La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) debería desarrollar algún instrumento o mecanismo para proteger y salvaguardar el patrimonio cultural material e inmaterial, y la diversidad cultural, de los efectos destructivos de las medidas coercitivas unilaterales, que casi la mitad de la humanidad está sufriendo, planteó el ministro del Poder Popular para la Cultura, Ernesto Villegas Poljak en su intervención en el panel “Patrimonio y Diversidad Cultural en crisis”, como parte de la II Conferencia Mundial de Políticas Culturales (MONDIACULT) 2022.
Villegas Poljak señaló que la República Bolivariana de Venezuela ha sido objeto de estas medidas en el número insólito de 961, las cuales han afectado lamentablemente el ejercicio de los derechos culturales por parte del pueblo. “Pero no es nuestro caso nada más. Quienes han sacado la cuenta estiman que la mitad de la humanidad vive en países que son objeto de sanciones, de medidas coercitivas unilaterales de una u otra manera. Y si la cultura o las culturas —como preferimos nosotros definirlas, en plural— constituyen un bien de interés público global, no son un asunto que atañe únicamente a los países o a los ciudadanos que allí viven, sino a toda la humanidad, entonces, tenemos que tener mecanismos efectivos para salvaguardar los derechos culturales de los pueblos en casos de conflicto armado convencional y también en casos de guerras no convencionales, como las que son típicas del tiempo actual de la humanidad”, argumentó.
Lo común y lo global
El encuentro de políticas culturales se basó en la premisa de la cultura como bien público global. El ministro expresó las observaciones de la representación venezolana al respecto. “Nosotros observamos el término global con cierta duda ante el fracaso estrepitoso del proyecto globalizador, de la globalización, que está viviendo la humanidad hoy día. Estamos viendo cómo en Europa el futuro de la humanidad pende de un hilo, la existencia misma de la vida humana en este planeta. Y tiene causas enraizadas en la cultura —razonó—. Nosotros preferimos el término común o mundial, porque no creemos en esa globalización que se ofreció al mundo como la panacea que terminó llevándonos a derroteros negativos. Ahora bien, interpretamos ese lema con la aspiración de que se traduzca en acciones prácticas para proteger el patrimonio cultural y la diversidad cultural de los males que los aquejan en el mundo concreto de hoy”.
Puntualizó que por eso Venezuela quiso llevar la propuesta de que así como desde 1954 existe una convención de la Unesco para la protección y salvaguardia del patrimonio y la diversidad cultural en casos de conflicto armado, también este organismo planetario debería tener algún instrumento, algún mecanismo, para proteger y salvaguardar el patrimonio cultural material e inmaterial y la diversidad cultural, de los terribles daños que le causan las medidas coercitivas unilaterales, las mal llamadas sanciones, que se vienen aplicando de manera cotidiana contra países del mundo por parte de naciones poderosas.
“Esas medidas excluyen a los afectados de los mecanismos financieros internacionales, convirtiendo en un imposible la comercialización de los productos que generan los ingresos nacionales de los cuales dependen el financiamiento de las dinámicas culturales”, señaló.
Experiencia comprobada
A nombre del Estado venezolano, Villegas Poljak también ratificó el respaldo a la Convención contra el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales de 1970. “Tenemos autoridad moral en la materia. En el 2018 devolvimos a nuestros hermanos de Costa Rica 197 piezas de su patrimonio arqueológico, que habían entrado ilegalmente a Venezuela y que habían sido reducidas a la condición de mercancía; iban a ser exportadas para su venta. Venezuela devolvió íntegramente esas piezas arqueológicas y también gestionó la repatriación de la Abuela Kueka, una piedra sagrada del pueblo indígena pemón que estuvo 20 años en el Parque Metropolitano de Berlín, secuestrada y fuera del alcance de los indígenas que la tienen por un ser vivo”, dijo.
Reseñó que gracias a las gestiones del gobierno bolivariano, a la lucha del pueblo pemón y al acuerdo alcanzado con el gobierno de Alemania, se logró repatriar esta pieza en pleno inicio de la pandemia, en abril del año 2020.
“También acabamos de recibir de la República Italiana una pequeña, pero muy grande, pieza arqueológica que fue incautada por los Carabinieri. También iba a ser vendida como mercancía. Esa pieza pequeñita, que para algunos no pasa de ser una decoración, un adorno, es una parte fundamental de nuestro patrimonio cultural —recalcó el ministro—. Nosotros entonces ratificamos nuestro respaldo y compromiso con esta convención”.
Recordando el Informe McBride
El representante venezolano hizo referencia a un encuentro que se realizó en el llamado Espacio Iberoamericano, en el que intervinieron voceros de la corporación trasnacional Netflix. “Dije que no conozco precedente de que en una reunión de este tipo participe una corporación que forma parte la industria cultural global. Entonces traje al presente la experiencia que esta misma organización, la UNESCO, desarrolló hace 40 años cuando Sean MacBride, canciller de Irlanda y Premio Nobel, propuso una iniciativa que en aquel entonces era ineludible, aunque el entramado cultural y comunicacional de los años 80 era analógico e incipiente si se le compara con el fenómeno avasallador que en el campo de la industria cultural y de la comunicación se exhibe hoy en el planeta entero”.
“Hay poderes globales hegemónicos que ejercen sobre nuestros países y sobre nuestras culturas mecanismos que socavan los derechos culturales de nuestros pueblos, que van en contra de la diversidad cultural —insistió—. Nosotros hemos propuesto que la UNESCO, en algún momento, debe retomar la senda de aquel Informe MacBride; que elaboró una comisión para el estudio de los problemas de la comunicación a instancias de esta organización hace 40 años. Si en aquel entonces era una necesidad, cuando apenas había algunas agencias de noticias y algunos satélites; imaginemos cuán importante y necesario es que hoy la UNESCO y la comunidad internacional dejen de mirar hacia otro lado y vean el poder que estos conglomerados ejercen en nuestras realidades cotidianas”.