Aunque no se anunciaron “castigos” de inmediato, hubo un compromiso a tomar “medidas restrictivas”, que podrían ir desde sanciones a controles de exportaciones chinas.
Un grupo de tiburones que luchan entre sí y que empujan al mundo hacia la tercera guerra mundial, saben que ya no son hegemónicos a nivel global, y que no controlan las consecuencias de las políticas que han puesto en marcha. El presidente estadounidense, Joe Biden, inestable y confundido persigue una difícil reelección. Su homólogo francés, Emmanuel Macron, dimitió tras la aplastante derrota sufrida en las urnas por el avance de la ultraderecha, y ahora ha disuelto las cámaras para convocar nuevas elecciones. El canciller alemán, Olaf Scholz, a su vez ha sido superado por la extrema derecha. Y otro superbelicista, el primer ministro británico, Rishi Sunak, tiene que afrontar unas elecciones vitales en su país.
Otra flagrante hipocresía ha sido la insistencia en presentar a Hamás como responsable del retraso de un «alto el fuego» en la Franja de Gaza, mientras el genocidio llevado a cabo por el régimen sionista ya ha matado a 40.000 personas, un tercio de ellas niños, y sigue matando. Pero lo que causó «sorpresa» entre los comentaristas fue la inclusión de un párrafo contra Venezuela en la declaración final.
El Grupo de los 7, hizo injerencia explicita en la soberanía del país bolivariano, pidiendo “elecciones libres” el próximo 28 de julio con observadores, y “respetando el Acuerdo de Barbados”, y pidió que “se ponga fin al acoso de los opositores y a la detención de todos los presos políticos”. Además, se abordó la disputa territorial entre Venezuela y Guyana por la región el Esequibo, exigiendo a Caracas “abstenerse de nuevas iniciativas desestabilizadoras”. Para el G7, “el asunto debe resolverse pacíficamente, de conformidad con el derecho internacional”, así pretendiendo olvidar que la solución pacífica de la disputa territorial es exactamente lo que pide Venezuela, con base en los acuerdos de Ginebra, firmados por ambos estados involucrados, en 1966.
Y mientras la extrema derecha venezolana y sus aliados se alegran, los movimientos populares que, en Apulia, organizaron una manifestación contra la cumbre, expresaron otra opinión, acompañando el orgulloso rechazo del gobierno bolivariano a cualquier injerencia. “28 de julio, Nicolás Maduro presidente”, decía una enorme pancarta blanca escrita en rojo. La marcha tuvo lugar al final del campamento antiimperialista que puso en el centro el derecho de Palestina a su autodeterminación, el cese del genocidio sionista y de la ocupación, y también el derecho de los pueblos a decidir su destino sin injerencia imperialista.
Movimientos, partidos, organizaciones territoriales e internacionales; recibieron con gran emoción el saludo de la embajadora de Venezuela en Italia, María Elena Uzzo. La voz de la Venezuela bolivariana resonó así junto a la de Palestina, Cuba y Nicaragua, para indicar la resistencia de los pueblos que no se someten a la arrogancia del imperialismo, y que señalan un nuevo camino, tras las grandes revoluciones del siglo XX.
“Contra el G7, el G-Mundo”, se ha dicho. Un mundo sin explotación del trabajo, sin opresión imperialista, ni opresión a las mujeres y a la diversidad. Un mundo sin muros ni barreras, sin OTAN y sin Troika. Un mundo de paz con justicia social, que sólo se puede lograr en la lucha por el socialismo, como está sucediendo en Venezuela.
Se analizó cómo el capitalismo, en crisis estructural, intenta resolver sus contradicciones con la guerra imperialista que deben pagar las clases populares. La contrapartida es situarse en el campo que está diseñando un nuevo orden multipolar, sobre todo gracias al impulso de los países BRICS, pero también gracias a la dirección concreta mostrada por la democracia participativa y protagónica de Venezuela. Los países socialistas ─se ha dicho─ demuestran que existe una alternativa al capitalismo, practicable ahora mismo. Por eso, el imperialismo esconde su fuerza y consenso, y trata por todos los medios de imponer las recetas de siempre y sus payasos, como Milei.
Por lo tanto, se propuso apoyar el derecho del pueblo venezolano a elegir a su representante, el presidente Nicolás Maduro, sin injerencias en las elecciones del 28 de julio; desenmascarando la campaña de mentiras difundida por los medios de guerra.