“Recorrimos 10.407 kilómetros para venir aquí a traer nuestra verdad, el saludo solidario y el compromiso de la República Bolivariana de Venezuela”.
Así empezó el discurso pronunciado por el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en la Cumbre COP27 que se desarrolla en Egipto hasta el próximo 18 de noviembre; un discurso de gran profundidad, preciso y propositivo; en la estela de los grandes líderes antiimperialistas que marcaron el camino: dos sobre todo, el comandante cubano Fidel Castro, y el comandante venezolano Hugo Chávez; a quien Maduro acompañó durante mucho tiempo como su canciller.
Retomando los datos difundidos por científicos que motivan la alarma sin precedentes ante la catástrofe ambiental que se avecina, Maduro ha montado un razonamiento, en forma de acusación: contra las desigualdades, la sociedad de consumo y la soberbia de “aquellos países que, desde hace dos siglos, explotan indiscriminadamente los recursos del planeta; mientras hay quienes apenas logran alimentarse en países donde persiste un modo de producción preindustrial”.
La desigualdad, la indolencia y el incumplimiento han agotado las posibilidades de desarrollar un entendimiento común, aunque presagiado por algunos pasos importantes en la historia de las cumbres anteriores, que se realizan anualmente, y cuyas etapas el mandatario ha resumido.
El acuerdo de París de 2015 “apuntó a mejorar los mecanismos para obligar a los países llamados desarrollados, del capitalismo del Norte, a reducir su impacto en el calentamiento global; y sobre todo se le da en el acuerdo de París, por fin, un carácter vinculante a los aportes de la ciencia en el sentido del cambio climático”. Pero, en la Cumbre de Copenhague (2009) —ha dicho Maduro, recordando las reflexiones de Chávez y la represión de los movimientos populares— se expuso la poca voluntad de las élites negacionistas para avanzar en el sentido correcto de la vida.
En esa cumbre —añadió— “las confabulaciones burocráticas corporativas que se instalaron desde entonces”, llevaron a la inacción, que “se traduce actualmente en ecosistemas destruidos, en especies extintas y en el deterioro de las condiciones de vida del planeta”. Así que, la naturaleza “que nos había dado con tanta generosidad, hoy empieza a pasar una enorme factura por los abusos cometidos”.
En este momento tan dramático, entonces, “reconocer los fracasos civilizatorios en esta materia es el comienzo para rectificar de manera radical. Ayer —alertó el presidente— nos amenazaba el cambio climático, pero hoy es el colapso absoluto del ecosistema quien se levanta frente a nosotros como un destino fatal”. Lo dicen las proyecciones más vigentes: “de seguir a este ritmo autodestructivo, en 30 ó 40 años será inhabitable este planeta. Esta crisis climática, lo sabemos, tiene y tendrá consecuencias definitivas en el planeta, lo que nos obliga a modificar el modelo de vida consumista”.
Por lo tanto, apoyándose en los datos del último informe de la Organización de Naciones Unidas sobre el cambio climático —donde participaron 14 mil científicos del mundo—, Maduro alertó que si no se reducen las emanaciones de gases de efecto invernadero: como el dióxido de carbono, metano, óxido ferroso al 50%; el daño “será irreversible en tan solo ocho años”. Es decir —denunció— para el 2030 no habrá vuelta atrás en lo que estamos viviendo: “tormentas, huracanes, lluvias, frío y calor extremo que cambien inesperadamente las condiciones de vida y más aún comprometan nuestra existencia”.
El calentamiento global está acabando con las especies en la Tierra; y esto parece ser imparable. Aquí, el mandatario venezolano mencionó un ejemplo muy conocido: “el calor extremo podría estar extinguiendo las abejas, y si no hay abejas se interrumpe el proceso y el ciclo natural de la polinización; si no hay polinización, las plantas no se reproducen y esto aminoraría el oxígeno en el ambiente de la tierra”.
Luego, el presidente enumeró otros efectos alarmantes del cambio climático. En 32 años —resumió— hubo un incremento que se debería registrar en siglos. Han aumentado en consecuencia, y de manera desordenada, “fenómenos como las sequías, y lluvias extremas. Alrededor del 80% de los desastres naturales entre el año 2001 y 2021 estuvieron relacionados o bien con sequías, o bien con inundaciones torrenciales”. Luego, presentando las estimaciones de los expertos climáticos, recordó que, para el año 2050, el Océano Ártico quedará prácticamente sin hielo marino, por primera vez en la historia, y con un aumento de temperatura de 2 grados centígrados que amenaza con exterminar el 99% de los corales del mundo.
Ciertamente, la civilización humana es responsable de esta grave afectación que hoy vive el planeta, sin embargo —dijo Maduro— esta afirmación es incompleta; y pecaría de hipócrita si no detallara que esa civilización es profundamente desigual, está compuesta por países que llevan dos siglos explotando indiscriminadamente los recursos naturales del planeta, mientras otros apenas tienen cómo alimentarse y persisten bajo un modo de producción preindustrial, en la desigualdad.
Venezuela es responsable de menos del 0.4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero en el planeta. No obstante, “el pueblo venezolano debe pagar las consecuencias de un desequilibrio causado por las principales economías capitalistas del mundo; quienes han contaminado y continúan contaminando el planeta para beneficio de unos pocos”.
Hay una correlación entre la crisis ambiental y la crisis de desigualdad que genera pobreza en el mundo. La explotación indiscriminada de los recursos renovables y no renovables, además de producir miseria ambiental, es responsable de la miseria social que también se agudiza a escala planetaria. Abogando, “como país soberano por la protección de la Amazonía”, el presidente concluyó: “esto no puede ser obviado al momento de trazar medidas drásticas y planes efectivos que corrijan, que normen la actividad civilizatoria para el devenir”.