Conversando con un especialista en materia de seguridad y defensa, compartíamos opiniones sobre el carácter geopolítico de lo que estábamos presenciando en Moscú.
La visita de Estado del presidente de la República Popular China, Xi Jinping, a su par de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, en un momento de escalada general desde occidente en el marco del primer aniversario de la guerra de Ucrania; implica básicamente la ratificación del accionar conjunto y en función de una amplia agenda de temas.
De poco o nada ha servido toda la andanada previa a este encuentro, que en líneas generales tiene a EEUU y Europa Occidental enfilados en acusaciones y amenazas a Beijing por un supuesto suministro de armas hacia Moscú, así como un apoyo importante para su sostenimiento económico; al tiempo que utilizan a la definitivamente desacreditada Corte Penal Internacional como ficha política; ni más ni menos que emitiendo una orden de arresto en contra del Presidente Vladimir Putin; para en primera instancia intentar un impacto informativo que opaque los resultados de esta reunión.
Y es que esta alianza estratégica rompe con uno de los elementos centrales del enfoque geopolítico estadounidense, teniendo a Henry Kissinger como uno de sus principales padres modernos, por allá en los años 70 del siglo XX; cuando su argumento principal era la expansión de la Doctrina Monroe a todo el planeta como dispositivo de control del mundo.
Dicho enfoque no era otro que generar una diplomacia triangular que lograra no solo un acuerdo de EEUU, tanto con la República Popular China liderada por el Gran Timonel Mao Zedong, como con la Unión Soviética encabezada por el Secretario General del Partido Comunista Leonid Brézhnev; sino que además profundizara las diferencias existentes entre ambos gigantes como medio para favorecer el interés estadounidense.
De hecho, tal cuestión se logró en tiempos de Richard Nixon en la Casa Blanca, con Kissinger como Secretario de Estado, y más o menos mantuvo en calma la geopolítica y el ejercicio unilateral estadounidense con ambas potencias distanciadas políticamente y sin posibilidades reales de disputarle el sitial hegemónico a Washington.
La irrupción de la globalización en la pretensión de culminar el trabajo de dominación global, luego de la caída de la Unión Soviética, no sirvió para otra cosa, desde el punto de vista político, que para derrumbar toda la lógica del sistema internacional basado en las reglas dispuestas en el mundo pos segunda guerra mundial; parte de la crisis que vivimos hoy y que trata de ser graduada con diversos dispositivos doctrinarios: sanciones, guerras, y utilización de las Naciones Unidas como factor de agresión hacia cualquier bloque amenazante, entre otros.
Pero lo que sí ocurrió fue que ese proyecto globalizador coadyuvó mucho en el campo económico para el crecimiento de naciones como Rusia y China, quienes aprovecharon a fondo la oportunidad para erigirse en Estados muy distintos de los que eran 30 años atrás; incrementando su capacidad tecnológica, su expansión industrial, energética y financiera.
Todo esto mientras en Washington procuraban modelar, a punta de plomo, el planeta, haciendo énfasis en Oriente Medio después del atentado a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001; ejerciendo su poder unilateral con abierto espíritu imperial, saqueando las naciones al final de cada jornada de invasión y dejando como letra muerta todos sus axiomas discursivos (democracia, libertad, derechos humanos, salud, educación); asuntos sobre los cuales la ONU se hace la clásica: ciega, sorda y muda.
Los tiempos han cambiado, de forma que la existencia de un bloque multipolar, cada vez más sólido, ya hace presencia como factor de equilibrio mundial; con una visión de desarrollo compartido que es impulsado como lógica de trasvase al caduco sistema internacional basado en reglas; siendo la República Popular China y la Federación de Rusia exponentes que se han unido para dolor de cabeza de los laboratorios de ideas y operadores políticos de esta época en EEUU y Europa Occidental.
