Por: Alberto Aranguibel
La convicción opositora de que siempre es víctima de un siniestro fraude, urdido desde el chavismo; tiene su origen en la falaz creencia de ser un sector todopoderoso al que ninguna clase inferior, tal como ella percibe al pueblo, lo podría derrotar.
Creencia para la cual no necesita argumentación o razonamiento lógico de ninguna naturaleza, porque, precisamente por ese su carácter de supuesta superioridad, toda discusión que cuestione su estatus es, por lo menos, una blasfemia inaceptable.
De ahí su tendencia a rehuir a toda argumentación política que les resulte adversa; ya no mediante el uso de las ideas como herramientas de debate que permitan contrastar las posiciones ideológicas o los puntos de vista; sino a través del más terco e irresponsable negacionismo.
Su fórmula preferida e invariable es un constructo semántico de la negación resumido en la escueta frase “¡No, pero eso no es lo mismo!”, sin contenido ideológico ni valor discursivo alguno, con la cual despacha olímpicamente cualquier debate en el que resulte acorralada con evidencias irrefutables.
La sola frase “No es lo mismo”, a la que no le imprime fuerza con el poder de las palabras en sí, sino con la altanera arrogancia con la que suele pronunciarla, tiene una variante igualmente escueta usada por ella la mayor de las veces como remate de la negación. La variable: “¡Eso es diferente!”
Por eso a la oposición venezolana le ha resultado tan fácil salirle al paso a la innegable y muy vergonzosa contradicción en la que cae cuando, después de abogar frenéticamente durante meses por el pueblo ucraniano frente a lo que la mediática occidental ha presentado como “agresión rusa”, acusa ahora a Hamás de ser un grupo terrorista por el solo hecho de haber salido en defensa de su territorio luego del infernal asalto perpetrado a lo largo de setenta años por Israel contra el pueblo palestino.
Por supuesto que esas dos guerras no son la misma. En Ucrania hay una operación militar especial que busca desnazificar al país para detener las masacres cometidas durante años por el Gobierno ucraniano contra la población prorrusa. Mientras que en la Franja de Gaza lo que hay es una valiente respuesta de Palestina al continuado genocidio israelí cometido contra un pueblo inocente durante casi un siglo.