En cuanto a la polémica, a raíz del establecimiento del nuevo escudo de Caracas, escuchamos la opinión del profesor Alexander Torres, presidente del Centro Nacional de Historia; con 30 años ininterrumpidos en la enseñanza e investigación en el área de la historia y disciplinas afines.
Geraldina Colotti
—Por qué tanta polémica en torno al nuevo escudo de Caracas, la bandera y el nuevo himno? ¿Cuál es su opinión como historiador?
—Un símbolo, como representación de la realidad, es siempre susceptible de ser revisado. No es un “algo” petrificado en el tiempo y por tal sacralizado e inamovible. Esto sería la negación misma de su carga alegórica y dialéctica. Por otro lado debe ser lo más inclusivo y democrático posible, que como “equivalente ideal” responda y capte la multiplicidad y la complejidad de lo que quiere sintetizar figurativamente, así de sencillo. Nuestra Constitución nos marca la pauta: el carácter pluriétnico de nuestro pueblo… pauta que en pleno proceso de descolonización se profundiza… estos símbolos parten de ese principio fundamental de nuestra Carta Magna. También es pertinente decir que antes de la Revolución Bolivariana muchas instituciones y personalidades habían manifestado la necesidad de repensar aquello que simboliza la caraqueñidad. No debe verse esta medida como una arbitrariedad; la escogencia de los símbolos de Caracas fue una decisión amplia y democrática, siempre con el concurso de especialistas y el poder popular (se estudiaron más de 800 propuestas para los Símbolos Patrios de Caracas) por supuesto, sabemos por dónde van los tiros: la alharaca de ciertos sectores reaccionarios, que no dan argumentos sino pedradas, y que siempre satanizan y satanizarán toda iniciativa noble del gobierno bolivariano… eso es lo de fondo.
—La historia es la historia de la lucha de clases, a partir de la cual se configura la batalla por la memoria. ¿Se puede interpretar de esta manera la polémica sobre el nuevo escudo? ¿Y por qué?
—Totalmente de acuerdo. La guerra que vive el pueblo venezolano, y que se ha agudizado después de la ausencia física de Chávez, tiene su correlato en la confrontación de las ideas; en la cual lo simbólico tiene una importancia indiscutible. Sabemos que las batallas se ganan en las mentes y los corazones de los pueblos, y que la carga afectiva sembrada por el Comandante Eterno es estratégica para mantener encendido su pensamiento, y orientar así nuestras acciones en lo sucesivo. Estoy convencido de que el chavismo es una identidad política (con símbolos, representaciones e imaginarios) que han tratado de destruir. Parte de la dictadura mediática es lograr, mediante un hedonismo vacuo y presentista, valga el término; socavar la espiritualidad y la fortaleza moral de su legado. Y en este enfrentamiento de clases la polémica de los símbolos es propicia para la beligerancia de la memoria; y por ende de la ideología dominante burguesa versus la conciencia histórica popular. La memoria nunca es espontánea y mucho menos neutra, por esta razón debemos luchar por mirarnos desde lo popular, descolonial e insurgente. No lo olvidemos.
—Uno de los temas de la polémica se refiere a la fecha de fundación de Caracas. ¿Cuál es su opinión al respecto?
—No existen pruebas fehacientes de que Caracas haya sido “fundada” por Diego de Losada el 25 de julio de 1567. Ese es un equívoco que se ha impuesto por ausencia de fuentes históricas definitivas; sumado a un sinfín de circunstancias largas de enumerar. Todo esto aunado a una visión eurocéntrica de la historia: que además de simplificar procesos sociales complejos ha contribuido a sembrar vergüenza étnica y nacional a los venezolanos en general y al caraqueño promedio. En tal sentido, la elección de una fecha no es un asunto menor; tiene que ver con la verdad histórica y la autoestima de las mayorías. Sabernos hacedores de nuestra historia ayer; nos motiva a ser los protagonistas de los cambios sociales hoy. Quienes escriben hechos pasados saben de esta máxima y muchas veces —de manera consciente e inconsciente— así se manejan.
—También se dice que asumir el nuevo símbolo significa contradecir la voluntad del Libertador. ¿Es eso así?
