Este 24 de octubre se cumplen 42 años de su desaparición física. Legó a la humanidad entera un patrimonio político de incalculable trascendencia, filósofo de la praxis, discípulo del florentino Maquiavelo, y principal impulsor de un proyecto político que se deba a los movimientos populares, como movimiento de movimientos
Por: Federico Ruiz Tirado
Antes de finalizar el año 1973, meses después del derrocamiento y muerte de Salvador Allende, conocí a Alfredo Maneiro.
Fue mi hermano Wladimir quien propició ese encuentro con Alfredo en Barinas: una reunión con compañeros del barrio, adolescentes, hijos de luchadores comunistas unos, otros jugadores de pelota y serenateros que nos reuníamos, también, para leer a Walt Whitman, a Rómulo Gallegos, a Marx y a Lenin. Intentábamos interpretar sus postulados y comprender la situación política de entonces.
Wladimir, mi hermano, no estuvo presente en ese encuentro, pero recuerdo que en una visita relámpago y casi clandestina, me dijo en un café frente a la Plaza Bolívar: «prepara la vaina, que viene a hablar con ustedes Alfredo Maneiro, el de la R al revés«.
Para ese entonces, Wladimir se ausentaba por largos períodos de nosotros, de la casa materna, del grupo de amigos de su generación. Aparecía y desaparecía, pero siempre, aunque un tanto enigmáticamente, me daba «señales» de que «andaba en algo». Ese algo que hizo nacer en mi y en mis amigos muchas inquietudes, fundadas unas desde la fascinación que despertaba su inquietante modo de ser, y otras que se fraguaron en el cultivo de una especie de intuición que me mantuvo siempre alerta, siempre a la espera.
Esa reunión con Alfredo la hicimos en una casa del barrio. Yo les expliqué, como pude, a mis amigos, que ésa era una conversación con un ex- comandante guerrillero que venía de la división del PCV, y había escrito un ensayo bastante esclarecedor sobre las causas de la derrota de la lucha armada del 60; que Maneiro andaba buscando con quien hablar de una organización que debía nacer del «encuentro de los iguales», sin los dogmas y los anacronismos.
Cuando Alfredo llegó a Barinas había comenzado el carnaval. Era la época en que la gente les lanzaba agua con tobos y otros peroles a los desprevenidos.
Maneiro, esa tarde, se bajó del Jeep y fue rodeado por vecinos, mujeres del barrio, y lo empaparon de agua. Se reía de aquella sorpresiva emboscada y con su cara de niño asombrado, tuvimos la impresión de que fue feliz.
En la reunión comenzó hablando del calor de Barinas, del paso de Zamora por los llanos, de las riberas de los ríos Boconó y Masparro. Nos hizo reír. Nos hizo perder los miedos. Nos hizo presas de su campo verbal extraordinario.
Habló de la revolución Bolchevique, de Jesús Sevillano, de Billo Frómeta, del pisillo de chigüire; se burló del nacimiento del MAS, del papel segundón del MIR. Habló de Pedro Duno, que no conocíamos, de sus afinidades, de su brillantez intelectual. Relató vivencias con Duno en París, en Sabana Grande y otros lugares del mundo.
Ninguno de nosotros sabía para entonces quién era Pedro Duno. Yo, años después, lo conocí y le escuché hablar de Alfredo. A Pedro no lo vi más. Una vez, ya siendo presidente, Chávez me preguntó por él.
De aquella reunión en Barinas con Alfredo guardamos recuerdos inmensos. Ese día nos despedimos, pero quedamos en vernos en Mérida, en casa de Enrique Vila. Y nos vimos y yo me fui con él a recorrer parte del país en un Fiat prestado por un amigo arquitecto de Alfredo.
Fuimos a Caracas, visitamos a la gente de Catia, a unos arquitectos que se formaron con Carlos Raúl Villanueva, y a San Félix, y Ciudad Bolívar.
Y así pasaron unos años hasta que se produjo el encuentro con Hugo Chávez.
Ideario y legado
Este 24 de octubre se cumplen 42 años de su desaparición física. Alfredo Maneiro legó a la humanidad entera un patrimonio político de incalculable trascendencia, filósofo de la praxis, discípulo del florentino Maquiavelo, y principal impulsor de un proyecto político que se deba a los movimientos populares, como movimiento de movimientos.
