Pasando como aplanadora sobre los profetas de la violencia, el pueblo venezolano aplastó sus apocalípticos vaticinios y, en sana paz, se manifestó en favor de la Asamblea Nacional Constituyente con una cifra que desbarajustó a los “líderes opositores” y a más de un chavista machetólogo.
Más de 8 millones de almas cayeron como pedradas en ojo de tuerto al desdén burlón con que el sifrinaje y sus lacayos pelabolas-pagados esperaban la derrota. Hoy, tragan grueso, apretan el usted sabe qué y anuncian, con la gran originalidad que les caracteriza, más “movilizaciones pacíficas” que tienen como finalidad darnos un necrofílico baño de sangre. Con tranconazos pretenden superar el trancazo de votos que se les embutieron por el buche.
Salen en desbandada a decir que no hubo tal millonaria cantidad de gente y se les funde el cerebelo con falaces argucias matemáticas. Pueden negar los números, porque la mentira es su práctica habitual, pero el gentío que había en las colas en cada rincón de Venezuela es una verdad clara y contundente, como la luna llena.
Llaman a Míster Dánger y les contestan que está más enredado que un gato en un mosquitero, apelan a la “comunidad internacional” escuálida pitiyanki (valga la rebuznancia) y les responden con tibios llamados al diálogo, llaman a artistas mamporreros y no aparecen. Realmente poco les falta para pedir con la vena de cuello hinchada: ¡mande la guerra, míster Trump!
(Además Rusia ha dejado claro que no quiere aventuras intervencionistas en Venezuela, lo cual se suma a la medida del Presidente Putin de echar de ese país a 755 patiquines diplomáticos estadounidenses, pa`que sean serios).
No sólo se cayeron de un coco al equivocarse pensando que los chavistas disgustados y desplumados por la guerra económica iban a abstenerse. También centenares de miles de opositores fueron a la elección completamente mamados de las ejecutorias de unos líderes que tienen la misma credibilidad de un latonero borracho un sábado a las 12 del mediodía.
Pero he aquí que esta victoria popular no debe dejar al pueblo dormirse en los laureles. “El primer deber de un gobierno -y sobre todo si es pueblo mandando- es no dejar que lo tumben” es un enunciado quizás poco elegante pero congruente con el Objetivo Histórico Nro. 1 del Plan de la Patria, legado de Chávez, que es asegurar a todo evento nuestra independencia nacional contra toda amenaza interna y externa.
Por tanto la ANC debe establecer, llegandito, la primacía de la Política con “p” mayúscula, para avanzar en conjurar el asedio imperialista, entendiendo que “la política es una ciencia y su arte son las alianzas”, tanto nacional como internacionalmente. Partiendo de esta primacía debe salir corriendo a ganar el favor de las masas, sobre todo estableciendo medidas coherentes, con los pies sobre la tierra y con realismo, para someter al lobo feroz de la guerra económica generando resultados que desvertebren sus maniobras.
Se abre una oportunidad histórica para avanzar no sólo en las conquistas sociales que hasta los más fascistas reconocen, sino para instaurar un nuevo modelo político y económico que dé al pueblo “la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política”, como nos enseñó nuestro padre Simón Bolívar.
Pedro Gerardo Nieves