“Es la lucha por el poder, en donde los sectores económicos usan su influencia sobre la vida social del país para intentar favorecer sus intereses”
“Recibe el nombre de guerra financiera o guerra económica la contienda que a través de la manipulación de las finanzas y la economía busca el apropiamiento de la riqueza. Como contrapartida a la agitación económica, los grupos perdedores se empobrecen, causando una devastación de tipo social. De esta manera, se logra el control de los medios de producción, la fuerza laboral, los recursos naturales y las instituciones de un territorio sin necesidad de su conquista militar. Los mecanismos utilizados en la guerra financiera se basan en la especulación, entre ellos el comercio derivado, los cambios adelantados de divisas, las opciones de divisas, los fondos de cobertura y los fondos indizados.” El concepto no viene de un libelo propagandístico de un gobierno de izquierda, sino de Wikipedia, la mayor enciclopedia de Internet y semeja peligrosamente la realidad venezolana de los últimos tres años.
Para el economista de la Universidad Bolivariana de Venezuela, José Manuel Rodríguez miembro del Observatorio Venezolano de la Realidad Económica, la historia local está plagada de ejemplos de cómo los actores económicos han utilizado su poder para influir sobre la política con la finalidad de obtener beneficios monetarios. El caso más emblemático es el del banquero Manuel Antonio Matos Páez Tinoco, que enfrentado al gobierno de Cipriano Castro, gestó conjuntamente con capitales internacionales la llamada Revolución Libertadora, una sangrienta revuelta que fue derrotada en la batalla de La Victoria –la más grande en la historia de Venezuela- y forzó la salida de Matos del país en 1903.
“Es la lucha por el poder, en donde los sectores económicos usan su influencia sobre la vida social del país para intentar favorecer sus intereses” explica Rodríguez, quien sostiene que la crisis económica que comenzó en Venezuela a partir del llamado Viernes Negro -18 de febrero de 1983, cuando el bolívar sufrió una abrupta devaluación- siempre ha estado signada por grupos económicos enfrentados por la captura de la renta petrolera.
Guerra sin fin
“La Revolución Bolivariana siempre ha estado enfrentada a los poderes económicos. Recordemos el paro-sabotaje petrolero del año 2002, cuando la cúpula “meritocrática” de Petróleos de Venezuela paralizó completamente las operaciones energéticas con la finalidad de llevar al colapso al país y derrocar el gobierno del presidente Hugo Chávez” explica.
Luego de un período de estabilidad en donde el gobierno dedicó sus esfuerzos al pago de la enorme deuda social acumulada por la IV República. Según cálculos del actual embajador de Venezuela ante la ONU –y presidente de PDVSA para la época, Rafael Ramírez- ingresos petroleros por el orden de los 480 mil millones de dólares fueron entregados al Estado. “Se dispusieron cuantiosas sumas de dinero en reconstruir al país en su infraestructura, transporte, telecomunicaciones, satélites, vialidad, universidades, aldeas universitarias, escuelas, cardiológicos, módulos y centros de diagnóstico y atención integral, hospitales, viviendas, teatros, espacios públicos”, explica Ramírez en un artículo de prensa en donde también reconoce que el modelo económico basado en el rentismo petrolero –sobre todo en el sector privado- no sufrió mayores modificaciones.
Según Rodríguez ha sido este sector –coaligado con elementos internacionales- los que a partir del año 2013, impulsados por la partida física del presidente Chávez, pretendieron lograr la caída de la Revolución Bolivariana basados en su control monopólico sobre ciertas cadenas productivas.
No obstante, el economista de la Universidad Bolivariana sostiene que, a pesar de los distintos frentes de ataque de la guerra económica contra Venezuela, las medidas anunciadas recientemente por el presidente Maduro apuntan en la dirección correcta.
Otras guerras
En Cuba a pesar de las múltiples Resoluciones de la Asamblea General de la ONU que lo condenan y el rechazo unánime de la comunidad internacional, el bloqueo de Estados Unidos sigue siendo lo que se define como la guerra económica, comercial y financiera más prolongada impuesta a un país.
Recientemente Cuba instó a Estados Unidos en la Asamblea General de la ONU a levantar el bloqueo económico, comercial y financiero que por más de medio siglo ha aplicado para estrangular a la Isla. La representante permanente cubana ante las Naciones Unidas, Anayansi Rodríguez, afirmó en un foro de alto nivel sobre la cultura de la paz, que el fin del cerco de Washington constituiría un importante paso en la materialización de ese concepto adoptado hace 18 años por la Asamblea. Acabar con el bloqueo resultaría un mensaje inequívoco a favor de la paz y la solución pacífica de las diferencias, subrayó. La Mayor de las Antillas ha insistido aquí en que las sanciones unilaterales de la Casa Blanca en su contra representan el principal obstáculo para el desarrollo del pueblo cubano.
En Chile, la guerra económica contra el gobierno de Salvador Allende comenzó desde el primer día de su gestión. Tras 24.000 documentos desclasificados en 2003 por el Departamento de Estado de Estados Unidos salió a la luz pública que en una reunión que tuvo lugar el 15 de septiembre de 1970 en la Casa Blanca, el presidente norteamericano Richard Nixon dio instrucciones a Henry Kissinger, al fiscal general John Mitchel, y al director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), Richard Helms, «de promover un golpe de Estado que impidiese a Allende ser investido el 4 de noviembre o que lo derrocara luego de su recién creado gobierno».
Para ello, Helms le dijo a Kissinger que «el pretexto más lógico para lograr poner en marcha a los militares sería una repentina situación económica desastrosa», y le hicieron llegar una advertencia a Frei, todavía presidente: «No dejaremos que llegue una sola tuerca o tornillo a Chile si Allende se hace del poder. Haremos todo cuanto esté en nuestros manos para condenar al país y a sus habitantes a las privaciones y la pobreza más absolutas».
Por Luis Dávila