Maneiro decía que cualquier organización política, no importa qué ideología, puede llegar a ser eficaz políticamente, es decir, alcanzar posiciones de gobierno o de poder, como AD y Copei. Sin embargo, ello no es una condición suficiente para calificar la calidad de un proyecto de cambio revolucionario, si se entiende como tal, la capacidad para transformar realmente a la sociedad y los miembros de la organización como sujetos de cambio.
Este concepto y su realización sólo podría ejecutarse desde una posición de gobierno, señalaba Maneiro en su tiempo: la única vía era diferenciar el análisis y el estudio de las organizaciones existentes las características no deseables para una organización revolucionaria. Y así lo hizo.
Criticó acerbamente aquellas organizaciones que se constituían en unos aparatos concebidos como un fin en sí mismos, convirtiendo el ejercicio de la militancia en una pesada obediencia burocrática, limitando severamente las capacidades creadoras de ella, a la vez que restringiendo su espíritu crítico.
No se puede, señalaba, confundir obediencia con disciplina porque ello implica atrofiar el libre juego de las ideas.
Calidad y eficiencia
La calidad revolucionaria debe ser abordada sin complejos, sin temor a traumas. Si no queremos reproducir los modelos de organizaciones que terminaron reproduciendo lo que querían cambiar. Este es un tema necesario de la agenda política de hoy.
El otro tiene que ver con la calidad de la gestión de gobierno. Si el propio presidente reclama persistentemente a sus funcionarios, tanto el marcado burocratismo como la ineficacia en el cumplimiento de los objetivos, ello debe ser motivo de gran preocupación entre todos aquellos que apostamos al futuro y a la consolidación de la revolución.
Queremos decir que en materia de agenda política, la evaluación de la calidad de gestión del gobierno es primera prioridad. Estimamos que la creación de un ministerio para tal fin pueda contribuir a ello. Honraremos así la herencia política de Maneiro.
Versión resumida de texto escrito por Wladimir hace unos años:
Alfredo Maneiro fue un político y filósofo venezolano, conocido por su enfoque crítico y su influencia en el pensamiento de la izquierda en Venezuela. Su obra es rica en conceptos que abordan la política, la economía y la cultura, y su legado sigue siendo relevante en el contexto actual. Aquí te presento algunos de los aspectos más destacados de su pensamiento:
Socialismo Democrático
Maneiro defendió un socialismo democrático que buscaba una alternativa al autoritarismo. Creía en la necesidad de construir un modelo socialista que no solo fuera económico, sino también político y cultural. Su idea era que el socialismo debía ser un proceso participativo, donde las masas tuvieran voz y voto en las decisiones que les afectaban.
Crítica al Capitalismo
Su análisis del capitalismo se centraba en sus efectos desiguales y opresivos sobre las clases trabajadoras. Maneiro argumentaba que el capitalismo genera una concentración de poder y riqueza que debe ser desmantelada a través de una transformación radical de la sociedad.
Poder Popular
Maneiro enfatizaba la importancia del poder popular como un medio para lograr cambios significativos. Creía que era fundamental empoderar a las comunidades y fomentar la organización de base para que los ciudadanos pudieran tener un papel activo en la construcción del nuevo orden social.
Educación y Cultura
Consideraba que la educación y la cultura eran herramientas esenciales para el proceso de transformación social. Promovía una educación crítica que fomentara el pensamiento independiente y la conciencia social, alejándose de los modelos tradicionales que perpetuaban la ideología dominante.
Diversidad y Pluralidad
Maneiro también defendía la diversidad dentro del movimiento socialista, argumentando que era necesario reconocer y valorar las diferencias culturales, étnicas y sociales dentro de una visión más amplia de justicia e igualdad.
Ética y Moral
Su enfoque ético era fundamental para su concepción del socialismo; creía en la necesidad de construir un sistema basado no solo en estructuras económicas, sino también en valores éticos sólidos que promovieran el bienestar colectivo.
El pensamiento de Alfredo Maneiro es un llamado a la acción para construir una sociedad más justa e igualitaria a través de medios democráticos y participativos. Su legado continúa inspirando a quienes buscan alternativas al modelo capitalista vigente y trabajan por una transformación profunda en Venezuela y más allá.