Sobre la élite ladrona y asesina de EE. UU.
Se les ha dicho muchas veces que el interés de Estados Unidos siempre es el mismo: apoderarse de las riquezas de los otros países. Si las obtiene mediante gobiernos obsecuentes, muy bien; pero si aparece un gobierno rebelde, hay que asesinar al líder, secuestrarlo, acusarlo de graves delitos, tildarlo de terrorista o cualquier otra acción destinada a quitarlo del medio.
Y si hay que matar a medio país a bombazos o de hambre, también vale la pena.
El opositor resistente a la verdad no quiere creer en esto, aunque haya toneladas de evidencia en decenas de países y desde hace dos siglos. Este personaje prefiere seguir creyendo (y repitiendo) que los dirigentes políticos de Estados Unidos son prohombres que se preocupan por la democracia, la libertad y los derechos humanos de los países menos desarrollados y muy bárbaros.
Ni siquiera cuando aparece un bocazas como Donald Trump y dice abiertamente que su intención desde la Casa Blanca, era robarse el petróleo venezolano haciendo colapsar al país, el opositor resistente a la verdad admite que las denuncias de los voceros revolucionarios siempre han estado en lo cierto.
Todo era una narrativa
Cuando Luiz Inácio Lula Da Silva afirmó que sobre Venezuela se había tejido una narrativa perversa, los opositores resistentes a la verdad se enfurecieron con el presidente brasileño, echaron de menos los tiempos del “gran líder democrático” Jair Bolsonaro y felicitaron a Gabriel Boric por intentar desmentir a Lula.
Entonces apareció el delator, Trump, y dijo lo que dijo poniendo en evidencia que, ciertamente, todo era una narrativa destinada a criminalizar al gobierno constitucional para apoderarse de Venezuela y, sobre todo, del petróleo.
Pero el «pajazo» del magnate expresidente no ha sido suficiente para convencer al opositor resistente a la verdad de que a Trump y a todos los miembros de la camarilla gringa les tiene sin cuidado si aquí hay o no democracia, elecciones libres o censura. Lo único que les quita el sueño es cómo expoliar este territorio privilegiado.
Elecciones manuales, chanchullo seguro
Al opositor resistente a la verdad se le ha explicado incontables veces que el sistema electoral automatizado es confiable y seguro, mientras el viejo sistema manual es vulnerable y probadamente corrupto, porque la última palabra la tienen los miembros de mesa, las juntas electorales y las otras instancias que elaboran las actas. Pero se niega a aceptarlo.
Empeñado en creer lo contrario, el opositor resistente a la verdad puso toda su apuesta en las elecciones manuales de la Universidad Central de Venezuela, hechas al margen del soporte técnico del Consejo Nacional Electoral.
La primera bofetada de la verdad al opositor resistente fue el intento fallido de comicios del 26 de mayo. Las fallas organizativas y presuntas irregularidades fueron de tal magnitud que el proceso electoral debió aplazarse.
En la segunda oportunidad, las elecciones se concretaron pero con grandes dudas respecto a varios de sus resultados y con muy poca transparencia en la etapa de totalización, realizada a puertas cerradas por una empresa privada.
Todo ello ocurrió en el contexto de unas elecciones censitarias en las que no se aplica la norma de una persona-un voto, sino que hacen falta diez votos de obreros y empleados o veinte votos de egresados para alcanzar el valor del voto de un docente.
Pese a toda la evidencia existente, ahora con nueva excusa, la oposición se dispone a hacer unas primarias manuales en la que, por razones logísticas, tendrán ventajas para participar los electores de las zonas urbanas más importantes. Pero el opositor resistente a la verdad sigue jurando que ese es el tipo ideal de consulta popular.
Millones de votos en las primarias
La dinámica continúa. A los opositores resistentes a la verdad se les ha advertido que las primarias de octubre, en caso de que se realicen, no tendrán la participación que cabría esperar para quienes se dejan llevar por las estadísticas que a menudo ofrecen los dirigentes antichavistas.
Por un lado, los problemas logísticos ya señalados impedirán la participación de una parte del electorado cautivo opositor. Por otro lado, pese a la gran cantidad de precandidatos, es posible que otro segmento de ese sector opte por no concurrir.
La tibia respuesta de los electores en el exterior es muy significativa, tomando en cuenta el peso que la oposición tiene en la llamada diáspora venezolana y las falsas esperanzas que se han sembrado en torno al papel que cumplirá este sector del electorado en unos comicios nacionales.
Entonces, es fácil vaticinar lo que, de nuevo, ocurrirá: el elector resistente a la verdad creerá las cifras que la dirigencia opositora dará sobre participación y apoyo a la opción ganadora; desestimará los datos técnicos concretos y las denuncias que surjan del proceso. Y saldrá convencido de que ganarán las presidenciales de 2024.