La oposición intenta revivir sus ajadas consignas
Crisis humanitaria: La pobreza es causada por el socialismo
Mientras se acercan a su día de elecciones internas, los opositores se empeñan en encontrar una matriz creíble para seguir sosteniendo sus ficciones en el plano internacional y para contrarrestar los éxitos que el gobierno bolivariano se ha anotado últimamente en esas arenas.
A los candidatos y las candidatas se les oye hablar de la crisis humanitaria del país, procurando reflotar la narrativa que tantos beneficios políticos y económicos les dio entre 2017 y 2021.
Muestran imágenes de personas escarbando en los desperdicios para hacer ver que el país está al borde de la hambruna y le atribuyen esa condición al fracaso del socialismo.
Aparte de que se trata de una descarada exageración (sin negar las grandes dificultades y sufrimientos de la población más pobre), es también una señal de absoluta desvergüenza, pues quienes expresan preocupación por los venezolanos famélicos son los mismos que clamaron por las medidas coercitivas unilaterales que han sido una de las principales causas en el declive de los indicadores sociales.
Crisis migratoria: Motorizados, tukis y pedilones
Otra de la matrices de opinión internacionales, que en años recientes le proporcionó mucho dinero y respaldo a la contrarrevolución, es la crisis migratoria.
Cada semana inflaban las cifras de personas que «huían» del socialismo venezolano y de la dictadura de Nicolás Maduro. Pero la realidad fue imponiéndose y quedó claro que de esa gigantesca manipulación sólo se beneficiaban un puñado de pícaros.
Ahora, con la urgencia de las primarias y de cara a las presidenciales de 2024, algunos intentan revivir el manido tema del Darién, presentándolo como un fenómeno casi exclusivo de la migración venezolana, cuando está demostrado que por allí circulan ciudadanos de los más diversos países, incluyendo africanos y europeos del este.
Otro grupo, en cambio, se ha dedicado a descalificar a una parte de los venezolanos migrantes que han llegado a Estados Unidos por el hecho de que no son de clase media (como muchos de los que se amparan en el estatus de exiliados), sino pobres y con apariencia de ser malandros o muchachos del tipo tuki.
Los migrantes “decentes y pensantes” les atribuyen a estos otros la culpa de ciertos desmanes supuestamente inéditos en ciudades como Nueva York, como el manejo temerario de motos y otras conductas que les han causado conflictos con las autoridades.
Los mismos dirigentes políticos que presentaron la ola migratoria como una prueba del rechazo mayoritario de la población al «régimen», ahora dicen que los «malportados» son chavistas.
El colmo de esta contradicción se expresa en el caso del sujeto llamado «Leito», conocido guarimbero que fue a parar al territorio imperial, donde se dedica —según su desfachatada confesión— a mendigar, a pesar de ser muy joven y estar perfectamente sano.
Los opositores, que alguna vez glorificaron a personajes como ese, ahora dicen que es una muestra del hombre nuevo del socialismo. Deberían ponerse de acuerdo aunque sea consigo mismos.
Derechos humanos: Denunciar torturas en la escuela de torturadores
Otro relato que necesitan urgentemente reactivar es el de que en Venezuela se violan los derechos humanos de los supuestos presos políticos. Para ello anunciaron que presentarán videos en lugares públicos emblemáticos de la potencia imperial.
Es otra manifestación de las tremendas hipocresías de las élites estadounidenses y sus lacayos, pues estamos hablando del país que ha servido de escuela de los torturadores de Latinoamérica, el Caribe y todo el sur global.
La denuncia pública se lleva a cabo en el país que sigue sin cerrar el terrible centro de torturas y prisión ilegal de Guantánamo. El mismo país donde los asesinatos y tratos crueles perpetrados por sus soldados y agentes de inteligencia en todo el planeta son secretos de Estado y quien los divulgue muere o va preso, como los evidencia el caso de Julián Assange. ¡Sinvergüenzas!
Censura: La profecía que no se cumplió y sus justificaciones
También están buscando la manera de generar un escándalo mundial con algún caso de censura. Apostaron a que lo conseguirían con una película en la que se hace apología de la violencia guarimbera de 2017.
En días previos a su estreno, diversos comentaristas, periodistas e influencers opositores aseguraron que la cinta sería censurada por la “tiranía”, pues mostraba los excesos ocurridos en ese episodio, atribuidos al gobierno. No ocurrió tal cosa. Todo el que ha querido verla, la ha visto.
Como la profecía no se cumplió, apelaron a explicaciones que hasta resultarían risibles, si no se tratara de un tema tan delicado. Dijeron que la dictadura permitió que el filme se proyectara porque, en el fondo, transmite un mensaje de desesperanza y resignación con el fracaso de esa tentativa insurreccional.
Eso, por cierto, tendrían que reclamárselo al director de la película. O, mejor aún, a los dirigentes políticos irresponsables que planificaron y condujeron las guarimbas y llevaron a la muerte a decenas de jóvenes. Esos son los verdaderos mariscales de la derrota.