El 2 de noviembre en la ONU se votó, la 31ª vez, la condena al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a Cuba por los Estados Unidos. A favor de Cuba se expresaron 187 países miembros, y en contra sólo EE. UU. e “Israel”, con una abstención: Ucrania.
Al aparecer los resultados en la pantalla gigante de la Asamblea, muchos de los delegados presentes prorrumpieron en aplausos. La votación muestra un “rechazo contundente” al bloqueo, dijo el ministro de Relaciones Exteriores venezolano, Yván Gil, quien felicitó a Cuba y al Gobierno de Miguel Díaz-Canel por su resistencia heroica. «Esta victoria también la sentimos nuestra«, expresó, en nombre del mandatario Nicolás Maduro y del pueblo venezolano.
De fuerte impacto también fue el discurso de Nicaragua, que expresó su posición en común con el G77 y China, el MNOAL, la Celac, y en nombre de la comunidad de los países amigos. Jaime Hermida Castillo, embajador representante permanente de Nicaragua ante las Naciones Unidas, denunció la forma en que las potencias imperialistas continúan manteniendo el criminal bloqueo contra Cuba; en contra de la carta magna de la ONU. Nicaragua destacó también el gigantesco esfuerzo solidario de Cuba que, a pesar del bloqueo, le envió al mundo otras 58 brigadas médicas que se sumaron a los más de 58 mil médicos que ya laboraban en 56 naciones. “Los pueblos avanzan a la multipolaridad”, dijo Hermida Castillo, mencionando las cifras citadas por el informe de Cuba.
Poco antes, el canciller cubano Bruno Rodríguez había resumido los puntos del informe presentado por su país. El documento relata los daños provocados por el bloqueo entre el 1º de marzo de 2022 y el 28 de febrero de 2023, estimados en el orden de 4.867 millones de dólares. De no existir el bloqueo, el PIB de Cuba pudo haber crecido un 9 % en 2022. Más del 80 % de la población cubana actual —explicó el canciller— sólo ha conocido su nación bajo los efectos devastadores de esta política.
Una política genocida practicada por 13 gobiernos norteamericanos con el intento de estrangular a la pequeña isla que en 1959 decidió ser libre. Un proceso de agotamiento que empezó incluso antes de que la Revolución definiera su carácter socialista. A pocos meses de la victoria cubana, el presidente de EE. UU. Dwight Eisenhower suspendió la compra de la cuota azucarera, y el 3 de enero de 1961 rompió relaciones diplomáticas. Se inició entonces, el bloqueo más largo impuesto a un país soberano para provocar, a todos los niveles, el máximo sufrimiento del pueblo; para forzarlo a salir del socialismo.
Oficialmente, el bloqueo se inició el 7 de febrero de 1962, con la firma de una orden ejecutiva del presidente John F. Kennedy. Una medida, para aumentar las sanciones económicas y aislar a Cuba a nivel internacional, que se profundizó con la ley Torricelli de 1992 (llamada ley de la Democracia Cubana), y que amplió los daños provocados a la economía por la caída de la URSS. Esta ley implicó dos medidas particulares: la prohibición a negociar con las filiales de empresas estadounidenses en cualquier parte del mundo; y el veto a las embarcaciones marinas, para entrar en aguas estadounidenses si antes habían tocado algún puerto cubano en el lapso de 180 días.
En 1996, vino la llamada Ley para la libertad y la solidaridad democrática cubanas (Ley Helms-Burton). Esta vez se prohibía el comercio con empresas estadounidenses instaladas en terceros países, unido al veto al financiamiento indirecto, y excluyendo al Gobierno de Cuba de participar en todos los organismos del sistema de cooperación internacional. De lo contrario, a los organismos que aceptaran la participación de Cuba, se les reduciría el aporte financiero. Allí se explicitó que el bloqueo se eliminaría solo con el fin de la soberanía de Cuba, o sea cuando se hubiera impuesto un “gobierno de transición y gobierno democrático” decidido en Washington.
Hoy, los Estados Unidos además han vuelto a incluir a Cuba en la lista de los países patrocinadores del “terrorismo”, lo que también ha sido denunciado en el Informe y también en todas las intervenciones ante la ONU. El canciller Rodríguez ha reconocido que, a pesar de todos los esfuerzos de resistencia, es innegable y doloroso el impacto del bloqueo en la calidad de vida y los servicios que se brindan a la población. El gobierno norteamericano no ha cesado esta política criminal, que con saña y precisión quirúrgica ataca los sectores más vulnerables de la economía para infligir el mayor dolor posible a las familias cubanas.
El bloqueo —dijo el canciller— es un acto de guerra en tiempos de paz, para provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno.
El mismo esquema que EE. UU. Le ha impuesto a Venezuela para destruir el socialismo bolivariano; encontrando sin embargo, la misma resistencia popular.