En diversas oportunidades hemos afirmado que uno de los principales desafíos de la humanidad, es desactivar a tiempo un escenario de confrontación abierta que viene avanzando por fases; desde el mismo momento en que el disparador de Europa del Este se activó con fuerza: en dos platos una tercera guerra mundial.
Con estricto rigor, y más allá de las causas y consecuencias de conflictos históricos como el palestino-israelí, donde son evidentes las responsabilidades del occidente unipolar y de un Estado de Israel con compromisos que tiene que cumplir como Estado ocupante. Afirmamos que el telón de fondo no ha sido el propio conflicto de más de 70 años, hoy convertido en una masacre contra el pueblo Palestino en Gaza, como una supuesta lucha contra el terrorismo librado hacia las Fuerzas de Defensa de Israel.
Había un asunto mucho más allá de esta esfera procurando establecer en pleno medio oriente un frente de guerra como extensión al ya sucedido en Ucrania.
Recordando a su vez cómo después del inicio de la Operación Militar Especial por parte de la Federación de Rusia, en febrero de 2022, ni más ni menos que la ex canciller de Alemania, Angela Merkel, revelaba que los acuerdos de Minsk suscritos en 2015 entre Ucrania y Rusia, con el acompañamiento de varios países incluidos Alemania y EEUU; y que comprometían a Kiev al cumplimiento de varios puntos, era básicamente un saludo a la bandera para preparar a sus aliados para la guerra, es decir una mentira; con el único propósito de ganar tiempo.
Siendo así, tanto la ratificación de la prolongación de la acción militar de Israel en la Franja de Gaza, bajo el supuesto de perseguir al grupo Hamas declarado por ellos como terrorista bajo la protección de EEUU, vetando todo tipo de resolución de alto al fuego humanitario en la zona; mientras el repudio mundial hacia el régimen de Benjamín Netanyahu crece como la espuma en movilizaciones mundiales de apoyo a Palestina; todo esto ha sostenido un fogón prendido que de a poco recalienta más la zona y expande la situación de tensión.
Los hutíes de Yemen decidieron responder a la masacre del pueblo Palestino en Gaza, actuando militarmente contra todo barco Israelí o de sus aliados, en la zona, lo cual ha generado, a comienzos de año, ni más ni menos que la acción de las Fuerzas Armadas de EEUU y Reino Unido con bombardeos en el territorio de esta Nación, lo cual sólo ha elevado exponencialmente este frente, ya expandido, de guerra.
Dos aspectos resaltan en la acción militar de EEUU, en claro apoyo a su aliado histórico; el Estado de Israel. Por un lado las voces que desde el Congreso de esa Nación han expresado que esta acción, Joe Biden la ha realizado violando la necesaria aprobación de ambas Cámaras; por el otro las aseveraciones de Donald Trump, quien llegó a calificar como “nuevas torpezas” las decisiones tomadas por el gobierno demócrata; que conduce a ese país a una irremediable «tercera guerra mundial».
Sobre estos últimos acontecimientos, que nos muestran un mundo cuya geopolítica no está ya exenta, en ningún territorio o ámbito, de ser arrastrada al escalamiento bélico, tomamos el análisis del filósofo ruso Aleksandr Duguin:
«Se ha abierto otro frente de la gran guerra: los globalistas anglosajones contra los hutíes chiítas yemeníes. Los hutíes son los únicos representantes del mundo islámico que, no sólo con palabras, sino también con contundentes acciones y hechos, han defendido a los palestinos de la Franja de Gaza; que constantemente son sometidos a un genocidio total.
Mientras dormíamos, Estados Unidos inició una guerra. Ha habido ataques aéreos en Yemen. En respuesta, los hutíes declararon que le darían una respuesta adecuada a Estados Unidos.
Según el Pentágono, países proglobalistas como Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Países Bajos, Bahréin y Canadá, participan en ataques contra los hutíes. A ellos también se ha unido la flota israelí.
Por cierto, Biden dio la orden de atacar a Yemen sin la aprobación del Congreso de Estados Unidos, lo que va en contra de todas las reglas establecidas. El Congreso ya lo anunció y, por supuesto, lo condenó. Pero lo más probable es que el asunto no llegue más allá de una condena formal. Es decir, habrá impunidad y eso evidencia la decadencia del estado de derecho en Estados Unidos.
Al parecer, el destino del pueblo palestino y del santuario islámico de Al-Aqsa, sólo es importante para ellos. Y respondió la bestia anglosajona que salía del mar. Ahora no hay duda de que bajo el gobierno de los globalistas, el Occidente colectivo es la Bestia Apocalíptica. El resto de los países islámicos parecen patéticos en esta situación».
