Palabras, escritos, reels, podcasts, memes, desahogos, ahogos, sorpresas, análisis; desde los más catastróficos hasta los más esperanzadores. De todo han tenido las recientes Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias; PASO, para definir las candidaturas a la elección presidencial de Argentina, cuya primera vuelta está pautada para el venidero 22 de octubre, junto a la renovación de parte del Congreso y el Senado de esa Nación.
Visto mucho y leído otro tanto, cualquier analista podría detenerse a hablar de los candidatos, del carnaval electoral, de la situación de Argentina, de la situación de su Gobierno, entre otras cuestiones, para hacer un acercamiento más o menos racional del asunto, saliendo al paso a la propaganda queriendo convertirse en análisis, una mala costumbre en ejercicio por estos días.
Pero, para mirar las lecciones que nos deja Argentina, es necesario ver el contexto político de una Nación que hace un buen rato viene levantando luces rojas en el semáforo de las alertas a su clase política; especialmente al histórico peronismo que es, y sigue siendo, una comunidad política viva y vigente en ese país; no pudiendo ser aniquilado por la funesta dupla Videla-Galtieri en la oscura noche dictatorial con la estela de sangre y muerte que dejó a su paso; por allá en los años setenta del siglo pasado.
En primer lugar, el peso que adquirió esa Nación de la mano de Mauricio Macri, al hacer regresar al Fondo Monetario Internacional FMI con un préstamo de más de 44 mil millones de dólares, con tramos impagables y lesivos a los intereses de esa patria, haciendo recordar los acuerdos del llamado «Consenso de Washington», y el recetario neoliberal de la década pérdida en los años 80 del siglo XX; lo que hizo muy bien esta atadura fue lograr por vía financiera lo que tal vez de otro modo resultaría más complicado: someter completamente y tutelar a los designios de los factores de poder que sostienen y utilizan geopolíticamente al FMI, no simplemente al gobierno de Alberto Fernández sino a todo el sistema político y toda la capacidad de maniobra de esa institucionalidad democrática, incluido en esto el evento realizado el pasado domingo 13 de agosto.
La evidencia de este primer elemento abunda, y sus luces rojas fueron poco valoradas, poco tomadas en cuenta; o cuando menos subestimadas: el intento de asesinato de la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner o la fábrica de un lawfare con la intención de sacarla de la carrera a la Presidencia de esa Nación son una primera expresión de ese tutelaje.
Pero aguas afuera, las evidencias siguen mostrando ese sometimiento, casi sin respuesta institucional alguna: El secuestro del avión de la empresa de carga EMTRASUR, filial de la línea aérea venezolana CONVIASA, así como el secuestro por un muy buen y desagradable tiempo de su tripulación, sin ningún justificativo jurídico de peso, sin prueba alguna pero sí daños y perjuicios por montón; da cuenta de ese tutelaje institucional a poderes foráneos. En este caso el silencio y las risueñas justificaciones a los reclamos de Venezuela, fueron la respuesta de las autoridades gubernamentales de Argentina. Un dejar hacer, dejar pasar que sale caro en política ya que da pie a nuevas maniobras.
Otro ejemplo es como, en pleno siglo XXI y tratando de hacer valer las amenazas de invasión a la República Bolivariana de Venezuela por nuestra desafiante determinación de no dejarnos poner tutelajes de nada ni nadie, desde factores del poder militar de Argentina se coaligaron varias Fuerzas Armadas de la región, debidamente instruidas por el Comando Sur de EEUU, para planificar la operación PUMA, que no es más que una fuerza multinacional de intervención hacia nuestro territorio.
Semejante acción, en las narices de esa institucionalidad, es un claro viso de un control muy fuera de su ámbito nacional, y sobre un asunto lo suficientemente grave como para tener posiciones más verticales desde la Casa Rosada. El asunto casi pasó por debajo de la mesa; aunque de seguro este plan está vigente y guardado en las gavetas de más de un aventurero e irresponsable.
