Todos hemos escuchado, leído, sobre las llamadas Siete Hermanas; las grandes petroleras causantes de sufrimiento y dolor en todos los confines del mundo. Eso incluye a sus propios países de origen. Allí, principalmente las norteamericanas, han atropellado derechos de pueblos originarios, de rivales comerciales, han dañado la ecología. Una característica de ellos es su ausencia de escrúpulos.
Una de las más notorias ha sido la ExxonMobil, quien no ha dudado en usar su influencia y fortuna al tratar de ampliar su lucrativa actividad y sus ganancias.
Así se reveló durante una investigación hecha pública en 2021. Así lo admitió Keith McCoy, conocido lobista de la petrolera, en una grabación que se hizo pública.
En la transmisión de Channel 4 News, se ve a McCoy afirmando que “ExxonMobil ha luchado agresivamente contra la ciencia para negar el cambio climático y así maximizar los beneficios y la rentabilidad de sus accionistas”.
En ese afán la petrolera reclutó «grupos en la sombra» especializados en preparar y difundir campañas desinformativas respecto a la ciencia climática. Lo que pinta de cuerpo entero a la empresa es que sus accionistas, sus ejecutivos, consideran que su práctica está dentro del marco legal, y quizá en Estados Unidos sea legal; pero obvian decir si es ético o dañino para la naturaleza.
Esto, publicado por Channel 4, también tuvo eco en otros medios, entre ellos El Economista; que reseñaron cómo la petrolera se ha esforzado, ̶ y muchas veces lo ha logrado ̶ establecer relaciones de confianza con legisladores que le facilitaran sus objetivos, que le aseguraran impunidad.
El citado lobista afirmaba que el procedimiento consistía en poner un «cebo» para «atraerlos» en temas como el impuesto sobre el carbono, vehículos eléctricos, productos químicos, impuestos en general e infraestructuras.
Luego se les fabricaba el contenido de lo que debían decir, de hacerlos aparecer como expertos en el tema. Claro, luego venía lo retributivo.
De acuerdo a lo trascendido, entre los senadores que estaban en la nómina de ExxonMobil estaban Shelley Moore Capito, Joe Manchin, Kyrsten Sinema, Jon Tester, Maggie Hassan, John Barrasso, John Cornyn, Steve Daines, Chris Coons, Mark Kelly y Marco Rubio.
Sí, Marco Rubio. El mismo que siempre ha apoyado aventuras bélicas y sanciones contra Venezuela. El mismo al que se le ha vinculado con narcotraficantes.
Pero volviendo a la petrolera y el escándalo por corrupción, se estableció que todos los parlamentarios citados, a excepción de Maggie Hassan y Mark Kelly, recibieron dinero de la petrolera. El listado de estos pusilánimes legisladores fue filtrado por la Comisión Federal de Elecciones (FEC, por sus siglas en inglés).
Volviendo al lobista, contó que otra forma de proceder consiste en recurrir a terceros para ocultar sus intereses; intentar pasar desapercibidos por la opinión pública.
Suelen usar diversas organizaciones, asociaciones, para que sean chivos expiatorios, o para que sean quienes den la cara cuando se presenten cuestionamientos.
Pero, pese a sus esfuerzos, no han podido ocultar sus marramucias; ni han podido evitar procesos judiciales. De hecho, en el 2019 la Fiscalía General de Nueva York acusó a Exxon de engañar a sus accionistas y clientes sobre la regulación contra el cambio climático.
Durante el proceso, Kevin Wallace, fiscal adjunto, dijo que internamente Exxon tenía dos libros diferentes sobre asunciones de costes, uno para calcular cómo impactaría la regulación sobre el cambio climático en la demanda mundial de petróleo y gas. El otro para calcular cómo impactaría en las emisiones de gases de efecto invernadero según sus propias operaciones.
Docentes de la Universidad de Harvard hicieron una investigación privada en la que establecían que la ExxonMobil se encontraba bajo un gran escrutinio.
«Tenemos a la Fiscalía general de Massachusetts y a la de Nueva York, a la Comisión de Bolsa y Valores, por no mencionar a accionistas y empleados de la compañía. Básicamente todos están preguntando lo mismo. ¿Ha engañado ExxonMobil en el pasado por su forma de comunicar sobre el cambio climático a clientes, accionistas o al público en general?«, mencionó el informe.
Hurgando en los antecedentes, o, en este caso, prontuario de la ExxonMobil, conseguimos una publicación de la BBC de Londres, de 2001; donde se menciona su implicación en violación de derechos humanos en Indonesia.
La denuncia la presentó en los tribunales de Washington, la Fundación Internacional de Derechos del Trabajo, donde contó como la ExxonMobil estaba implicada en las atrocidades realizadas por las fuerzas de seguridad indonesias. Claro, estas fueron contratadas por la petrolera para proteger sus campos de petróleo en la provincia de Aceh.
Durante el proceso se denunció que la empresa ofreció a los militares material y equipamiento para que abrieran fosas comunes y construyeran centros de tortura e interrogación.
