Por: Balbi Cañas
Comunicalle presentó una de sus acciones comunicacionales en la esquina de Gradillas. Ese día se acercó un señor del público. Me entregó un papel. Se trataba de un volante que dieron la semana pasada durante la homilía de la Catedral.
Pensé en que se trataba de un llamado cristiano para calmar los ánimos, convocar al diálogo y promover la paz.
Pero no. El volante exhortaba a “Decidir ¡ya!, A atreverse ¡ya!, A cambiar de ruta ¡ya! porque la constituyente comunal, estafadora y vandálica vendría a acabar con la constitución del 99”. Solo les faltó ¡Tumbe al Presidente ya! ¡Por su acción daremos dos Carmonas al precio de uno!
Lo comentamos con el público. Me hubiera gustado que algún obispo se asomara por allí para asumir la defensa del panfleto, pero no. En cuatro años de estar trabajando en esa esquina, solo veo pasar a los “sagrados” jerarcas en sus camionetas con aire acondicionado y vidrios bien cerrados.
¿Por qué aquellos que hace dieciocho años llamaban (cual Herodes) a matar a la recién nacida Constitución, hoy se rasgan las vestiduras defendiéndola? Y es que la élite de la iglesia católica entiende sobre la Constitución Bolivariana como de los evangelios mismos.
Los mercaderes del templo, no creen en Jesús, ni en el cielo, ni temen al infierno, creen solo en las siete monedas. No tienen siquiera la dignidad de Judas. Eso sí, se pretenden sabios guías del “manso” rebaño del Señor.
Yo, no voy a misa. Pertenezco estadísticamente a la religión católica porque me bautizaron “por si acaso” (para que no me diera mal de ojo, o por si me moría chiquito no me convirtiera en duende y de paso, para darle el gusto a la abuela). Yo, lo que sé de religión cristiana, lo he aprendido en la fe de la gente, de los curas obreros, pero lo que si tengo bien claro es que mentir es un pecado.
Sé que la mentira tiene patas cortas. Sé que una misa no es una asamblea de ciudadanos, como afirman en el pasquín que repartieron en esa homilía. Sé que la iglesia es una monarquía porque a sus autoridades nadie las elige y en sus decisiones nunca se consulta a las mayorías.
La iglesia debería aprovechar la coyuntura para convocar entre sus filas a una Constituyente Eclesial. Para que cambien sus modos, para que active la Teología de la Liberación, para que se acerque a los fieles de a pie y para que se sacuda a los ensotanados mercaderes quienes tienen siglos adoctrinando al pobre para que ponga la otra mejilla cuando lo golpea el rico.