Por: Edgardo Antonio Ramírez
El estadio Lusail de la ciudad-isla de Qatar bordeado por las aguas del Golfo Pérsico y cercano al desierto, fue el santuario bendecido por la ecuménica de Abraham, Jesucristo y Mahoma; testigo de la victoria electrizante e inigualable de la finalísima por penaltis de la Argentina de Messi de 4 x 2 goles sobre la Francia de Mbappé, quien tuvo que tragar lo dicho “… en Suramérica el fútbol no está tan avanzado como en Europa”. Que lo sepa el mundo el fútbol de Nuestra América es magia, alegría y dignidad para los pueblos.
La historia no es muy larga, apenas un mes. La Argentina inició perdiendo con la Arabia Saudita; continuaron venciendo a México, Polonia, Australia, Países Bajos, Croacia y Francia, gritaron 23 goles y recibieron 12 goles. El técnico Lionel Scaloni y sus ayudantes Aimar, Samuel y Ayala, todos ex mundialistas, lograron la aceptación de los futbolistas, titulares fueron quienes mejor estaban jugando ante que los antecedentes; combinaron la perfecta interpretación de los sistemas 5-3-2, 4-3-3 o 4-4-2, según la estrategia de los equipos rivales. Lo maradoniano fue especial, aumentaba el fuego, como la inesperada de Messi: “¿Qué mirás bobo, qué mirás bobo? Andá pa’ allá bobo, andá pa’ allá”.
La Scaloneta decidió el sistema 4-3-3, para el juego de la inmortalidad, buscando los espacios entre líneas, sorprendieron con Di María el angelito de la tierra, saliendo por el extremo izquierdo, con la zurda cargada de pólvora, culminó la obra de arte del contragolpe hilvanado de la triangulación de pases abiertos desde la mitad de la cancha hasta las redes del arco, para gritar el segundo gol de la final y regalando el corazón de amor hecho con los dedos. Angelito Di María, con picardía a lo maradoniano, se adelanta, se cruza y se le atraviesa a Dembélé en el área chica, para conseguir el penalti, con el cual, Messi nacido en Rosario, Santa Fe, marcaba el primer gol de la final, y anotaba el tercer gol en el tiempo extra del juego, convirtiéndose en el único jugador con 26 partidos jugados en la historia de las 22 ediciones de la Copa Mundial de Fútbol (1930-2022).
La final fue electrizante doce goles: empate 3 x 3 al finalizar el tiempo extra, más los definitivos goles de la tanda de penaltis 4 x 2 a favor de la Argentina, imantados de los pies de Messi, Dybala, Paredes y Montiel, uno disparado al medio y tres a la izquierda de ellos; más las atajadas inolvidables de Emiliano Divo Martínez. Todo se juntó por amor, como dice la letra de la canción Muchachos del grupo La Mosca: “En Argentina nací, tierra de Diego y Lionel, de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré. Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar, quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial, Y al Diego en el cielo lo podemos ver con don Diego y con la Tota, alentándolo a Lionel”.
Messi fue vestido por el emir Tamim Al Thani con la túnica negra transparente con detalle color dorado, lujosa tradición textil milenaria de la realeza árabe de tela confeccionada de pelo de camello y lana de oveja, llamada el bisht (término persa usado en el golfo e Irak, reservada para ocasiones especiales), como el Día Nacional de Qatar 18 de diciembre, que coincidió con la final de fútbol, para reconocer a Messi como Rey del Fútbol, para que el Balón de Oro levantara la Copa del Mundo Qatar 2022, en ofrenda al Creador, a su abuela Celia, a la Argentina y a los pueblos del mundo.
El capitán Messi, angelito Di María, y la muralla Otamendi, junto a los nuevos muchachos lograron colectivamente jugar, laburar “lavorare” (trabajar), palabra que proviene de los migrantes italianos a finales del siglo XIX en el Río de la Plata. Nunca antes en la historia futbolera, las y los terrícolas del mundo deseaban tanto la Copa del Mundo fuese alzada al olimpo, por el genio Messi enano gigante de un metro y setenta centímetros. Los latidos de millones de corazones que sufrimos y gozamos, especialmente, las niñas y niños de la Argentina, Bangladesh e India; de los continentes de América Latina y el Caribe y de África, donde el fútbol conjuga: amor, baile, ritmo, danza, tambor, sabor, olor, sudor, magia, sufrir, alegría, oración, lagrimas, nervios, invención, talento, correr, movimiento y pasión; en Asia, Oceanía y Europa, hasta en el Barrio Latino de Paris.
Argentina Tricampeones con Kempes (1978), Maradona (1986) y Messi (2022)
Al grito del continente bendecido mestizo (indio, negro y blanco) rebelde liberador: con la dignidad de 26 jugadores de la Argentina, la copa vuelve a casa, vuelve a Suramérica.