Reflexionar sobre la moral, ética y códigos de la comunicación científica y comprometida con la formación de opinión; la información veraz y el diálogo propositivo, político y social, al que está obligado las ciencias sociales y de la comunicación, conlleva a pesar en el estadio ontológico de liberación y acción política, con el cual se construya la realidad perceptiva para que desconstruya los prejuicio, las infamias y el fácil razonamiento, dentro del desarrollo de los valores intersubjetivos que les son propios al pensamiento y el debate.
En ese orden de ideas, diversos foros, seminarios y encuentros, de profesionales de las más diversas disciplinas del saber, estamos coincidiendo en cuanto al poder letal que tiene la comunicación en esto tiempos de redes sociales, medias verdades y muchas mentiras. Una situación que ubica a sus actores y afectados, en la disyuntiva de asumir las agresiones mediáticas, como estadio de normalidad, y con ello justificar las injustificables razones de una existencia “civilizada”, que extermina verdades y modela la opinión pública con la letalidad de un arma brutal contra los pueblos, es decir, contra la humanidad.
Ahora le toca el turno a Colombia, allí desde las cadenas de radio y televisión potenciadas por las redes sociales y los complejos comunicacionales del imperio, emprenden una campaña de ablandamiento contra el Presidente Petro, a quien de entrada presenta como el exguerrillero de izquierda que viene a vengar a los pobres por el oprobio gubernamental al que fueron sometido.
No conforme con ello, se desempolvan las narrativas de la bipolaridad y se sataniza a todas las naciones libres que no están subordinada a los designios imperiales; en América Latino Caribeña, a Cuba, Nicaragua y con especial énfasis, a Venezuela.
En ese sentido, llaman al Presidente Maduro, dictador, y olvidan que gracias a esta “dictadura” 6 millones de Colombianos y Colombianas viven en Venezuela y en buena medida luchan por la construcción de un mundo mejor.
Ahora bien, recientemente, otorgue una entrevista a Blu Radio, una emisora colombiana de amplia cobertura en ese país, y a descargo de las intenciones del moderador, fui víctima de los exabruptos de un panel compuesto por gente presumiblemente inteligente pero cargada de un odio tan visceral contra el debate, que les obstruyó la razón, al límite de la ofensa contra la patria de este humilde servidor.
Fue muy desagradable escuchan en boca de académicos y profesionales, epítetos ridículamente insertados en lo que debió ser un análisis, con el cual uno pudiera estar o no de acuerdo, pero en todo caso, serviría a los fines de entregar a los usuarios de la referida radio, elementos sustanciales con los cuales abrir canales de pensamiento y posicionamiento político social.
Lamentablemente, los que me antecedieron en la palabra, huyendo hacia adelante cual pillo atrapado infraganti, con sus pretendidas e intencionales descalificaciones. Ellos no solo mostraron su terror al próximo gobierno colombiano y la propuesta de reapertura de las fronteras con la República Bolivariana de Venezuela, sino su inocultable miedo a la libertad de los pueblos de ambos países, que hoy más que nunca, retomaran las lucha por una independencia real, que sin más requisitos que la paz, enrumbará a los hijos e hijas de Bolívar por las grandes alamedas de la libertad.
Confieso, que con mucha tristeza escuché la andanada de insultos, epítetos y demás atropellos a la razón y la cordura, la de ellos. Y frente a tanta indolencia por “sí mismos”, no me quedó más camino que elevar mi voz de protesta y retirarme del tan inútil debate.
Pobre derecha desquiciada, ultrajada y abandonada en el laberinto de sus incomprensiones; ello que de ordinario dicen ser los predestinados para gobernar de cara al “progreso” y en nombre de los “más elevados principios civilizatorios”, apenas si deambulan en los rincones de sus delirios con las narrativas del viejo Macartismo del siglo XX.
Tanto saber, y aun no se han dado cuenta que en este siglo XXI, está emergiendo en el mundo, la multipolaridad, la autodeterminación y la interculturalidad, como base sustantiva de un nuevo nivel de relacionamiento entre las naciones. Un estadio que nos da la oportunidad, de lograr coincidencias, practicar solidaridades y superar incomprensiones, que en todo caso son inducidas desde los think tank de los derruidos imperios y sus complejos mediáticos interesados.
Ahora bien, el tema no es particular, ni de Blu Radio, ni de los infelices contertulios de precitado programa; pues, es una evidencia de lo letal para la razón que es la asunción de las “medias verdades” “post verdades” y las “plus mentiras” que pululan en los medios y redes de la derecha y sus negaciones e intereses particulares.