“¿Es posible que Europa se esté suicidando? ¿Qué no solo haya consentido —otra vez— una guerra en el centro de su territorio; sino que la alimente con armas y con hombres? ¿Es posible que haya renunciado a la energía barata de Rusia, que esté dispuesta a sacrificar su famoso poderío industrial y que acepte una avalancha de nuevos refugiados, todos temas que generan serios conflictos entre sus ciudadanos?”, Telma Luzzani
Europa, tan arrogante, tan eurocéntrica, como se la conoce en los últimos 4 siglos, hoy es un actor secundario en el gran escenario de la geopolítica mundial. Ya no son quienes imponen modas, métodos, formas de gobernar. Ya no son quienes imponen formas de conducir la economía.
Es cierto, su legado aún predomina, sobre todo en el ámbito cultural. Son sus sabios, sus científicos, sus artistas, quienes siguen siendo referentes en gran parte del mundo.
Porque, al final de cuentas, lo que difunde e impone Estados Unidos es parte de esa cultura eurocéntrica. Son las mismas instituciones, el mismo discurso sobre su democracia y valores.
Eso incluye sus patrones estéticos. Mediante sus patrones estéticos, impuestos vía su industria del entretenimiento, han sabido dominarnos también. Esa tarea de “blanqueamiento” a la que se abocaron por décadas las clases dominantes del sur global, buscando parecerse a los señores de la metrópoli, los llevó a hacer concesiones vergonzosas frente a los europeos o norteamericanos.
¿Acaso no es cierto que muchos terratenientes, dueños de minas o políticos latinoamericanos entregaban a sus hijos a gente del Viejo Continente, con el fin de tener nietos “blanquitos”, y así ser ellos quienes dominaran por el dinero y la raza?
De allí proviene el endorracismo, que se fusionó con el clasismo, y que tan bien han sabido explotar los poderes fácticos. Aprovecharon esos complejos por querer ser igual de blancos a los europeos, cuando la naturaleza nos hizo diferentes.
Eso también tiene implicancias políticas. Los “señores”, que dominaban los países del Sur, se alinearon con sus “mentores”, con sus modelos. Desde su perspectiva, había que ser como Europa, como Estados Unidos. Imitarlos en todo, y, como ellos eran los ejemplos a seguir, debían “obedecerlos en todo para ser desarrollados”.
Pero, eso se acabó. Los países del Sur crecieron, aprendieron, o, en otros casos, como China, Rusia, Irán, Turquía, retomaron la grandeza histórica que habían tenido. Ya los países no ven a Europa como un ejemplo a seguir. Por el contrario, la ven como un continente en decadencia.
Hoy, reiteramos, el mundo retoma su derrotero histórico. ¿Por qué el preámbulo? Porque esta desorientada Europa, hoy atada totalmente a Estados Unidos, fue a elecciones parlamentarias, en ellas se verán reflejadas las contradicciones de un continente que ve como sus condiciones materiales y morales se deprimen; como su decadencia es inevitable.
Así opina Fernando Trìas de Bes, escritor y economista, cuando expresa: «no me cabe duda de que Europa está en decadencia, no desde el punto de vista interno; sino de influencia internacional, estamos en decadencia respecto al resto del mundo….La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde aseguró hace pocos días que en junio bajaría los tipos de interés; pero que a partir de ese momento sus decisiones dependerían de los movimientos de la Reserva Federal en Estados Unidos«.
Agrega Trías: «en cuanto a los conflictos geopolíticos actuales, estamos a la espera de que las elecciones en Estados Unidos de finales de año diriman si habrá un abandono de Ucrania y, tal vez, de los compromisos adquiridos con la OTAN«.
Es decir, confiesa su inobjetable falta de independencia, de soberanía; su sometimiento a Washington.
Parece que quienes rigen los destinos del llamado Viejo Continente tuvieran vocación suicida, y el pueblo estuviera adormecido.
Así lo percibe la escritora Telma Luzzani, quien publicó hace unas semanas un material donde empezaba preguntándose: «¿Es posible que Europa se esté suicidando? ¿Qué no solo haya consentido ─otra vez─ una guerra en el centro de su territorio; sino que la alimente con armas y con hombres? ¿Es posible que haya renunciado a la energía barata de Rusia, que esté dispuesta a sacrificar su famoso poderío industrial y que acepte una avalancha de nuevos refugiados, todos temas que generan serios conflictos entre sus ciudadanos?«.
Se lamenta porque hoy las tensiones que recorren el continente son muchas, desde las desavenencias entre los gobiernos del Este y el Oeste en la Unión Europea, hasta las crecientes demandas sociales por una baja sostenida de sus estándares de vida.
La incapacidad de Europa para hacer frente a sus crisis tiene hoy en las protestas de los sectores agrícolas su manifestación más clara. Desde hace meses, los agricultores de Francia, España, Portugal, Alemania, Italia, Rumania, Polonia, Países Bajos, Suiza, Grecia y Bélgica cortan rutas y realizan tractorazos para expresar su enojo.
«Afectadas por las políticas neoliberales, las organizaciones campesinas piden la «suspensión inmediata de todos los tratados de libre comercio» tanto con el Mercosur como con Marruecos, Mauritania, Nueva Zelanda, Kenia, México, Chile, India y Australia. El Mercosur (con detractores de ambos lados del océano) es criticado, entre otras cosas, por su falta de transparencia, el secretismo de su contenido y porque, según afirman los sectores de izquierda, con ese acuerdo las únicas que ganan son las multinacionales«, sostiene.
