La histórica radio comunitaria del estado Lara fue atacada por «manifestantes pacíficos» que intentaron quemar vivas a las personas que se encontraban en el interior, una veintena de mujeres, niños, hombres, ancianos; algunos de los cuales todavía se encuentran en cuidados intensivos
“Hemos visto la cara del fascismo, que quiere provocar un baño de sangre. Tuvimos demasiada paciencia con Guaidó, primera parte. Ahora le decimos a Estados Unidos: saca la nariz de Venezuela, aquí decide el pueblo. ¡El fascismo no pasará!«.
Así respondió el presidente venezolano, Nicolás Maduro, a la declaración de Estados Unidos, que «reconocieron sin lugar a dudas» al candidato de la extrema derecha, Edmundo González, segundo en las elecciones presidenciales del 28 de julio con 80% de los votos ̶ -calculado-, lo que dio la victoria a Maduro con casi 8 puntos porcentuales de ventaja, cuando las otras papeletas estaban siendo verificadas tras un ciberataque al Consejo Nacional Electoral (CNE) que, en cualquier caso, por ley tiene hasta 30 días para publicar los resultados, y cuya página aún no había podido ser restaurada.
La extrema derecha, como de costumbre, inmediatamente gritó fraude, provocando violencia en el país, en un intento de golpe de Estado que esta vez asumió una agresividad digital nunca vista en Venezuela.
Y, mientras tanto, publica cifras contradictorias e inconexas en una página «autoproclamada» que, sin embargo, las superdemocracias toman al pie de la letra. ¿No hicieron lo mismo en 2019 al «reconocer» a una figura oscura que nadie había elegido pero que se había «autoproclamado» presidente «interino» de Venezuela en una plaza simbólica para la extrema derecha?
Desde hace 25 años (tantos son los años de existencia del socialismo bolivariano), el imperialismo intenta aplicar todas las modulaciones de frecuencia de golpes de nuevo tipo, sin desdeñar los «tradicionales», ampliamente experimentados en el último siglo. El patrón es siempre el mismo: gritar contra el fraude o la «dictadura» para provocar violencia en el país, intentar derrocar al gobierno y pedir la intervención de Estados Unidos.
Devastan y matan, al mismo tiempo que se presentan como «víctimas», apoyándose en una poderosa propaganda internacional. El hecho de que no presenten ni la más mínima prueba de sus incendiarias declaraciones importa poco, ya que el terreno democrático no es exactamente lo que prefieren.
También esta vez se puso inmediatamente en marcha el habitual mecanismo internacional, impulsado por el imperialismo norteamericano, animado por los habituales ex presidentes de derecha y las grandes instituciones internacionales. La noticia es que Silicon Valley también está muy involucrado, representado por el magnate web Elon Musk.
Un actor fundamental en la creación del clima de odio difundido en las redes sociales para orientar la psicología de masas con un bombardeo semántico y semiótico, que convierte en espectadores (o actores) del terror también a personas incluso tradicionalmente «decentes», capaces de distinguir entre «el bien y el mal». Lo hemos visto con las muchas guerras imperialistas, con el atroz linchamiento de Gadafi y con el genocidio en Palestina. Acostumbrarnos al horror, ese es el propósito.
De las confesiones de los más de 1.200 detenidos por esta nueva violencia fascista, sabemos que la orden recibida, procedente de los «commanditos», los comités electorales de Edmundo González (candidato de fachada de la golpista María Corina Machado), era filmar los ataques de escuadrones, sus gritos y amenazas, para sembrar el terror y paralizar la reacción popular.
Por ello, en todo el país, colectivos de psicólogos comunitarios actúan desde hace años y, sobre todo, existen centros de análisis, formación y organización que analizan la «guerra cognitiva», la estrategia del caos y las contramedidas concretas y simbólicas a adoptar. El centro más titulado está ubicado en La Universidad Internacional de la Comunicación (Lauicom), dirigida por la diputada y periodista, Tania Díaz.
