Maduro cumple su promesa. Treinta toneladas de ayuda humanitaria enviadas por el presidente venezolano a la Franja de Gaza, atormentada por las bombas sionistas, han llegado a su destino. Así se acordó durante una llamada telefónica con Abu Mazen, líder de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Los camiones, sin embargo, permanecieron durante días en el cruce de Rafah, ciudad dividida por la frontera que separa la Franja de Gaza de la península egipcia del Sinaí, único punto de cruce entre Egipto y Palestina.
Sólo una veintena de vehículos, cargados con artículos de primera necesidad, pudieron entrar antes de que se volviera a cerrar la frontera. En un camión había ataúdes y bolsas para cadáveres, porque en las morgues de Gaza no hay más espacio y los cuerpos de los que han sido asesinados también se guardan en congeladores para helados. Según el Ministerio de Salud de la ciudad azotada por los bombardeos de los ocupantes, ya han muerto más de 4.385 personas, entre ellas 1.756 niños y 967 mujeres.
Más de 600 niños siguen bajo los escombros. Más de 55 familias fueron asesinadas y borradas por completo del registro civil. Los padres escriben los nombres de sus hijos en sus brazos para que sea más fácil identificar sus cuerpos si caen bajo las bombas israelíes. También murieron 51 médicos y paramédicos, la mayoría de ellos asesinados por el bombardeo del hospital principal de Gaza, donde muchas personas habían encontrado refugio esperando que se respetara el derecho internacional. Ahora, las intervenciones quirúrgicas se realizan sin anestesia, se utiliza jabón para desinfectar y, cuando está disponible, vinagre.
El régimen sionista, que después de haber bombardeado las fuentes de agua, decidió también cerrar el suministro, permitió la entrada de 44.000 botellas de agua potable traídas por Unicef. Una cantidad mínima, que apenas saciará la sed de 22.000 personas en un solo día. En la ciudad reducida a escombros, se bebe agua contaminada de cisternas abandonadas o de pozos agrícolas, por lo que las muertes, especialmente de niños, seguirán aumentando.
Incluso antes de esta nueva masacre, el régimen ocupante había impedido constantemente a los palestinos acceder a sus fuentes de agua, llevando la situación al límite de la supervivencia. El Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas para Agua y Saneamiento informó que en Gaza sólo había disponibles 3 litros de agua por persona al día, mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda entre 50 y 100 para satisfacer las necesidades sanitarias básicas. En la zona de Gaza, el 90% del agua no es potable y, según la OMS, el 25% está relacionado con el déficit hídrico. Los pozos también tienen alta infiltración salina. Por tanto, la desalinización es esencial.
La agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA) dijo que se había cerrado la última potabilizadora en funcionamiento, así como seis pozos, tres estaciones de bombeo y un tanque de agua que en conjunto proporcionaban agua potable a más de 1 millón de personas. Las potabilizadoras y purificadoras de agua ya no pueden funcionar debido a la falta de electricidad.
Sin embargo, el régimen sionista no permitió la entrada a los camiones con combustible, con el pretexto de que serían utilizados por Hamás para construir los cohetes caseros con los que la resistencia palestina ha intentado en los últimos años manifestarle al mundo el genocidio diario que se perpetra contra Gaza. Ahora, la falta de tratamiento de las aguas residuales de 2 millones de personas, ya anuncia la presencia del cólera y la llegada de un desastre humanitario para la exhausta población.
“Está en marcha una guerra de exterminio, ante los ojos de un mundo que no se mueve —afirmó el portavoz del Ministerio de Salud de Gaza, Ashraf Al-Qudra— Exigimos la apertura de un corredor seguro para llevar ayuda y suministros médicos y combustible. Hacemos un llamado a la comunidad internacional a trabajar para evacuar a los heridos y enfermos a través de un corredor seguro para que puedan ser tratados fuera de la Franja de Gaza. Si no se abre el camino para que entre la ayuda médica, se producirá un desastre».
Gaza está completamente cerrada y rodeada. Hay siete cruces a lo largo de la Franja, pero los otros seis han sido cerrados a lo largo de los años porque limitan con «Israel». El cruce de Beit Hanoun, que los ocupantes llaman Erez, está situado en el norte de la Franja de Gaza y está bajo pleno control israelí. Es el único paso fronterizo que permite a los palestinos de Gaza llegar a la Cisjordania ocupada sin pasar por Egipto y Jordania, y está controlado por el ejército israelí.
