Por: Werther Sandoval
La perspectiva, a mediano plazo, es de alza en la producción y de los precios del petróleo; debido a la amarga y cruel dialéctica de una mayor demanda causada por la guerra de Israel contra el pueblo palestino y por las perturbadoras sanciones de EEUU contra Rusia, Venezuela e Irán.
Pero aun cuando los pozos de Venezuela sienten el empuje hacia una mayor extracción, el camino por recorrer se mantiene lleno de altibajos y atolladeros provocados, fundamentalmente, por las sanciones; las cuales causaron en septiembre la mayor caída de producción dentro de la tendencia general de ascenso mantenida desde principios de año.
El reporte suministrado por el Ministerio de Petróleo a la OPEP, indica que en 2023 la producción venezolana arrancó en 669.000 barriles diarios, mientras el dato buscado por el mismo organismo, en las fuentes secundarias, se ubicó en 667.000 barriles.
Tras una baja poco significativa en febrero, la producción notificada a la OPEP por el Ministerio se mantuvo en alza hasta alcanzar 820.000 barriles en agosto, para desde allí caer a 762.000 barriles. La secundaria hizo lo suyo hasta 730.000 barriles y, por el contrario, subió en septiembre a 733.000.
El precio de la cesta venezolana terminó la semana pasada en 70 dólares el barril, mientras el promedio en lo que va de año se ubica en 61,5 dólares, en alza respecto a la media de 60 dólares en agosto. Aún le falta para llegar a los 76,96 dólares promediado en 2022.
Levantar la producción no es tarea sencilla. Uno de los problemas, solo uno, de los tantos recurrentes en la cadena de valor, es la disponibilidad y dependencia de los diluyentes específicos para ser mezclados con los tipos de crudos pesados y extrapesados de la Faja Petrolífera del Orinoco, y lograr así su transporte por oleoductos hasta los Mejoradores, donde son transformados en crudos menos pesados y por tanto refinables y exportables.
El asunto es que el unilateral bloqueo comercial y financiero, y las sistemáticas sanciones coercitivas impuestas por EEUU, contra Venezuela en general, y contra PDVSA en particular, limitan y limitaron la disponibilidad, en cantidad y continuidad, de los volúmenes de crudos livianos y Nafta requeridos como diluyentes para la formulación del crudo tipo Merey 16 y el fortalecimiento de la producción de crudos pesados y extrapesados de la Faja Petrolífera.
También limitaron la capacidad de embarque y desembarque de los crudos y productos de PDVSA.
El problema se complica por el diseño tecnológico dependiente de los cuatro Mejoradores ubicados en Jose, Puerto La Cruz, estado Anzoátegui, que por falta de repuestos y equipos se ven con frecuencia atascados y reducidos a operaciones básicas, cuadro agravado por las fallas en el suministro de Nafta para las operaciones “DCO” de los negocios de la Faja Petrolífera del Orinoco.
En la caída de producción de las diferentes áreas también concurren otros factores como insuficiencia de flujo de caja para financiar el suministro de insumos petroleros fundamentales, que a su vez permitan mitigar la obsolescencia de los equipos, plantas de compresión, estaciones y líneas de flujos.
El logro alcanzado hasta ahora en el incremento volumétrico ha implicado y todavía implica e implicará recuperar la flota automotor tanto liviana como pesada, así como gabarras, remolcadores, lanchas para el transporte de buzos.
Ni hablar de las unidades de taladros que deben ser recuperadas, así como la capacidad para darle energía a los yacimientos, sobre todo cuando está mermada la capacidad de generación y transmisión de las plantas termoeléctricas, propias de PDVSA.
Un esfuerzo especial requieren los mantenimientos correctivos, preventivos y predictivos de las plantas de inyección de agua, inyección de vapor e inyección de gas; encargadas, entre otras tareas, de empujar el crudo a la superficie.
Para colmo, son frecuentes los robos y hurtos de materiales y equipos en las áreas operativas, de cables de potencia en las macollas, pozos y estaciones, principalmente de transformadores, aceite lubricante de los motocompesores, ocasionando fallas y paradas.
Aun así, la lógica del libre mercado se escabulle y conspira contra los dictámenes del Estado controlador de EEUU; las transnacionales petroleras de servicios y suministradoras de diluyentes han tercerizado sus propios servicios y productos mediante firmas creadas y registradas en países asiáticos y africanos, menos expuestos a sanciones y amenazas, para esquivar sanciones y vender repuestos, equipos y diluyentes.