No hace falta ser chavista para condenar acciones como la ocurrida contra Radio Venceremos, histórica radio comunitaria del estado Lara. Los «manifestantes pacíficos» – unas 300 personas gritando, armadas y drogadas, según el testimonio de los supervivientes y los vídeos difundidos, atacaron intentando quemar vivas a las personas que se encontraban en el interior: una veintena de mujeres, niños, hombres, ancianos; algunos de los cuales todavía se encuentran en cuidados intensivos.
Destruyeron hospitales y transporte público, eso ocurrió en muchas partes del país. Las radios comunitarias son atacadas especialmente porque son el principal instrumento de información directa, incluso muy crítica, pero muy segura, sobre qué lado de la barricada hay que estar.
Radio Venceremos está ubicada en un municipio gobernado por la oposición radical. Según testimonios de los supervivientes, las autoridades locales no respondieron a las solicitudes de ayuda. Muchos de los comunicados de solidaridad emitidos, empezando por el Consejo Nacional e Internacional de la Comunicación Popular (Conaicop).
Sembrar el caos y la duda ya es la mitad del camino. No es casualidad que, mucho antes de las elecciones, Machado haya declarado: «Ya ganamos porque la gente lo cree». Una «convicción» que hemos podido observar ampliamente en diversos sectores de clase media pero, esta vez, también en algunos sectores donde opera el crimen organizado, enfurecido contra el chavismo que les ha arrebatado el suelo, dando trabajo y cultura a los jóvenes menos favorecidos.
Allí, personas que no participaban en ninguna actividad política ni escuchaban noticias, sino que solo se alimentaban de algunas redes sociales, estaban convencidas de que «eran mayoría», a pesar de los números y del sentimiento prevalente incluso entre la derecha tradicional (4 % de votos, sumados), que no quiere meterse en problemas, sino simplemente hacer sus propios negocios. Y que en cambio es abiertamente atacada.
Esto es lo que le pasó al diputado José Brito, cuya esposa, una alcaldesa (opositora), fue amenazada y cuyos hijos (uno de los cuales tiene condición especial) fueron asediados durante cuatro horas. Esto es lo que le pasó a una ex buhonera, una trabajadora informal del estado La Guaira. Una joven de veinte años a quien el gobierno había cedido una pequeña tienda, pero que se había transformado en una opositora de extrema derecha, muy activa en las redes sociales. Sus gritos desesperados cuando sus propios compinches, con los que participaba en las redadas punitivas de chavistas, saquearon su tienda y, como de costumbre, filmaron el acto criminal, dieron la vuelta al país.
En Venezuela existen centros de análisis, formación y organización que analizan la «guerra cognitiva», la estrategia del caos y las contramedidas concretas y simbólicas a adoptar. El centro más titulado está ubicado en La Universidad Internacional de la Comunicación (Lauicom), dirigida por la diputada y periodista, Tania Díaz.
El presidente Maduro tomó inmediatamente contramedidas, no sólo para la protección física de las comunidades, activando también las milicias y colectivos populares, sino estableciendo un importante fondo de compensación para las «víctimas del fascismo».
Para responder adecuadamente a las especulaciones sobre «las actas que faltan» incluso por parte de países que ni siquiera saben qué es este mecanismo de verificación electoral, ni cuentan con órganos encargados de verificar adecuadamente disputas de este tipo, Maduro quiere disipar cualquier duda, acudiendo a las máximas instituciones nacionales.
Por ello, recurrió al máximo órgano encargado de mantener en equilibrio a los cinco poderes de la República Bolivariana, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ); una institución a cuya Sala Electoral, -artículo 297 de la Constitución-: “La jurisdicción contenciosa electoral será ejercida por la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia y los demás tribunales que determine la ley.” puede acudir cualquier fuerza política que crea haber sufrido un daño durante una votación. ¿Por qué la extrema derecha no lo hizo, estando tan convencida de tener pruebas del “fraude”?
