Por: Luis Delgado Arria.-
En un contexto de reordenamiento acelerado mundial en todos los órdenes de la vida, producto de la crisis sociometabólica del imperialismo occidental y del capital, requerimos investigar este nuevo mundo y profundizar para entender y proponer cómo resolver los problemas candentes de nuestro tiempo.
Y hacer tal cosa solo es posible si sorteamos caer en la racionalidad positivista instrumental, en los esencialismos individualistas blancos, los izquierdismos de moda, pero sin radicalidad, y en el calco y copia de los enfoques multiculturalistas y de género occidentales; incapaces para ver o entender los problemas que hoy asolan a hombres, mujeres, adolescentes, niñas y niños; en todos los países y continentes.
Producto de una agenda presuntamente de género y «feminista»; en USA hoy un tercio de las mujeres entre 18 y 35 años reconoce haber tenido al menos un aborto, padece al menos una enfermedad de transmisión sexual y 4 de cada 10 mujeres, aunque añorándolo, nunca se ha casado ni se casará; ni mucho menos tendrá siquiera un solo hijo. Todo impulsado por una presunta agenda de empoderamiento femenino que, en definitiva, las deja solas y sin poder alguno para ejercer ni como parejas eróticas de largo plazo, ni como madres, ni como partes de una familia, ni como políticas.
El ataque de la sociedad del capital, hoy es contra la vida misma. El ataque, además de contra todos los países del sur mundial y de la clase trabajadora y excluida, es hoy contra la relación de pareja y de familia. Buscan inducir, sobre todo al género femenino a que se inmole en el altar del consumismo de mercancías lujosas y de emociones intensas y adictivas.
Se busca normalizar, y se ha impuesto como práctica normalizada, que chicas de apenas 20 años en Occidente ya hayan tenido hasta 20 o más parejas sexuales diferentes.
Y hay mujeres de 30 años que reconocen abiertamente en los medios, haber tenido hasta 300 parejas sexuales, no pocas de una noche.
Las aplicaciones digitales de citas reportan que el 100,% de las mujeres en USA y en Europa, sólo se emparejan y aceptan citarse apenas con el 4% de hombres candidatos… que demuestran pertenecer al 4,5 % de los hombres con el más alto nivel económico de la sociedad.
Mientras tanto, cerca de un 20% de los hombres estadounidenses de bajos recursos no han tenido ni una experiencia sexual en su vida, ni la tendrán. Se refugian entonces en comunidades autodenominadas como “Incels” (célibes involuntarios) y otro 20% de hombres se reconocen como “Mgtows” —Men Going Their Own Way – “hombres que siguen su propio camino”— (hombres que prescinden toda su vida del trato con las mujeres que los han segregado).
Otro segmento, cercano al 20% de los hombres, se reúne alrededor de comunidades autodenominadas «red pill» (píldora roja). Estos asumen que la exacerbación de la hipergamia y la inducción a la promiscuidad en mujeres occidentales por las redes digitales de citas ha producido una realidad en la que casi que toda pareja mujer va a ser provisional. Suelen decir: «Siempre que salgas, te comprometas, o incluso te cases con una mujer aquí; debes saber y asumir que sólo es tu turno… Pero que más temprano que tarde ella se irá con un mejor prospecto que tú».
El resultado de esta ingeniería social capitalista neoliberal es que tanto las mujeres están relacionándose transaccionalmente con los hombres como que los hombres les están perdiendo la admiración y el respeto a las mujeres, en parte producto también de que 1 de cada tres niños de parejas estables se ha demostrado ya mediante pruebas de ADN que son producto de fraudes de paternidad.
Mientras tanto, los niños y las niñas, hijos e hijas de este desmadre social inducido, obviamente están llevando la peor parte. Un 80% de los jóvenes delincuentes y asesinos en serie en liceos y universidades de USA provienen justamente de este tipo de madres y padres.
Comunidades de influencers hoy denuncian que el feminismo blanco occidental ha sido invertido en favor del consumismo, el oportunismo y el “pasatismo” (actitud proclive a lo efímero, pasajero, o al pasado).
¿Hasta qué punto ha penetrado esta nueva escala de «valores» y este tipo de prácticas relacionales, meramente transaccionales, en nuestros países?
«Yo soy si tú eres» reza un pensamiento africano.
Pero si casi nadie es plena y conscientemente humano ¿cómo acompañar los colosales cambios tectónicos y revolucionarios que precisamos?
Ser o no ser hoy, en esta sociedad cada vez más enfermada… Ese es el desafío.