Hasta este punto, cualquier visión crítica de esta argumentación podría afirmar que todo esto es anacrónico, falso o básicamente evasor de otras ideas sobre lo que ha sido el mundo en las décadas recientes que hemos vivido. Sin embargo, ese bloque multipolar y esa visión unilateral han presentado una evidencia más que clara, con ocasión de esta Cumbre bilateral, que confirma por donde vienen los hechos, más allá de narrativas y doctrinas.
Recientemente hemos visto como EEUU preparaba sus baterías políticas para enviar un nuevo paquete de ayuda financiera y militar a Ucrania, por el orden de los dos mil millones de dólares; al tiempo de promover una importante suma de dinero a la Alianza Aukus (con Australia y Reino Unido) dispuesta como elemento para incrementar las acciones de presión hacia China.
Como observamos, todo el tema es en tono beligerante y muestra de esa doctrina unilateral de llevar a plomo las relaciones internacionales en pleno siglo XXI; además con la pretensión de que nadie alce su voz, se altere o se levante a contra vía.
Por su parte, ese bloque multipolar de desarrollo compartido, no por casualidad previo a la reunión de Rusia y China, presentó un gesto claro de ese mundo distinto en configuración. En el marco de la conferencia parlamentaria internacional “Rusia y África en un mundo multipolar” el Presidente Vladimir Putin informó sobre la condonación de una deuda de hasta 20 millardos de dólares de los países africanos con el país eslavo.
De hecho, y como expresión de esto, el Mandatario ruso afirmó: “La asociación entre Rusia y los países africanos cobró un impulso adicional y ya está alcanzando un nivel cualitativamente nuevo, la llegada de delegaciones africanas a Rusia demuestra el interés de los pueblos de África por desarrollar activamente unas relaciones globales y mutuamente beneficiosas con Rusia (…) [Los países africanos] defienden las normas morales y los principios sociales tradicionales para nuestros pueblos y se oponen a la ideología colonial impuesta desde el exterior. Por cierto, a posiciones similares se adhieren los Estados de Asia, Medio Oriente, América Latina y juntos formamos la mayoría mundial».
Todo este contexto, que da cuenta de los nuevos tiempos de parto definitivo, de otra forma de ver, hacer y conducir la política desde nuevos bloques de poder; sirvió la mesa del encuentro entre Xi Jinping y Vladimir Putin, quienes han valorado las relaciones entre ambos gigantes como un elemento más allá de ellos mismos, sino como impulsor de un nuevo orden mundial que debe basarse fundamentalmente en la paz y cooperación entre las naciones.
El portavoz de la cancillería china, Wang Wenbin, valoró la visita del Presidente Xi a Moscú en este orden de ideas: “… es un viaje de amistad, cooperación y paz, que ha suscitado respuestas positivas en la comunidad internacional”.
De hecho, uno de los temas que ha surgido de este encuentro es la posibilidad de hacer emerger un alto al fuego en la guerra de Ucrania; cuestión que rápidamente fue despachada por Washington con subterfugios que solo pretenden ocultar un plan claro, en conjunto con la OTAN, de escalamiento de la guerra y su expansión; como lo evidencia no solo el suministro de armas y apoyo financiero a Ucrania, sino la reciente fortaleza de la Alianza Aukus y la orden dada a la Corte Penal Internacional de emitir una orden de arresto en contra de Putin.