—Esto es una argucia que no aguanta el examen histórico. Pensar así es negar al mismo Libertador. Si bien es cierto que el Escudo de Armas de Caracas fue requerido por el Ayuntamiento de Caracas y encargado al Procurador General Don Simón de Bolívar (ascendiente del Libertador) para solicitarlo al monarca Felipe II, quien acordó su emisión a finales del siglo XVI; el mismo Libertador tres siglos más tarde, como conductor de pueblo contra la opresión española, no solamente derribó el poder regio en estos territorios desolados por la espada y la cruz, sino revolucionó nuestras instituciones como alfarero de república. No hay de otra. Quienes argumentan así que el nuevo símbolo significa contradecir la voluntad del Libertador lo hacen desde un mirador vetusto, colonial y anacrónico. Humildemente le recomiendo leer o releer la Carta de Jamaica, resaltando la idea del “pequeño género” expuesta por el Hombre de las dificultades en este documento capital.
—Esta polémica parecería derivar en un ataque a la gestión de la alcaldesa Carmen Meléndez. ¿Qué piensa?
—Es posible. Hay mucho de eso. Pero tengamos en cuenta que no es una polémica aislada, ni exclusiva, la discusión de los Símbolos de la ciudad en la reciente gestión de la Almiranta. En estos 23 años de Revolución Bolivariana hay ejemplos a granel: la octava estrella en la bandera nacional, la entrada de personajes insignes en el Panteón Nacional, la colección escolar bicentenaria, el día de la resistencia indígena…y pare de contar… Creo que siempre que haya una gestión bolivariana, popular, protagónica, con la preponderancia de las bases, la vocería de la reacción se hará sentir. Es parte de la lucha que vivimos. No es nada fácil. Eso no lo dudemos nunca.
—¿Qué papel juega el cronista del municipio?
—El cronista debe ser defensor de la memoria de los lugareños. Pero no de una memoria elitesca y subrepticiamente racista, sino a favor de identidades y representaciones descolonizadas, populares y verdaderamente emancipadoras. Es tan importante el cronista municipal como el cronista comunal, eso es parte de la Revolución Cultural que tanto necesitamos.
—Algunos opinan que derribar las estatuas o cambiar los escudos sirve de poco si no se cambian las estructuras del estado burgués y la herencia del estado colonial. ¿Qué opina?
—Pero es que el Estado burgués y la herencia colonial comienzan por lo que Ludovico Silva llamaba plusvalía ideológica. Pensar así es un razonamiento tramposo, reduccionista, que termina en una burda materialidad: creer que se puede transformar sin pensar, sin sentir una determinada realidad. Este razonamiento totalitario es peligroso, muchas veces conduce a la inacción y al pesimismo. Sin lugar a dudas, se deben transformar las estructuras opresoras, y para tan ingente misión hay dimensiones y responsabilidades. La dimensión simbólica como las otras son impostergables…Sobre la estatuafobia opino que derribar una estatua no es suficiente, es legítimo pero no basta…Puede que muchas veces no pase de lo emocional, respetando a quienes lo hacen…. Creo que se debe resemantizar esos “patrimonios negativos” (símbolos propugnadores de muerte y exterminio, genocidas y demás) en una especie de salón del horror; y con modelos pedagógicos liberadores enseñar esos expedientes históricos bochornosos que no deben repetirse nunca por el bien mismo de la humanidad.
—Acaba de finalizar el décimo sexto Congreso Nacional de Historia y tercero internacional, del cual usted fue parte del Comité Organizador, en el que fue central el tema La Descolonización de la Memoria. ¿Cuál es el balance de este importante evento y cómo se plantea?
—Diversas las asignaciones y bastantes las expectativas. Prolijas de enumerar por cierto…Este evento exitoso que se dio en plena guerra económica como en pandemia, no lo debemos divorciar de muchas iniciativas propugnadas por el Presidente Maduro como es el caso de una Comisión Presidencial por la Verdad Histórica del Colonialismo Español en Nuestra América… es expresión de ricas iniciativas, propuestas y proyectos gubernamentales o no gubernamentales, —como la Red de Historia, Memoria y Patrimonio que no tiene una sola cabeza— y este es el saldo que quiero resaltar de este ejercicio democrático que fue el congreso recién concluido en La Guaira…Insisto: nos deja una lista de tareas ya enumeradas, sistematizadas y otras que creativamente irán surgiendo… De esta nutrida agenda sigue siendo perentorio el asunto de la enseñanza de la Historia. ¿Cuál Historia enseñar y por qué? Considero que aquí está el meollo de los tantos retos que debemos enfrentar, sin olvidar que, si nosotros no revolucionamos las aulas bajo una concepción educativa liberadora, bolivariana, robinsoniana, auténticamente democrática y socialista; no lo harán los enemigos del pueblo. Debemos descolonizar la memoria nosotros. Esto tampoco lo olvidemos.