Por: Earle Herrera
El presidente colombiano, con lagrimal tinta de cocodrilo, escribió un artículo en El País de España, titulado “Lloramos por ti, Venezuela”. ¿Lloras? En el texto, describe un paraíso que sería Colombia (sin paracos, sin drogas, sin periodistas asesinados) y reduce a la patria de Bolívar y Chávez a poco menos que el infierno. La comparación es vieja. Ya en el Congreso de 1941, cuando se discutía precisamente el Tratado de Límites con el vecino país, el poeta Andrés Eloy Blanco hablaba de la leyenda negra que se nos atribuyó, según la cual Colombia era una universidad y Venezuela un cuartel.
Viejos símiles cachacos. Santos escribe en un periódico antivenezolano, El País de España, dirigido a un público sometido las 24 horas del día a un bombardeo mediático antivenezolano. El aplauso está garantizado, lo que hace innecesarios los sofismas del autor para cambiar las realidades internas de Venezuela y Colombia con magistral maniqueísmo. Las medias mentiras, omisiones y medias verdades harían las delicias de los analistas del discurso.
En una parte de su pieza, Santos escribe que “en Venezuela hay escasez crónica de divisas, medicinas y alimentos”. Evita precisar que el precio del petróleo cayó de 120 a 20 dólares el barril, sin meter el cerco financiero que Donald Trump (nada dice de su amenaza militar) promete cerrar más. También se salta que los alimentos y medicinas subsidiados por el gobierno venezolano y que escasean aquí, abundan y se venden libremente en las calles de su país, particularmente en Cúcuta. Santos, con santo cinismo, sigue escupiendo para arriba.
El presidente colombiano se quita la careta cuando dice que seguirá presionando por el retorno de la “democracia” en Venezuela. Esa “presión”, ya sabemos, la financia Estados Unidos, cuyo vicepresidente acaba de ir personalmente a Bogotá a leerle a Santos la cartilla. El artículo de marras no es un llanto por la patria del Libertador, sino una amenaza en la que involucra a otros “países de la región y de la comunidad internacional”. Así hay que leerlo, pues viene de un gobierno que endosó la soberanía de su país y permite siete bases militares del imperio en su territorio. No por Venezuela, las mujeres y hombres libres de América debemos llorar por Colombia.