Antes, nadie podía cruzar la frontera sin obtener el permiso de ocupante y sin pasar por largos controles de seguridad. Los permisos de cruce solo se concedían a categorías limitadas de personas, como pacientes, médicos, y sus acompañantes; titulares de permisos comerciales y otros casos humanitarios excepcionales. Ahora ya ni siquiera esos.
Karem Abu Salem (Kerem Shalom) está situado cerca del cruce de las fronteras entre Egipto, Gaza e “Israel” y en ocasiones funcionaba como alternativa a Rafah, principalmente para el comercio entre la Franja e “Israel”. Durante más de una década, fue la principal puerta de entrada comercial a Gaza, la única por la que los bienes cultivados o producidos en Gaza se enviaban para su venta fuera del territorio.
El cruce de Al-Muntar (para los israelíes, Karni) está situado en el extremo nororiental de Gaza y se utilizaba para la transferencia de mercancías entre Gaza e “Israel”, así como para el acceso de los colonos israelíes a los asentamientos. Después que Hamás asumió el gobierno de la Franja, en 2007, el régimen ocupante cerró progresivamente el cruce y de forma definitiva en 2011.
El cruce de Al-Awdah (Sufa), situado en la parte oriental de Rafah, que era uno de los más pequeños de Gaza y que alguna vez fue un punto de tránsito para materiales de construcción, también fue cerrado por “Israel” en 2008. Al-Shujaiah (también conocido como Nahal Ouz) estaba destinado a transportar combustible, como gas, gasolina y gasóleo industrial a Gaza, a través de tuberías subterráneas. El régimen ocupante lo cerró en 2010.
Y el cruce de Al-Karara (también conocido como Kissufim), que está situado al este de Khan Yunis y Deir al-Balah, fue cerrado en 2005. Actualmente se utiliza principalmente para operaciones militares israelíes, como un punto de entrada para tanques y vehículos militares cuando se producen invasiones militares a Gaza.
Mientras tanto, el régimen ocupante sigue enviando mensajes para provocar el éxodo de los palestinos, exponerlos aún más a los bombardeos y empujarlos hacia Egipto o Jordania, que declaran que no quieren más refugiados. “No responderemos a las amenazas israelíes de evacuar hospitales, nuestra posición moral nos obliga a continuar el trabajo. Decidimos permanecer en nuestros puestos y seguir cumpliendo con nuestro deber. No abandonaremos los hospitales incluso si nos los derriban”, dijo Al-Qudra, y pidió al hospital rural jordano que no abandonara la Franja.
Del mismo tenor fueron las declaraciones del jefe de la Oficina Política de Hamás, Ismail Haniyeh: “El movimiento Hamás y la resistencia” —dijo— “tienen más humanidad que este ocupante cobarde que practica el asesinato deliberado. Los líderes de esta ocupación deben ser llevados ante tribunales internacionales«.
Hamás es una de las dos principales organizaciones, junto con Fatah, que representan al pueblo palestino. Habiendo logrado una mayoría en las elecciones de 2006, gobierna en la Franja de Gaza, mientras que Fatah gobierna en Cisjordania. Ambos territorios ocupados son administrados en nombre de la Autoridad Nacional Palestina, fundada en 1994, y presidida por Abu Mazen tras la muerte de Arafat; pero con dos organizaciones rivales, que tienen una comprensión diferente tanto de la gestión política de los territorios como de la lucha por la liberación.
En junio de 2007, Hamás y Fatah se enfrentaron en un conflicto armado en las calles de Gaza que se saldó con cientos de víctimas. Desde entonces, ha habido varios intentos de conciliación, en los que las fuerzas de ocupación han intervenido, declarando a Hamás «organización terrorista», incluida en la lista negra de los países amigos de la entidad sionista.
