En el pensamiento existencialista, la culpa es el núcleo de la existencia; pues ella cumple la función de reclamar la autenticidad del ser. La culpa, la consecuencia, la responsabilidad; parecen ser detalladas como las diversas partes del árbol que presenta de forma ambivalente sus ramas, ramas que incluso se asemejan a espejos.
El concepto de culpa es un término polisémico, tiene varias significaciones que provienen de ámbitos diferentes como el ético, el jurídico, el moral y el existencial propiamente dicho; asimismo, coexisten algunas connotaciones, diferencias y similitudes en cuanto a su sentido y significado. La concepción más destacada se relaciona con el término deuda, pero hoy pensaba: ¿de qué forma perciben la deuda aquellos y aquellas a quienes hoy asociamos a la culpa?
No ha sido fácil escribir estas líneas, pues convocan sentimientos que de forma recurrente reviso para procurar ir más allá de la indignación, y pues, más allá de percibir la culpa desde la concepción judeocristiana o religiosa, quise pensar en la consecuencia paseándome por todas las corrientes, desde Nietzsche, Heidegger, Jaspers y Ricouer, pues la lealtad como contexto no prescribe medias tintas, no tiene cabida en las falsas identidades y, por lo tanto, abre caminos para sentar los pasos hacia una vida libre de culpas que se teje en el contexto de aquello que es para siempre.
Sabemos de las batallas que hemos enfrentado “por culpa de”, pero también de todas las veces que nos hemos levantado “en consecuencia de”, y a partir de esto hoy miramos el futuro desde la comprensión de que todo lo vivido, cada respuesta, no ha sido cualquier cosa; pues sabemos la magnitud de lo que se traiciona cuando nos escondemos de la palabra lealtad.
La elaboración de la experiencia humana es compleja. No percibimos su complejidad porque podemos transferirle, de forma casi inmediata, significados construidos a partir de categorizaciones y operaciones previas a los acontecimientos. Las estructuras sociales en las que hemos formado nuestra mente nos deslizan más fácilmente hacia yuxtaposiciones y exclusiones que hacia la coordinación de distintos factores implicados en los hechos.
Consecuentemente, solemos habitar en un mundo mental reglado por oposiciones jerárquicas que reducen la riqueza de las experiencias por las que transcurre nuestra vida cotidiana, que olvida, entre otras cosas, que la culpa es un hito definido por las clases dominantes, pero que la respuesta de la historia seguirá servida ante aquello que el afán de alimentar al ego olvida.
Somos, y seguiremos siendo las y los que nunca se rinden.
¡Venceremos, palabra de mujer!