Terry Collingsworth, abogado de la Fundación Internacional de Derechos del Trabajo, afirmó que la petrolera supo siempre de la brutalidad con que se trataba a las minorías étnicas.
Pero, si hay alguien que conoce muy bien la turbia historia de la empresa es Steve Coll, ganador del premio Pulitzer y autor del exhaustivo libro: Private Empire: Exxon Mobil and American Power (El imperio privado. Exxon Mobil y el poder estadounidense).
El periodista, durante una entrevista publicada por Democracy Now, en 2012, cuando se le preguntó por qué, a diferencia de las grandes corporaciones norteamericanas [Exxon] evitaba la exposición ante la opinión pública, respondía que esa era su política y eran muy buenos en eso.
“La política de relaciones públicas” —hasta ellos mismos lo dicen en broma— “es sin comentarios” en 50 idiomas distintos. Su estrategia de negocios es mantener un bajo perfil. Y cuando uno piensa en los tipos de acuerdos que tienen en lugares como Chad, Guinea Ecuatorial o Aceh, se puede entender por qué prefieren mantener un bajo perfil. Les interesa que sea así; eso dirían”, señaló.
Coll afirma que “como periodista, hace mucho que informo sobre gobiernos y grandes empresas y estoy acostumbrado a estrategias de relaciones públicas, objetivos difíciles y grandes empresas o individuos que no quieren que se escriba sobre ellos. Diría que ExxonMobil fue casi el objetivo más difícil que tuve, no solamente por la resistencia que la empresa tiene al periodismo o a la crítica por parte de organismos públicos, sino también porque están muy disciplinados. Y están muy bien financiados. Entonces, cuando toman un rumbo, como la estrategia que tienen hacia los medios, realmente tienen los recursos para presionar. Por lo tanto, es una empresa invisible porque quiere ser invisible”.
Ante una pregunta de la veterana periodista Amy Goodman, respecto a la llamada “God pod” (La cápsula de Dios) en la oficina central, en Irving, Texas, Coll refiere que “la cápsula de Dios se refiere a la oficina central de todas las oficinas de ExxonMobil en el mundo, que es una especie de campus simple en las afueras del aeropuerto Fort Worth de Dallas. El grupo que trabaja allí es relativamente pequeño, pero muy de elite. Y el interior trasmite una leve sensación de algo misterioso y vacío. En los pasillos se oye el eco y es un lugar muy formal. Es casi como la oficina central de una empresa como ExxonMobil versión Hollywood”.
Seguidamente afirma, “yo creía que la relación entre ExxonMobil y el gobierno de Estados Unidos era más complicada de lo que había pensado o que no iba a ser fácil describirla en una oración. Lo que me sorprendió fue en qué medida ExxonMobil se considera a sí misma, orgullosamente, como un Estado soberano e independiente, como su propio gobernante, con su propia política exterior y su propia política económica. Y llegué a considerarla un poco como a Francia, en el sentido de que a veces estuvo alineada con Estados Unidos, otras veces estuvo en contra, pero en general trataron de desarrollar su propio sistema global sin preocuparse mucho por lo que quería el gobierno en Washington”.
Su estrategia de negocios es mantener un bajo perfil; y cuando uno piensa en los tipos de acuerdos que tienen en lugares como Chad, Guinea Ecuatorial o Aceh, se puede entender por qué prefieren mantener un bajo perfil.
En otro momento de sus declaraciones dijo que “la excepción a eso fue la relación personal que había entre Lee Raymond, el director ejecutivo de ExxonMobil, y Dick Cheney, el vicepresidente de EE. UU. eran amigos y vecinos en Dallas antes de que Cheney fuera a Washington. Cuando Cheney dirigía Halliburton y Raymond dirigía ExxonMobil, eran socios. Pero lo más importante es que eran compañeros de caza y venían de entornos similares, del medio oeste de Estados Unidos, y tenían una visión del mundo similar. Entonces, cuando Cheney estaba en Washington, Raymond tenía su propio canal de comunicación con el gobierno de EE.UU. que era muy eficiente. Le resultaba muy frustrante hacer lobby ante el Departamento del Estado y pasar por instancias burocráticas, entonces intentó evitarlos. Podía hacerlo porque le bastaba con hacer una sola llamada al vicepresidente e intercambiar sus puntos de vista sobre lo que estaba pasando en el mundo. En ocasiones, le pidió a Cheney que interviniera para apoyar los convenios petroleros de ExxonMobil en Medio Oriente”.
Cuando alguien por allí nos acusa de que denunciamos a esa empresa por prejuicios ideológicos o políticos, es bueno exponer hechos y casos como los que hemos mostrado. Esa es parte de la turbia historia de la ExxonMobil. Así actúan. Así proceden. Esa es la empresa que está operando en Guyana, la que financia los abogados de ese país en su litigio contra Venezuela. Es la que no se ruboriza en mostrar su influencia en ese país. Son duchos en marramucias y no tienen escrúpulos.