Ahora, el nazi Netanyahu, mientras continúa bombardeando mercados y hogares, también intenta hacer intransitable la entrada desde el cruce de Rafah, donde están estacionados cientos de otros camiones. Ha caído una lluvia de misiles en la zona de Sufa, al este de Rafah. En el aeropuerto de El Arish, en el Sinaí, la solidaridad árabe e internacional con los palestinos se manifiesta con la llegada de una enorme cantidad de ayuda. Para cubrir las necesidades más urgentes, según la ONU, se necesitarían al menos 100 camiones al día.
La táctica del ocupante, que prepara una ofensiva terrestre, es la misma de siempre: producir una situación de la que no haya vuelta atrás, quitarle ferozmente otro aliento al pueblo palestino. Ha sido así desde 1948, cuando se produjo la primera expulsión de palestinos de su tierra, conocida como la Nakba, la catástrofe. Uno de los grandes interrogantes abiertos desde el siglo pasado, cuando el sentimiento de culpa de Occidente por el horror del Holocausto produjo otra injusticia: y se robó la tierra de un pueblo para favorecer a una entidad artificial, empeñada en expandirse por cualquier medio, que se convertiría en el extremo más amenazador del imperialismo occidental.
Desde la proclamación del «Estado de Israel», la «cuestión palestina» ha dividido al «mundo árabe», provocando una serie de guerras con la entidad sionista: la guerra de 1948, la guerra de Suez de 1956, la guerra de los seis días de 1967, en la que el ejército israelí derrotó a los árabes y tomó el control de la Palestina histórica, y la guerra de Yom Kipur; llamada así por la festividad judía celebrada el día de su inicio, el 6 de octubre de 1973. Un conflicto en el que Egipto y Siria lanzaron un ataque coordinado en un intento de recuperar los territorios perdidos.
Egipto fue así el primer país árabe que firmó en Washington, el 26 de marzo de 1979, tras los acuerdos de Camp David del año anterior, un tratado de paz en el que reconocía a «Israel». Jordania no haría lo mismo hasta 1994, un año después de la firma de los acuerdos de Oslo. Uno de los muchos «planes de paz» que, como las numerosas resoluciones internacionales contra la ocupación, no detuvieron la colonización y las políticas económicas del régimen sionista destinadas a impedir la libertad y el desarrollo del pueblo palestino.
Treinta años después de esos acuerdos, la perspectiva de un Estado palestino como una realidad territorial homogénea y soberana, sigue siendo apenas una hipótesis sobre el papel. La llamada comunidad internacional ha favorecido acuerdos lucrativos con la industria militar sionista. Respaldó e institucionalizó las prácticas de ocupación, chantajeando y utilizando a la propia ANP para obstaculizar la resistencia y la ira en los territorios ocupados. Detrás de la retórica de «dos pueblos, dos Estados» ha surgido la imposición de un «Estado» único, el sionista, que niega todos los derechos al pueblo palestino y que ahora está dirigido por una camarilla abiertamente nazi, contestada incluso internamente.
Son varias las voces de escritores e intelectuales que, como informa el periódico Haaretz, se pronuncian contra el genocidio de los palestinos y piden a los aliados de «Israel» que detengan la invasión terrestre. El 20 de octubre, Abu Mazen salió de Ramallah, en Cisjordania, para dirigirse a El Cairo, donde participó en la conferencia de paz organizada por Egipto. También se producen enfrentamientos en Cisjordania y el ocupante responde aumentando el cerco y matando a los niños que lanzan piedras.
En El Cairo, la cumbre acabó sin una declaración final, debido a las divergencias entre las diplomacias del grupo de países árabes (algunos, como Argelia y Túnez, se negaron a participar) con la occidental. Los países occidentales sólo querían condenar a Hamás y no a «Israel» por la matanza de miles de civiles en Gaza, ni tenían intención de pedir un alto el fuego urgente y la entrada de ayuda en la Franja.
Mientras tanto, Hamás ha liberado a dos detenidos estadounidenses. Otros dos israelíes, liberados por razones humanitarias, y sin condiciones, no fueron recibidos por el régimen sionista. Y mientras tanto, de Europa a Estados Unidos, se extiende tanto la represión contra las manifestaciones propalestinas como la propaganda de guerra: con el objetivo de atribuir a la resistencia los crímenes cometidos por el ocupante; como el bombardeo del hospital de Gaza.