Por: Silvestre Montilla
Después de 4 años de un gobierno de abiertos rasgos fascistas, sustentado en la promoción del odio, el racismo, el supremacismo y la exclusión; a Brasil vuelve la esperanza con el retorno de un gobierno de izquierda; una amplia alianza de diversos sectores del pueblo brasilero que han garantizado la victoria del histórico líder obrero, Lula Da Silva, para un tercer mandato como presidente del gigante latinoamericano.
Después de una intensa campaña marcada por la violencia y la hostilidad política por parte de masas fanatizadas y seguidores del ex presidente, Jair Bolsonaro; quien empleó grandes cantidades de dinero público con el objeto de desviar la opinión de los votantes mediante costosísimas campañas de mentiras, Fake News, y estimulación del odio; la sensación de alegría, festividad y esperanza en el pueblo resultan indescriptibles; miles se movilizaron a finales de diciembre para acampar en la capital brasilera, y poder participar de la toma de posesión de Lula como presidente, el pasado el 1 de enero. Tan solo el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra, movilizó a más de 30 mil militantes de todo el país para acampar a finales de año en la esplanada de los ministerios, próxima al palacio presidencial, y poder así presenciar y acompañar este momento histórico. Un carnaval de alegría y una gran fiesta por la democracia fue la vivida en estos últimos días en la capital brasilera.
Retos del nuevo gobierno
De forma simbólica, el primer decreto firmado por el presidente Lula, tras su investidura, es sobre la «reestructuración de la política de control de armas»; este decreto pretende acabar con las facilidades dadas por el Gobierno de Jair Bolsonaro para la compra y tenencia de armas de fuego como parte de sus políticas de control social basadas en el supremacismo y odio racial.
Sobre la situación social y económica, aseguró que «el diagnóstico que recibimos del Gabinete de Transición es terrible».
«Los recursos sanitarios se han vaciado. Han desmantelado la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología. Destruyeron la protección del medio ambiente. No dejaron recursos para comidas escolares, vacunación, seguridad pública», lamentó.
En este contexto, el jefe de Estado brasileño se comprometió a asistir inmediatamente a las capas más pobres de la sociedad, ya que «no sería justo pedir paciencia a quien tiene hambre».
«Ninguna nación se ha levantado ni puede levantarse sobre la miseria de su pueblo. Este compromiso empieza por garantizar un ‘Programa Bolsa Familia’ renovado, más fuerte y justo para atender a los que más lo necesitan», indicó.
En ese sentido, Lula Da Silva sostuvo que las primeras medidas del Gobierno tendrán como prioridad «rescatar a 33 millones de personas del hambre y rescatar de la pobreza a más de 100 millones de brasileños; que han soportado la carga más pesada del proyecto de destrucción nacional que hoy termina».
También firmó una serie de decretos que intentan fortalecer la protección de la Amazonía, cuya destrucción anual promedio, durante la administración de Bolsonaro, creció en 75%, respecto a la década anterior, y otros biomas. Instituyó una comisión interministerial permanente de “prevención y control de deforestación”, al mismo tiempo que ordenó reactivar el Fondo Amazonía, creado en 2008 para captar donaciones destinadas a inversiones de preservación de esta, que es el mayor pulmón vegetal del planeta. Fueron revocados los decretos que permitían la minería y deforestación en áreas indígenas y de protección ambiental.
Fin de las políticas de privatización
Uno de los elementos más urgentes de la agenda de Lula es la de, precisamente, poner freno a las privatizaciones que estaban en marcha por el anterior gobierno, teniendo entre los casos más simbólicos, el de ocho empresas estatales, como la petrolera PETROBRAS, el Correo, la Empresa Brasileña de Comunicaciones, el Servicio Federal de Procesamiento de Datos, y la Empresa de Tecnología e Información de Seguridad Social. Lula afirmó que era necesario “garantizar un análisis riguroso de los impactos de la privatización en el servicio público o en el mercado”, deteniendo así el Programa Nacional de Privatizaciones impulsado por Bolsonaro.
Integración latinoamericana y diálogo SUR-SUR
«Retomar la integración» en América Latina para tener «un diálogo activo y altivo» con las otras regiones del mundo.
«Retomaremos la integración a partir del Mercosur, con la revitalización de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y otras instancias soberanas» que existen en Latinoamérica. Lula dijo que Brasil «romperá el aislamiento al que fue sometido en los últimos años» durante el gobierno del ultraderechista; y «volverá al mundo» con las banderas de la democracia y el combate al hambre y la pobreza.
Superación del odio y reconstrucción nacional
Sin duda alguna, uno de los mayores y más complejos retos de este nuevo mandato de Lula, será el de la superación del odio y la unificación de los brasileros y brasileras tras una campaña política y las elecciones más polarizadas en la historia del Brasil.
Al odio responderemos con amor. A la mentira, con la verdad. Al terror y a la violencia responderemos con la ley y sus más duras consecuencias».
Además, firmó medidas de reorganización de las estructuras del poder ejecutivo para que «vuelvan a permitir al Gobierno funcionar de forma racional, republicana y democrática».