Y es que hay algo que no puede ocultarse, los campesinos europeos reclaman más presencia y acción del Estado, no quieren la hegemonía del libre mercado. Porque, además, ese libre mercado es falso, ahí están los beneficios que los productores ucranianos reciben en detrimento de sus colegas de otros países, y eso es porque quienes manejan la economía europea obedecen las órdenes de la Casa Blanca que les exigen favorecer a los ucranianos en esta guerra de la OTAN contra Rusia.
Debemos notar que las movilizaciones que bloquean las principales vías europeas son muy diferentes, difieren de un lugar a otro, son lideradas por movimientos de izquierda en unos sitios y de ultraderecha en otros países.
Según Luzzani, entre los activistas más eficientes se encuentran los de Alternativa para Alemania, Vox (España), Reagrupación Nacional (liderado por la francesa Marine Le Pen) y Hermanos de Italia (de la primera ministra Giorgia Meloni).
La extrema derecha busca capitalizar las protestas para conseguir más escaños en la próxima Eurocámara, elecciones al Parlamento Europeo. Conforme van las cosas, es posible que los resultados sean favorables a la derecha.
«En una Europa que pagó con sangre la ferocidad fascista, este retroceso es leído como otra señal de su actual proceso autodestructivo«, acota la escritora.
Conforme lo ve el periodista francés, Enric Bonet, Europa supo ser uno de los jugadores agrarios más importantes del mundo en el siglo XX; pero desde inicios del siglo XXI “ese modelo se encuentra estancado y buena parte de los campesinos europeos viven atrapados en esa lógica productivista que ya no crece. Intentan invertir en maquinarias más modernas sin lograr incrementos significativos en la producción. Su malestar proviene de que se ven cada vez más endeudados y empobrecidos”.
¿En qué momento la orgullosa y culta Europa se convirtió en lacaya de Estados Unidos y cumple, obediente, todos los deseos de su amo trasatlántico, incluso a costa del bienestar y de los intereses de su pueblo?
Los países del Sur crecieron, aprendieron, o, en otros casos, como China, Rusia, Irán, Turquía, retomaron la grandeza histórica que habían tenido. Ya los países no ven a Europa como un ejemplo a seguir. Por el contrario, la ven como un continente en decadencia
Aquí volvemos con Lazzani, cuando recuerda que, en 2022, cuando Rusia ordenó su Operación Militar Especial en Ucrania, quedó al desnudo la «servidumbre voluntaria» de Europa Occidental, dispuesta a acompañar a EE.UU. no solo hasta la puerta del cementerio sino incluso enterrarse en él.
Para ella, Alemania es ─quizás─ el caso más emblemático. Dejando de lado cualquier gesto de soberanía sancionó y censuró a Rusia; aun sabiendo que, si no cesaban las hostilidades, el Kremlin tomaría sus medidas.
En julio de 2022, la ciudadanía y la poderosa industria alemana vieron con alarma como el gigante ruso Gazprom redujo el suministro de gas al 20% de la cuota normal. En septiembre de ese año, voló el gasoducto Nord Stream 2 (una operación encubierta ordenada por la Casa Blanca según la investigación del periodista y Premio Pulitzer Seymour Hersh), por lo cual, la mayor economía de Europa empezó a comprar gas carísimo y puso su competitividad mundial en serio riesgo. En 2022, en Alemania, la inversión extranjera directa disminuyó un 50,4% interanual y, en el último trimestre del año pasado, su economía se contrajo un 0,3%. El declive continúa.
«La actitud sumisa de los líderes europeos, dispuestos a sacrificar a su población para cumplir con los objetivos que sólo benefician a Estados Unidos (como atacar a Rusia) deja en evidencia que la de la Unión Europa y EE.UU. nunca fue una alianza entre iguales», enfatiza.
Pero, como señalamos en anteriores trabajos, la idea de una Europa Común, esta Unión Europea que hoy conocemos, fue diseñada por Washington, en 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Querían crear un mundo unificado, o por lo menos un gran polo, bajo su único liderazgo. Querían crear esa estructura para enfrentar la Unión Soviética.
En esa tarea debían imponer su comercio a Occidente, al mundo «democrático» y lograr su dominio total.
Para eso necesitaban tomar Europa. Lo hicieron. Empezaron con Alemania, a la que llenaron de bases militares, la presionaron para poner su economía al servicio de Occidente, a una total apertura a los bienes norteamericanos y a la inversión directa de sus empresarios.
Dice Andrés Piqueras, sociólogo español, que “Estados Unidos presionó para una integración de la Europa Occidental a través de tratados que garantizasen la apertura de la economía de cada país a las mercancías de los demás. De esta forma, desde su base alemana, los capitales industriales norteamericanos tendrían a su alcance la totalidad de mercados de la Europa Occidental”.
De allí surgen algunas preguntas: ¿por qué ningún aspirante al parlamento en Europa plantea deslastrarse del dominio norteamericano? ¿Por qué los aspirantes a los escaños en el parlamento europeo no plantean a sus electores expulsar las decenas de bases militares estadounidenses, que lo convierten en un continente tomado militarmente? ¿Por qué no proponen que las decisiones de sus dirigentes sean en función a los intereses de los europeos y no en función de Washington?
La decadencia europea empieza con la mediocridad de sus dirigentes políticos. Y, por lo visto, no creemos que este nuevo parlamento, donde es muy posible que incrementen su presencia los movimientos de derecha, sirva para resolver los problemas que preocupan a los ciudadanos comunes y corrientes. Mucho menos, que resuelva su problema de soberanía.