El saber individual y colectivo que la praxis revolucionaria otorga a quienes la suscribimos; construye y deconstruye realidades traducidas en modelos, dogmas, razonamiento y expresiones sociales que, por lo general, se presentan como estadios de desarrollo político a los cuales la ultraderecha teme; y por ende los intenta exterminar.
De allí que, signados por la complejidad de las relaciones sociales que se generan en la dialéctica realidad social, los discursos de la derecha y sus aliados se enredan en sus contradicciones; pretendiendo con ello tomar por asalto las conciencias de quienes, por descuido o desinterés particular, dan por obvia la intervención permanente de los factores de poder; los cuales, en la mayoría de los casos son contrarios al desarrollo humano por la humanidad.
De allí que lo revolucionario es asumir la realidad impuesta como espacio para transformar; una tarea que es permanente y requiere de altos niveles de comprensión, reflexión y acción. En ese sentido, el PSUV, se asume como un partido de masas, con énfasis en la formación permanente de cuadros dirigentes, con altos niveles de comprensión de la realidad concreta, y comprometido a accionar junto a las bases, los consejos comunales y demás formas de organización política y social.
Así, frente a las agresiones imperiales contra la patria, los militantes del PSUV asumen la resistencia combativa para la lucha. Por ello, desde el más humilde militante, hasta la dirección política y militar al mando del Presidente Maduro; las y los revolucionarios asumen el desmontaje de las patrañas mediáticas, el liderazgo y la asistencia a las víctimas del imperio; asidos de un arsenal de comprensiones sobre la realidad que les rodea.
En ese orden de ideas entramos en batalla electoral; y nuevamente estamos en presencia del surgimiento de proclamas y discursos que rayan en el fascismo que distingue a la ultra derecha, que no esconden sus odios a los pobres y tributan a la exacerbación de las bajas pasiones y la inmediatez del pensamiento.
Es el caso de Milei en Argentina, Bolsonaro en Brasil, Trump en EEUU, entre otros; como Ledezma, la Sra. Machado, y los sectores más atrasados de la política nacional; cuya labor es combatir a muerte todo aquello que signifique independencia y libertad para los pueblos.
Es menester recordar que Venezuela, en este siglo XXI, ha atravesado por un proceso cruel de ataque en contra de todos los venezolanos, por parte de los agentes del imperio y sus secuaces; y gracias a la paciencia, perseverancia, cabeza fría y nervios de acero del presidente Maduro, hemos derrotado en el terreno político y discursivo; sin menoscabo de estar preparados para dar el combate en cualquier otro escenario que ellos intenten montar.
Ahora bien, todos los relatos de la derecha están dirigidos al sector más atrasado de la sociedad, con ello se busca soliviantar los ánimos y hacer que este pequeño sector salga a las calles hasta causar el caos y el desconocimiento del Estado, sus instituciones y sus leyes; como única estrategia para tomar el poder. De allí que, desde el imperio se siga apoyando la tesis del Estado fallido en todos aquellos países que no se le subordinan.
La crisis de sistema capitalista occidental es cíclica y siempre sus afectados son los sectores más desfavorecidos. En este siglo XXI, pudiéramos estar en presencia de la última crisis de ese nefasto sistema, pues todo señala que la multipolaridad es un hecho tangible y que cambios sustanciales van surgiendo al compás del desarrollo de las contradicciones políticas, económicas y sociales; que se derivan del desmoronamiento de la promesa de bienestar. Un nuevo orden internacional está surgiendo, sin dogmas, ni hegemonías y por tanto comprometido con el respeto a la diversidad, la autodeterminación y el crecimiento.