La responsabilidad es un valor que se caracteriza por la capacidad de las personas de actuar de manera correcta, y comprometerse con propósitos comunes. La valentía, es un valor que caracteriza a aquellos seres humanos que actúan con decisión y firmeza haciendo frente a sus miedos, inquietudes y dudas. La dignidad, es un valor inherente al ser humano, la cualidad esencial de la persona, en virtud de la cual se distingue lo humano de lo no humano. Implica la necesidad de que todas las personas sean tratadas en un pie de igualdad y que puedan gozar de los derechos fundamentales que derivan de los valores. Fabricio Ojeda fue y es un ejemplo de responsabilidad, valentía y dignidad al servicio del pueblo.
El 23 de enero de 1958, tras la huida de Marcos Pérez Jiménez, Fabricio Ojeda en su rol de presidente de la Junta Patriótica, realiza la primera alocución pública llamando a la tranquilidad patriótica: “Este no es el momento de la venganza”. Fabricio Ojeda ignoraba que tres días antes, el destino de Venezuela se había trazado y que tres de los líderes de la oposición habían vendido sus almas al diablo.
El 20 de enero de 1958, Serafino Romualdi, un italiano que jugaría un papel fundamental en el golpe de Estado al brasileño João Goulart en 1964 ya que en 1956 organizó una visita a Estados Unidos de varios dirigentes sindicales brasileños con el objetivo de desarrollar “un cuerpo de dirigentes, quienes al recibir el entusiasta apoyo de la base sindical, pudieran revertir los esfuerzos comunistas por capturar el movimiento obrero brasileño”, cuadra una reunión entre Betancourt y los dirigentes Rafael Caldera y Jóvito Villalba, con el Secretario de Estado John Foster Dulles, un hombre accionista de la United Fruit Company; de triste recordación en el Caribe por la masacre de las bananeras en Colombia en 1928 y el golpe de Estado a Jacobo Árbenz en Guatemala en 1958. El gringo les leyó la cartilla a los tres venezolanos en presencia de Maurice Bergbaum, jefe de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado de los Estados Unidos del Norte de América, trazándoles la agenda de Gobierno a seguir luego del derrocamiento de Pérez Jiménez, que ya estaba maquinado desde Washington porque se teñía de nacionalista y construía obras que atentaban contra los intereses angloamericanos. Esta reunión es conocida como el Pacto de Nueva York, y su objetivo general era aislar a los comunistas que se sabía serían mayoría en la Junta Patriótica de Venezuela. Las órdenes fueron claras, detalladas en tres objetivos específicos: (1) persecución, tortura y muerte a los comunistas; (2) paralización de las redes ferroviarias para inundar el país de gandolas Mack Trucks y tractores Carterpillar y (3) el fortalecimiento del modelo rentista. Una vez instruidos servilmente, estos tres personajes viajaron con Dulles a Washington. Allí los recibió el vicepresidente Richard Nixon.
El 30 de junio de 1962, Fabricio Ojeda, maestro, periodista y diputado, renuncia a su curul al constatar que el Pacto de Nueva York era el plan que regía al país: “Convoque, pues señor presidente, al suplente respectivo porque yo he salido a cumplir el juramento, que hice ante ustedes, de defender la Constitución y las leyes del país. Si muero no importa, otros vendrán detrás que recogerán nuestro fusil y nuestra bandera para continuar con dignidad lo que es ideal y saber de nuestro pueblo. ¡Abajo las cadenas! ¡Muera la opresión! ¡Por la Patria y por el Pueblo! ¡Viva la Revolución!”.
Fabricio Ojeda fue uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional FALN, constituidas formalmente el 1º de enero de 1963. Nacido en Boconó el 6 de febrero de 1929, es asesinado en los calabozos del Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA) en Miraflores, Caracas, el 21 de junio de 1966.