La declaración conjunta entre ambos mandatarios, luego de sus encuentros el 21 y 22 de marzo en Moscú, deja claras las perspectivas de una relación que se afianza en la misma medida que ambas naciones son objeto de agresiones que ya van más allá del mensaje, de la retórica, teniendo ya presencia en los hechos:
“Respecto a la cuestión de Ucrania, ambas partes coinciden en que los propósitos y principios de la Carta de la ONU deben ser acatados y que el derecho internacional debe ser respetado. Rusia valora positivamente la posición objetiva e imparcial de China respecto a la cuestión de Ucrania. Las dos partes se oponen a la práctica de cualquier país o grupo de países de buscar ventajas en las áreas militar, política y de otra índole en detrimento de los intereses legítimos de seguridad de otros países. La parte rusa reafirma su compromiso con la reanudación de las conversaciones por la paz lo antes posible, lo cual China aprecia. La parte rusa acoge con beneplácito la voluntad de China de desempeñar un papel positivo en la solución política y diplomática de la crisis de Ucrania y acoge con satisfacción las propuestas constructivas establecidas en el documento ‘Posición de China sobre la Solución Política de la Crisis de Ucrania’. Las dos partes señalan que para resolver la crisis de Ucrania, se deben respetar las legítimas preocupaciones de seguridad de todos los países, prevenir la confrontación entre bloques y evitar avivar las llamas. Las dos partes enfatizan que el diálogo responsable es la mejor manera de encontrar soluciones apropiadas. Para tal efecto, la comunidad internacional debe brindar apoyo a los esfuerzos constructivos pertinentes. Las dos partes piden detener todas las acciones conducentes a las tensiones y la prolongación de los combates para evitar que la crisis empeore o incluso se salga de control. Las dos partes se oponen a cualquier sanción unilateral no autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU.”
Tal es el sentido estratégico de esta alianza renovada, que el propio Xi Jinping, al despedirse de Vladimir Putin, afirmó que el mundo está experimentando cambios que no se habían visto en 100 años, argumentando que eso solo puede ser impulsado con el trabajo conjunto entre Beijing y Moscú.
Durante el encuentro, el Presidente Putin valoró las relaciones entre ambas naciones como piedra angular de la estabilidad mundial, incluso llegando a confesar admiración por el sistema de desarrollo económico estatal de la República Popular China, muy eficaz y desarrollado con respecto a otros países y otros sistemas, hasta con el suyo propio.
El ecosistema de una creciente economía oriental, apalancada por China, ha favorecido mucho la estabilidad de su geopolítica, incluyendo un salto de calidad en la relación comercial con Rusia que alcanzó en 2022 hasta 190 millardos de dólares y procura elevarse a nuevos máximos de intercambio a partir de las alianzas derivadas del encuentro realizado en Moscú.
Junto a la ruptura de esa lógica que fue parte de la política exterior estadounidense en las últimas décadas, tratando de mantener una distancia enorme entre Rusia y China, es evidente que todo el proceso de agresión diplomática, política y militar –hacia ambas naciones–; no ha tenido otra consecuencia lógica que un accionar conjunto en torno a las ideas de paz mundial y cooperación que hemos visto arriba.
De suyo, implica la derrota de todo el plan concreto de presión hacia Beijing, sumado al rechazo general desde África o América Latina a querer sumarse a un proceso que les afecta directamente, tanto como ha sucedido con Europa Occidental con la guerra de Ucrania y el efecto bumerang de las sanciones impuestas que, en líneas generales, no han logrado hacer mella en los equilibrios económicos del país eslavo; cosa distinta de lo que vemos a diario en las capitales europeas.
El segundo aspecto observado a partir de este encuentro, es que dicha alianza estratégica irá más allá de las fronteras de ambos Estados, procurando construir un nuevo equilibrio mundial donde el principal dispositivo sean los puntos por la paz recientemente dispuestos por China; consolidando acciones que expandan la visión de desarrollo compartido, cooperación y paz que tienen a Moscú y Beijing como un eje articulador, ejemplificado en la condonación de deuda para África anunciada por Vladimir Putin o en los conocidos proyectos de la Ruta de la Seda que Xi Jinping está reforzando a partir de su ratificación como Presidente del gigante asiático.
Las presiones de EEUU y Europa Occidental han logrado elevar a un nuevo nivel una relación estratégica para la irrupción del bloque multipolar, su consolidación, así como fraguar una paz mundial bajo nuevos equilibrios, capitaneados por Rusia y China; ya que el esquema de relaciones internacionales basadas en reglas, como se configuraron tras la segunda guerra mundial, ha muerto.