Por: Federico Ruiz Tirado
La Tabla ha recibido una advertencia anónima sobre un plan para socavar su reputación y asociarla con actividades ilegales. El objetivo final sería su «asesinato moral» y el de sus creadores. Los «dominadores» temen las publicaciones y revelaciones de esta plataforma de periodismo de datos que ha estado apoyando a campesinos y pequeños productores de alimentos, lo que molesta a la oligarquía terrateniente.
Develan las verdades sobre los crímenes de la oligarquía contra los pueblos y la naturaleza.
La Tabla está siendo atacada por defender a los campesinos y por exponer las actividades ilegales de la oligarquía terrateniente. Los «amos del bosque» no toleran oposición y están dispuestos a eliminar a cualquiera que se interponga en su camino.
Es importante solidarizarse con La Tabla y defender la libertad de expresión, amenazada hoy desde Ginebra.
Retrato hablando
Hay una especie de antichavismo cuya fecha de lote nació segundos después del «Por ahora». Nunca se imaginó esta curiosa legión de demócratas empedernidos, que para entonces le había puesto el ojo al Dr. Caldera como el salvador de la patria chiripera; que al líder de la cristiandad opusdeisca, la historia le iba a deparar la gracia de indultar a Chávez después de varios años de prisión.
Hace poco, su hijo Andrés Caldera justificó la acción Democrática de su padre copeyano sin mucho aspaviento.
Caldera fue serio reprimiendo, cerrando escuelas Técnicas Industriales para favorecer a transnacionales, censurando películas y noticieros asesorado por el Opus Dei. Pero como Rómulo, Gonzalo y Jóvito tenía su corazoncito rochelero y dominosero. Véase la foto con el filtro correspondiente para que el pasado quede claro como la chicha de carrito.
Yo recuerdo que Julio Barroeta Lara me planteó escribir en El Nacional, me dijo Roberto Malaver. «Yo estudiaba periodismo y él era encargado de la página de opinión. Caldera hablaba todos los jueves y ponía una foto de Alicia muerta de la risa en su escritorio. Y yo escribí. Alicia en el país de las maravillas«.
«Mientras Caldera hablaba de crisis y estudiantes sin cupo, Alicia se reía. Y me dijo Barroeta Lara, ya me llamaron, Roberto, por tu culpa«.
En el Facebook señalan los allanamientos, su pensamiento ultra conservador, las 100 mil casitas por año, el vaso de leche escolar, aquella bella frase «tolete a tolete«.
Todos los rocheleros con Rafael Caldera, cuando éramos felices y no lo sabíamos, pasarán a la historia por jodedores serios.
«A un pueblo con hambre no se le puede pedir que se inmole«, fue su proclama hasta el final.
Alberto fernández se fuga de casa
El Asterión de la mitología griega tiene tantos juegos de espejos como el de Borges (esta vez hablo de Jorge Luis, autor del Aleph, del Informe de Brodie, no de Julio, el usufructuario del Chequecito de la vieja Pdvsa que arrolló fatalmente a un niño en Caracas).
La escritura del Mito del Minotauro ─después de Borges─ será siempre una composición de lugar libre, tal vez sólo reclamada para sí por una élite escondida en la penumbra de la iconoclasia que arribó a Buenos Aires en el vuelo de Plus Ultra y se adueñó de todos los misterios de la Casa Rosada.
Ese Asterión de apellido Fernández dejó de llamarse Alberto al arribar al trono Milei, El Ángel Exterminador. Y huyó sin macundales a España, sin pedir nada a cambio, excepto la dimensión intacta de su intachable cinismo cuando declaró que perdía el gobierno experimentando «sensaciones encontradas» por el fardo de 450 mil millones de dólares que el FMI cargará sobre el lomo de los argentinos.
Salió de su laberinto y se fue en un avión con nafta ibérica y miró por la ventanilla al Emtrasur venezolano rumbo a Florida, robado por el gobierno de Biden, alcahueteado por Milei y por su arquetipo gaucho, el Asterión Fernández.