Han pasado 46 años desde que, el 25 de julio de 1976, el joven revolucionario venezolano Jorge Antonio Rodríguez, detenido dos días antes por la policía política, muriera bajo tortura, oficialmente “de un paro cardíaco”. El mismo tipo de «paro cardiaco» que sufrieron los cientos y cientos de víctimas asesinadas durante las democracias disfrazadas de la Cuarta República.
“Rendimos homenaje a la memoria de Jorge Rodríguez padre, un luchador incansable contra la opresión de la clase trabajadora venezolana y por sus reivindicaciones, arrebatadas por los gobiernos de la Cuarta República”, expresó el presidente, Nicolas Maduro, vía redes sociales. Un homenaje compartido por toda la dirección chavista.
En sus casi 24 años de existencia, la revolución bolivariana ha honrado y sigue honrando “la fibra indestructible del militante proletario” que el martir representa, y que está presente en el libro “El pensamiento de Jorge Rodríguez”. Un libro al que se refirió el diputado chavista Fernando Soto Rojas, exguerrillero y miembro de la Liga Socialista, partido del que Jorge fue Secretario general, recordando al camarada desaparecido. Para Soto, en el libro hay “un análisis del sistema capitalista y del capitalismo dependiente, de la coyuntura política de la década de los años setenta y lineamientos políticos-organizativos para avanzar en la construcción de la unidad de los revolucionarios, de movimientos políticos y populares forjados al calor del deslinde con relación de las estrategias del foquismo y el reformismo”.
“Cada 25 de julio rendimos homenaje a un mártir que dio un mensaje evidente para la Revolución y que está floreciendo para reivindicar las raíces de Simón Bolívar, El Libertador”, afirmó la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez, recordando la siembra del padre. Desde el Cementerio General del Sur, en Caracas, Delcy señaló que su padre provenía de una familia humilde y, desde allí, fue al seno del fuego; a construir un movimiento que se levantó contra el puntofijismo y por ello su legado es seguido por la clase obrera y va dirigido hacia los sectores populares.
En este sentido, el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, informó que el asesinato de su padre levantó al pueblo “y su palabra en apoyo al pueblo permite, hoy por hoy, enfrentar el fascismo, la mentira y el odio. Rendirle honores a este héroe, en estos tiempos de futuro, es rendirle homenaje a las luchas históricas del pueblo de Venezuela”, dijo.
Haberse reconciliado realmente con la historia, transmitirles memoria viva a las generaciones más jóvenes, sin victimismo, y renovar en el presente el mensaje de los revolucionarios del siglo pasado; es quizás la principal fortaleza del “laboratorio” bolivariano, capaz de resistir al imperialismo y de desactivar todos los ataques con dignidad y orgullo.
Baste releer, al respecto, la Ley Contra el Silencio y el Olvido, aprobada por mayoría en el Parlamento en 2011; al final de un largo y profundo debate en el país. La Comisión de la Verdad ha constatado que las víctimas de los gobiernos nacidos del Pacto de Punto Fijo —a través del cual Washington pilotó la alternancia del poder entre centroderecha y centroizquierda, con exclusión de los comunistas; tras la dictadura de Marcos Pérez— fueron más de 8.000.
Si bien Venezuela en aquellos años era uno de los raros puntos en el mapa que quedaban exentos de las dictaduras del Cono Sur, fueron precisamente esas “democracias” tan elogiadas por Washington las que inauguraron la figura del desaparecido, arrojando opositores desde los aviones: incluso antes de que se hiciera en Argentina y Chile. Por otro lado, aquella Venezuela fue escenario de la primera guerra de guerrillas en América Latina; después de la cual desembocó la revolución cubana, que comenzó con el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953.
Y por eso, a diferencia de todas las leyes nacidas tras los «procesos de paz» en América Latina, que terminaron en condiciones de minoría de las fuerzas revolucionarias; y a diferencia de la damnatio memoriae llevada a cabo por las burguesías europeas contra sus oposiciones armadas que, a partir de Italia, intentaron hacer una revolución incluso en los países capitalistas avanzados; la Ley Contra el Silencio y el Olvido reivindica el derecho de los pueblos a la rebeldía, incluso armada, también contra las democracias camufladas.
Una forma clara de situarse en el presente y también en las condiciones cambiadas, y frente al enemigo de siempre: el imperialismo, como se recuerda el día del natalicio del Libertador Simón Bolívar (24 de julio de 1783) o para el natalicio de Hugo Chávez (28 de julio de 1954), quien retomó el rumbo del Libertador.
La detención de Jorge Antonio Rodríguez, primer dirigente estudiantil forjado en el movimiento del 1968 venezolano, luego dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, y luego secretario general de la Liga Socialista, se produjo mientras transcurría el secuestro del vicepresidente de Owens-Illinois, hombre de la CIA, William Frank Niehous, secuestrado el 27 de febrero de 1976. Un secuestro que duraría tres años y cuatro meses.
En ese momento estaba a cargo el gobierno el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, quien durante la revuelta de Caracazo (1989), para hacer digerir a su pueblo los planes de ajuste estructural decididos por el Fondo Monetario Internacional, ordenaría al ejército disparar contra las protestas; causando aproximadamente 3.000 muertes. Víctimas que figuran en el cómputo levantado por la Comisión de la Verdad que dio lugar a la ley, que registró las muertes o desapariciones durante la Cuarta República entre 1958 y 1989.
Durante el funeral de Jorge Antonio Rodríguez uno de sus dos hijos, entonces de 12 años, Jorge Rodríguez, leyó uno de sus poemas, conmoviendo a la multitud que acompañaba el féretro, el 27 de julio de 1976, partiendo del salón principal del Central Universidad de Venezuela. Jorge Rodríguez hijo, ahora presidente de la Asamblea Nacional; junto a la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Eloína Rodríguez, escuchó el año pasado a un diputado chavista leer en el aula un poema suyo dedicado al padre.
Versos que retoman el mensaje que todo revolucionario caído estaría feliz de escuchar porque recuerdan, como gritó Jorge Antonio Rodríguez, que “el socialismo se conquista peleando”. Así dice el poema: “Los que hoy te apartaron del camino no saben que están abriendo cien más. Padre todos tu compañeros pedimos justicia, castigo para tus verdugos”.