Dijo Simón Bolívar en su Manifiesto de Cartagena de 1815:
“A cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar, porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido!”.
Como pueblo venezolano, hemos resistido más de 500 años de historias en las que nuestras voluntades se han visto flageladas, levantadas, potenciadas y menospreciadas en la misma medida, pero nuestra nobleza se ha manifestado desde la procura de un contexto de paz y de justicia por encima de las mayores viscitudes.
Es así que hemos recorrido nuestra propia narrativa de país desde la combustión de las voluntades que permiten y permitieron la gloria de abrir los caminos para la absoluta independencia de gran parte de nuestro continente, conduciendo desde nuestras particularidades el heroísmo de pueblos y líderes que se saben parte de la emancipación que de forma primigenia convocados desde esta tierra bolivariana.
Pero, ¿Qué nos lleva a tener esta conversación en torno a la clemencia criminal dentro del contexto político actual? ¿Por qué la sentencia de Bolívar nos sigue convocando a mirar nuestras respuestas ante el vilipendio, no sólo de los enemigos históricos de la emancipación de los pueblos; sino de aquellas y aquellos que tomaron el camino de la deslealtad por encima de la patria?
En el marco de los más recientes acontecimientos, el llamado a responder de forma contundente contra la impunidad; pues la memoria colectiva que hemos desarrollado como pueblo decidido a ser libre, nos convoca a tomar partido ante las acciones; antes de que esta siga arrastrando lo que podría convertirse en la absoluta negación de la justicia, que nos impacta en lo colectivo en tanto permita ventajas indebidas en la lucha por la vida que terminan imponiendo la injusticia en un país que, como Venezuela, ha insistido una y otra vez en alcanzar su paz.
Ya han sido suficientes las veces en las que el odio y el fascismo se han paseado entre las líneas de nuestra historia y más de una vez hemos demostrado nuestra poderosa capacidad de mostrarle cara a cara cómo se hace respetar el digno pueblo de Bolívar, el mismo que hoy se presenta ante los días con la dignidad como bandera.
Somos las y los que nunca se rinden, somos las y los que no aceptaremos nunca más la clemencia criminal, venceremos.
¡Palabra de mujer!