A todo este contexto de sometimiento del sistema político, por supuesto las consecuencias a lo interno no se han hecho esperar. La estrategia del Gobierno de Alberto Fernández de procurar construir puentes de convencimiento a un FMI férreo en sus tiempos y montos para el pago de unos tramos de deuda adquiridos de manera salvaje, al punto de hipoteca de toda una Nación ejecutada por el Gobierno de Mauricio Macri, básicamente se llevó todo su período al frente de la primera magistratura de ese país sin demasiados saldos a favor que no fueran un refinanciamiento de deuda.
No hay que ser un erudito para darse cuenta de que esta deuda, y las consecuentes y sistemáticas acciones de presión al Gobierno de Fernández, fueron una camisa de fuerza total para impedir el ejercicio del gobierno con miras a mejorar sustancialmente la situación económica y social de su pueblo; a lo cual se suma la infaltable pandemia de Covid 19, cuyas consecuencias terminaron de echar por tierra cualquier buen pronóstico.
Todo esto no excluye de responsabilidad política al Presidente argentino, quien tal vez subestimó sus propias capacidades y la ausencia de escrúpulos de unos factores que geopolíticamente necesitaban a una Argentina amarrada con poca o nula capacidad política y dificultades económicas y financieras en todos los órdenes. En todo caso será el pueblo argentino, el peronismo y las confluencias que apoyan a Sergio Massa quienes hagan las evaluaciones y eventuales correcciones posteriores, de ser el caso.
Esta coyuntura interna y geopolítica fue bien aprovechada por el precandidato ultra liberal (y tachado de neofascista por no pocos analistas) Javier Milei, de la agrupación «La Libertad Avanza», para moverse en el escenario del descontento político, inmovilización, desesperanza y un posible cuadro de antipolítica que desconocemos si fue parte de los análisis previos en esa Nación; o siquiera considerado dentro de los escenarios por las agrupaciones políticas del establecimiento argentino.
Sin duda, un trabajo político sostenido, un mensaje bien estructurado especialmente para la población más joven y un pastillero de palabras y promesas que, más allá de lo racional o no de las mismas, logró poner enfoque en la agenda de problemas cotidianos de Argentina; cosa que lejos de ser una enorme ventaja para el candidato que obtuvo más votación en las PASO, se convierte en un desafío para quienes obtuvieron la segunda (Juntos por el Cambio) y tercera mayor votación (Unión por la Patria) el domingo 13 de agosto, ya que políticamente les han marcado la agenda. Recordemos, como un dato no menor, que el 27% de la población con derecho a voto en Argentina está por debajo de los treinta años de edad.
Milei fue el candidato más votado con aproximadamente 30% de los votos, 6 millones 800 mil sufragios, mientras que Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, obtuvo 28,2% de los votos, 6 millones 300 mil sufragios; y el candidato de Unión Por la Patria, Sergio Massa obtuvo la tercera mayor votación con 27,1%, algo más de 6 millones 100 mil sufragios, quedando estos tres nominados a la elección del 22 de Octubre.
El primer lugar en estas primarias, presenta una agenda política que se parece a los primeros escritos de John Locke, uno de los principales filósofos de las primeras fases del liberalismo político clásico, reduciendo el Estado a lo mínimo y desdeñando el Estado Social como concepto.
Todo este bloque propositivo, lo enfoca de manera histriónica con ejercicios discursivos y puestas en escena leoninas, que hacen recordar al Carlos Menem de las patillas del caudillo Facundo Quiroga, mientras ofrecía un salariazo al pueblo argentino; promesas que fueron rápidamente abandonadas para ir corriendo a firmar, a principios de los años 90 del siglo XX, la primera entrega económica de ese país ante el FMI; y una agenda neoliberal que en nada resolvió los grandes desafíos y anhelos históricos de los argentinos y argentinas.
No hay duda que, en su estrategia, Milei ha logrado hacerse de una idea vieja que logró posicionar en estas PASO: el cuestionamiento a toda la clase política argentina con la idea «que se vayan todos«; sobre la cual procura hacerle base a un Gobierno que, entre otras perlas, pretende eliminar ministerios en asuntos como Cultura, Educación y Salud; al tiempo de dejar a millones de desempleados en las calles.
Es evidente que cualquier eliminación de ministerios, o de otras instancias, bajo el barniz del eufemismo de «reducción del tamaño del Estado«; causaría una conmoción de proporciones difíciles de pronosticar, sin embargo ha resultado ser la agrupación política más votada con todo y esta propuesta.