El TSJ estimó el recurso de apelación. En el momento de redactar este artículo, ya había fijado la hora de la convocatoria (14.00, hora local) para los representantes de los partidos políticos, de derecha e izquierda, que participaron en las elecciones presidenciales. Todos debían presentar las “actas”, en las que se indicaban los votos obtenidos, y que se entregan, firmadas por todos los testigos en la mesa de votación, a cada fuerza política.
El PSUV (partido de gobierno), y el grupo de partidos aliados (el Gran Polo Patriótico), ya declararon que tienen todas las actas en su poder. ¿Por que la extrema derecha de Machado no acudió al máximo tribunal? ¿Por qué no ha mostrado las pruebas del presunto fraude, como declara a los cuatro vientos?
Difícil, porque la democracia para el fascismo es sólo un pretexto. Por otro lado, aquí cualquiera puede ver que la campaña electoral del desconocido González fue casi inexistente. El anciano, con muy mala salud, tampoco ha viajado por toda Venezuela para realizar mítines ni ha presentado ningún plan para el país más que un documento redactado en inglés por encargo de Washington, y que sigue el modelo de Milei y el de Netanyahu.
Además, tuvo gran impacto la denuncia de un sacerdote colombiano, quien lo acusó públicamente de haber sido responsable del asesinato de 7 religiosos de la Teología de la Liberación, cuando era diplomático en El Salvador (y, dice el sacerdote, agente de la CIA), en la época de Monseñor Romero.
“El fascismo no pasará en Venezuela”. El presidente Maduro lo repite tres veces, acompañado de una multitud de manifestantes que concluyeron la marcha en Miraflores. Una impresionante respuesta callejera ocurre cada día aquí: manifestaciones por la paz y contra el fascismo que quiere recuperar el poder en Venezuela. Una paz con justicia social, no la de las tumbas de los sectores populares, con la que el imperialismo se llena la boca; mientras exporta su «democracia» con bombas.
Tras la marcha de la clase trabajadora, la última, muy participada, fue la marcha de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP): organizaciones populares, creadas a principios de 2016 para enfrentar la guerra económica, involucrando a las comunidades en trabajos de producción, distribución y organización (y conciencia política), destinadas a alimentar al país. Una distribución no «partidista», que también fue aprovechada por aquella parte de la población que apoyó las «sanciones» para bloquear el país, imponer sufrimiento al pueblo y empujarlo a deshacerse del gobierno socialista.
Mientras tanto, luego de haber convocado al Consejo de Estado, mecanismo de emergencia que involucra a todas las instituciones y el poder popular venezolano, el gobierno bolivariano continúa gestionando el país. Los estallidos de violencia interna se están extinguiendo, las confesiones de los detenidos, todos en flagrante delito o grabados en vídeos difundidos en las redes sociales, desembocan en el golpe de Estado de la extrema derecha de Machado y sus padrinos norteamericanos.
Mientras tanto, para contradecir a quienes negaban uno de los atentados y el intento de invasión organizado por la extrema derecha venezolana en Estados Unidos, un exsoldado estadounidense, el mercenario Jordan Goudreau, pagado por Guaidó y sus compinches para dar un golpe de Estado, ha sido condenado como traficante de armas en los EE.UU. Aunque calificado de «presunto» en medios internacionales.
Casi ninguno de los detenidos por la violencia postelectoral votó. Todo el mundo confirma que este plan está preparado desde hace más de un año: para el uso y consumo principal del escenario internacional en el que la extrema derecha pide la invasión del país.
Este es el principal peligro ahora. El resto, incluido el alarmismo generalizado sobre supuestos ataques a invitados internacionales, no han sido confirmados por los órganos competentes.
Por precaución, las delegaciones acompañantes, unas 900 personas, están regresando poco a poco. Cuando se publica este artículo, quien le escribe viaja a Roma, junto con un delegado de una organización comunista italiana. Y Venezuela trata de recuperarse del ataque ciberfascista, apadrinado por Elon Musk.