A las negociaciones se llega después de una heroica resistencia de nuestro pueblo frente a la feroz agresión yanqui y luego de una histórica victoria de la revolución bolivariana encabezada por el Presidente Nicolás Maduro.
El imperialismo yanqui se sienta a negociar, y otorga concesiones en contra de sus estrategias criminales, sólo cuando sufre una derrota estrepitosa. Esa es la experiencia histórica. Los acuerdos de las negociaciones arrojan precisamente eso: una capitulación —al menos temporal y parcial— de sus planes más destructivos contra Venezuela.
Con las negociaciones se impuso el dialogo, la convivencia pacífica, la democracia y el respeto a la autodeterminación de nuestro pueblo, políticas del Presidente Nicolás Maduro, por encima de la agresión, el bloqueo y los intentos de incendiar el país, que desataron los yanquis. El gobierno yanqui y sus peones locales dialogan con el gobierno de Nicolás Maduro, al que desconocieron y pretendieron derrocar por todas las vías.
La presencia de la servidumbre pitiyanqui de la ultraderecha en las negociaciones es solo una fachada. Detrás de la cual están los EEUU, quienes son los que finalmente toman las decisiones.
En las negociaciones se acordó la celebración de elecciones presidenciales, como la revolución bolivariana siempre las ha celebrado: libres, verificables, transparentes, competitivas. A cambio de eso, los EEUU se comprometen a flexibilizar las sanciones criminales, que tanto daño le han ocasionado al pueblo venezolano. De hecho, constituyen la causa fundamental de las durísimas condiciones de nuestro pueblo en los últimos 6 años. En pocas palabras, lo solicitado por la ultraderecha y el gobierno de los EEUU es el maquillaje para ocultar su derrota.
Las sanciones ilegales y criminales contra nuestro pueblo se mantienen. Se flexibilizan las sanciones aplicadas al sector petrolero y gasífero, a una parte del sector bancario nacional, a la aerolínea nacional Conviasa y a la minería aurífera.
Esta flexibilización, especialmente, a la industria petrolera venezolana, que ahora podrá producir y vender el crudo en los mercados internacionales, no obedece, precisamente, al humanismo del gobierno estadounidense, criminal por naturaleza.
Por cierto, en la declaración del gobierno estadounidense queda claramente establecido que la flexibilización contribuirá a mejorar las deterioradas condiciones de vida de la población, con lo que el gobierno yanqui reconoce cínicamente su devastador efecto.
Esa aparentemente insólita decisión yanqui, es el resultado de una muy compleja constelación de condiciones para el gobierno de los EEUU. Por una parte, la política de asfixia económica contra nuestro país para provocar “un cambio de régimen”, se agotó. No solo carece de efectividad para ese propósito, sino que actúa de manera contraproducente. Los gringos se ven obligados a cambiar su estrategia para derrocar al gobierno bolivariano, a lo cual nunca renunciarán.
Por otra parte, encontramos consideraciones de naturaleza energética y geopolítica. La guerra ocasionada por la OTAN en Ucrania para agredir a Rusia y las subsiguientes sanciones a este país han trastornado los mercados energéticos con perniciosas consecuencias para la economía global.
Asimismo, la brutal masacre de Israel contra Palestina, apoyada descaradamente por los EEUU, genera profundas tensiones en el mercado petrolero mundial.
Serias turbulencias energéticas, creciente inflación e incipiente recesión en buena parte de las naciones occidentales, incluyendo a los EEUU, impactan a su población, especialmente, en los ingresos. Ese es un factor políticamente muy perturbador.
En el caso de los EEUU, a las puertas de un proceso electoral (elecciones a finales del 2024), Biden está obligado a mejorar las condiciones económicas y las expectativas de la población en cuanto a su bienestar en función de su reelección. Para ello necesita que aumente la producción de petróleo venezolano, que en el pasado reciente trataron de estrangular.
Adicionalmente, de acuerdo al cálculo estadounidense, las mejoras económicas de nuestro país con la flexibilización de las sanciones podrán mitigar el flujo de migrantes venezolanos a los EEUU. Esto no deja de ser una situación relevante en razón de que los republicanos han convertido la creciente migración hacia los EEUU en un tema de campaña en contra de los demócratas.
Otro factor a considerar consiste en la creciente influencia de China y Rusia en el hemisferio. El gobierno de los EEUU procura detener el acercamiento de nuestro país a nuestros aliados estratégicos, al estimar que la agresión económica ha estimulado la creciente cooperación entre nuestro país y esas potencias mundiales.
A partir de las sanciones, se liberan fuerzas que propulsarán un elevado crecimiento económico del país. El FMI había estimado un crecimiento económico para nuestro país superior al 4% para este y el próximo año. Pues bien, esa proyección debe corregirse al alza y podría estar superando el 15 % el año 2024.
Ahora bien, el daño ocasionado por el bloqueo a nuestro país ha sido devastador. Revertir plenamente esas terribles consecuencias sociales y económicas va a exigir un enorme esfuerzo, así con un tiempo considerable, aun en condiciones de flexibilización del bloqueo. Será progresivo el mejoramiento de los servicios públicos, el empleo y los salarios, la construcción de viviendas, la elevación de la calidad de la educación y del sistema de salud…
Eso lo vamos a lograr con bloqueo o en condiciones de flexibilización de éste, porque un gobierno socialista tiene como principal propósito la generación de riqueza para ponerla al servicio del bienestar y la justicia social. Sin embargo, se requerirá un proceso progresivo de recuperación productiva.
No cabe la menor duda de que sólo el gobierno socialista del Presidente Nicolás Maduro podrá ubicarnos nuevamente en los lugares de vanguardia en todos los indicadores sociales a nivel hemisférico y mucho más allá de nuestra región, como ocurrió antes de la terrible agresión yanqui.
En este contexto de la flexibilización de las sanciones se presenta una encrucijada a la política de los EEUU. Si no flexibilizan las sanciones, tendrán mayores problemas energéticos y de migración, lo cual redundará muy negativamente de cara a las elecciones presidenciales del 2024 en los EEUU. Por otra parte, flexibilizando las sanciones se permitirá un mayor crecimiento de nuestra economía para ir recuperando los niveles de bienestar y consolidando estabilidad política. En un año electoral en Venezuela, esto atenta en contra de la obsesión yanqui de acabar con la revolución bolivariana.
En tal sentido, se activó en días pasados un nuevo intento de chantaje a nuestro país por parte del Departamento de Estado de los EEUU. Se ha pretendido condicionar el mantenimiento del acuerdo firmado en Barbados a la eliminación de las inhabilitaciones políticas a delincuentes y vendepatrias que han incursionado en la política nacional.
La respuesta a esa pretensión inaudita no se ha hecho esperar. No nos pueden presionar. No hay espacio en nuestro país para la injerencia imperialista. Si esto era inaceptable en las más difíciles condiciones para la revolución bolivariana durante los años 2019 y 2020, más aún ahora que hemos cosechado históricas victorias antiimperialistas. Por cierto, el proceso de recuperación económica y social del país se reinició en medio de la más brutal presión externa, antes del acuerdo.