No parece haber dudas, a tenor de lo anterior, que la guerra entablada en este frente tiene tres centros estratégicos claramente definidos para su desarrollo, con EEUU encabezando este «occidente global», afirma Duguin.
En primer término, garantizar el control del occidente hegemónico del Medio Oriente desde la perspectiva de beneficios geopolíticos y económicos; en tiempos cuando aliados históricos como Arabia Saudita miran con mayor independencia su accionar exterior, al valorar su actual presencia en el Grupo BRICS+ cuya ampliación efectiva sucedió el pasado 1ero de enero y se confirmará con fuerza en la próxima Cumbre de Kazan ─Federación de Rusia─. Es evidente que para dicho control la gravitación del Estado de Israel juega un papel estratégico para Washington.
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En segundo lugar bloquear por todos los medios posibles un plan en desarrollo para garantizar una paz duradera y sustentable en el Medio Oriente, que tiene como uno de sus pilares de apoyo a la República Popular China. Recordemos apenas el rol que jugó Beijing para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita y la República Islámica de Irán, mientras ambas se incorporaban al Grupo BRICS, todo esto sin mayor influencia de occidente.
En tercer término, y cómo confluencia de los dos aspectos anteriores, sembrar un nuevo frente de conflicto en pleno espacio geopolítico de influencia del bloque multipolar que ha irrumpido con fuerza teniendo a la alianza entre la Federación de Rusia y la República Popular China como sus estandartes. Es decir, procurar frentes en todo su polo con el atributo de molestar, hostigar y dificultar el funcionamiento armonioso, por ejemplo, de un ecosistema económico que le ha permitido a Moscú enfrentar el cúmulo de sanciones dispuestas por EEUU y la Unión Europea desde 2022.
Por supuesto, que la respuesta de algunos factores que intentan ser freno al uniateralismo belicista estadounidense se pronunciaron, más allá de la letra pequeña. Por un lado, Beijing valoró la necesidad de afrontar este problema desde una perspectiva constructiva, siendo necesario evitar mayores escaladas ya que el Mar Rojo es esencial para el funcionamiento armonioso del comercio mundial.
Por su parte, Moscú expresó con mayor énfasis que estamos ante la presencia de una nueva violación al derecho internacional; ya que nadie autorizó a EEUU a llevar a cabo operación militar alguna contra Yemen. De este modo, lo manifestó su canciller Serguei Lavrov: «Estados Unidos junto con los británicos y algunos de sus otros aliados simplemente han pisoteado todas las normas concebibles del derecho internacional».
De hecho, y como corolario de todo esto, la declaraciones del Secretario de Estado, Anthony Blinken, en referencia al deseo de Medio Oriente de formar parte de occidente vienen a ratificar una clara manifestación expansiva en razón de estos tres elementos y con claros visos de evitar la consolidación de un bloque de poder alternativo.
Junto a la situación de agresión al territorio de Yemen, otras aristas empiezan a presentar la prolongación de la situación genocida en la Franja de Gaza, y que tuvo una nueva línea de tensión con el atentado en Irán durante la conmemoración de un aniversario más del asesinato del General Qasem Soleimani, atentado terrorista que se atribuyó el autodenominado Estado Islámico.
Lo cierto es que a partir de este evento, conector de la situación que estalló a partir del 7 de octubre con la operación del grupo Hamás, se produjeron acciones de respuesta por parte de Irán, tanto en territorio de Irak como en Siria; al tiempo de una escalada de agresión de Pakistán, que también ha visto atacado su territorio donde estarían campamentos del autodenominado estado islámico; enviando una respuesta a Teherán con ataques al territorio fronterizo.
Como vemos, y desafortunadamente el tiempo lo ha confirmado, estamos ante un proceso en escalada y consolidación de un frente de guerra con todos sus peligrosos atributos; cuestión que debe poner las alarmas muy profundas en posibles escenarios de conflicto en proceso de planificación y ensayo a partir de zonas álgidas como la isla de Taiwán o el territorio de la Guayana Esequiba incluyendo su fachada atlántica.
No sabemos, además, si globos de ensayo como los de Javier Milei y Daniel Noboa, que parecen dirigentes de un laboratorio de reingeniería social y política; sean la viva excusa para avivar fuegos en una América Latina que tendrá que defender con algo más que manifiestos su derecho a seguir siendo una Zona de Paz, en un momento que el mundo vive convulsiones como las que estamos analizando.
Guerra avisada no mata soldados.