De todos modos sería bastante erróneo ignorar que la participación de más del 69 % de votantes en estas PASO, es uno de los registros históricos más bajos en procesos de este tipo, o incluso en elecciones presidenciales desde el regreso a la democracia en Argentina en 1983. De hecho en las PASO recientes, 2019, la participación fue de más de 76% de electores y electoras.
Este último dato y la estrechez de los resultados, dejan claro que aún queda mucha tela por cortar de acá al 22 de octubre, dependiendo todo el bosquejo general de las acciones, posterior al análisis de cada una de las fórmulas en pugna; especialmente aquellas provenientes de sectores de la izquierda y progresistas.
Previo a este proceso electoral, el destacado escritor y analista Atilio Borón, no dudó en calificar el mismo como un antes y un después para la historia argentina; cuestión que resulta acertada ya que en toda circunstancia quien asuma el mando en la Casa Rosada tendrá que toparse con el recetario del Fondo Monetario Internacional; el cual hace cuatro años se presumía que Alberto Fernández pondría en justo equilibrio con los intereses de esa Nación, severamente socavados por el acuerdo del macrismo que hoy pretende regresar al poder.
Ante el hecho evidente de que esto no ha sucedido, agravando la situación general del país en el contexto de nuevos acuerdos con el FMI, el antisistema Milei ha ganado posición en 16 de 24 distritos del país, donde se ha impuesto en este proceso del domingo 13 de agosto. El peronismo parece ser un elemento que debe medir este golpazo con suficiente fuerza política para enfrentar una batalla que parece cuesta arriba a tan poco tiempo de la primera vuelta electoral presidencial.
Sin pretender dar dictados a nadie, aunque más de un osado y osada ha pretendido hacerlo para con una República Bolivariana de Venezuela que no se ha dejado tutelar por instancias, que incluso ha venido abandonando sistemáticamente por su caducidad; resulta evidente que la unidad, movilización y sobre todo un mensaje claro de esperanza, de cara al futuro de los argentinos y argentinas, son clave; si se quiere evitar un escenario de segunda vuelta entre la derecha tradicional y un ultra liberal cuya agenda ya es conocida por buena parte de ese pueblo, con ribetes internacionales indudables, con ejemplos como los de Donald Trump en EEUU, Jair Bolsonaro en Brasil y Santiago Abascal en España.
Finalmente, y considerando que no es igual estar en las afueras del poder y su manejo, a ser parte del mismo; la reflexión del Presidente de México Andrés Manuel López Obrador parece la más adecuada al caracterizar lo sucedido el pasado domingo 13 de agosto en Argentina:
«… cada país tiene su historia, no se pueden extrapolar experiencias, es muy distinta la historia de México a la de Argentina (…) En el caso de Argentina, les ha afectado mucho la crisis económica. El gobierno de derecha, conservador, de Macri endeudó por completo al país, con la complicidad del FMI (…) Le dieron dinero cuando estaba rebasando la capacidad de pago de Argentina. ¿Por qué le dieron más de la cuenta? Porque estaban de por medio las elecciones y querían que Macri, de derecha, conservador, continuara como presidente (…) [El Gobierno de Alberto Fernández] debió lidiar con la enorme deuda, el FMI les dio la espalda, cuando ellos eran corresponsables de ese endeudamiento. Esto precipitó una crisis económica que desde luego afectó al pueblo de Argentina y produjo inflación (…) Agréguenle que faltó, y lo digo de manera muy respetuosa y cariñosa porque quiero mucho a los dirigentes progresistas de Argentina, más decisión. Zigzaguearon demasiado. Uno debe de anclarse, no zigzaguear. Uno debe estar siempre con el pueblo. No querer quedar bien con todos, porque termina uno quedando mal con todos. Atender a todos, respetar a todos, pero darle preferencia a los pobres».
Toca esperar como avanzan las agendas de campaña de acá al 22 de octubre, pudiendo variar algo de lo ocurrido hasta ahora considerando los elementos analizados.
Pero sin duda, el primer paso de este 13 de agosto no presagia un futuro positivo.