El petróleo jugó un papel fundamental en la geopolítica mundial, al constituir la principal fuente de energía del planeta con aproximadamente el 40% de toda la energía, que se consume en el planeta y sin alternativas claras en el futuro de mediano plazo. La distribución de sus yacimientos le otorga abundantes fuentes de ingresos y poder a países en su mayoría de bajo nivel de desarrollo, a una gran potencia que lucha por un nuevo orden mundial, como lo es Rusia, y a dos naciones con firmes posturas antiimperialistas, Irán y Venezuela. La geopolítica del petróleo es un factor clave de las relaciones internacionales del mundo en los s. XX y XIX.
No cabe la menor duda de que la hegemonía imperial de los EEUU depende en alto grado del control, por cualquier vía, de los principales yacimientos petroleros del mundo. Por el control de esta valiosa fuente energética se han llevado a cabo múltiples conflictos bélicos, confrontaciones muy duras, injerencias externas inauditas, a través de los cuales el imperialismo yanqui ha presionado sistemáticamente a naciones y, en no pocos casos, ha puesto a sus títeres al frente de países en función de asegurar su acceso al petróleo a bajo costo.
El desarrollo del mercado petrolero internacional guarda una estrechísima relación con el desempeño de la economía mundial, con el clima de los mercados financieros, con los conflictos regionales con presencia de reservas petroleras, conflictos nacionales en países petroleros, con la política internacional de las potencias, con las decisiones que adoptan los países productores y los principales países consumidores, etc.
En la coyuntura actual, los precios del petróleo están determinados básicamente por tres factores: i) la recesión económica que avanza inexorablemente en las principales economías del mundo occidental y que pudiera verse agravada por posibles rebrotes del covid19; ii) la política aventurera de sanciones ilegales que aplican los EEUU y la OTAN en contra de Rusia; y iii) los recortes de producción adoptada por las naciones de la OPEP+.
Esta constelación expresa claramente la economía política del mundo del petróleo, donde las naciones petroleras presionan por mayores precios y, por lo tanto, ingresos; en tanto que los países importadores del crudo, especialmente las grandes potencias, pujan por bajarlos. Lo cierto es que el mercado petrolero requiere de un equilibrio mínimo que, más allá de los factores económicos, políticos y militares que actúan sobre intereses claramente definidos, garantice la sustentabilidad de la producción en el tiempo, lo cual pasa por inversiones cada vez más voluminosas. Es un hecho irrefutable, que el mundo no podrá renunciar al petróleo sin tener una alternativa energética viable. Un déficit de esta energía sin energía alternativa tendría como consecuencia inevitable un desplome económico, gravísimas perturbaciones geopolíticas y conflictos sociales en el mundo.
Como expresión clara de la lucha de factores de poder en el tablero energético mundial, recientemente, el presidente Biden presionó a Arabia Saudita para posponer el recorte de petróleo que estudiaba la OPEP+, en razón de que dicho recorte conduciría a un aumento de los precios y esto afectaría la economía estadounidense con graves consecuencias para las opciones de su Partido Demócrata de cara a las elecciones de medio término en ese país. Dichas elecciones tendrán lugar a comienzos de noviembre y el Partido Republicano amenaza seriamente con arrebatarle la mayoría en el Congreso. Además de ello, este aumento favorecería los ingresos de Rusia, a quien los EEUU y sus socios se han empeñado inútilmente en asfixiar.
Sin embargo, la OPEP+ con el enorme peso de Arabia Saudita y la Federación de Rusia, los dos más grandes exportadores petroleros del planeta, decidió el recorte de dos millones de barriles diarios, lo cual se tradujo de manera inmediata en el alza del petróleo. Este recorte obedeció al descenso previo del precio del crudo durante los últimos meses y a la necesidad de generar ingresos para las inversiones, requeridas en función del abastecimiento de crudo al mercado mundial.
Pero más allá de las consideraciones referidas al funcionamiento del mercado petrolero mundial y el antagonismo entre la OPEP+ y los EEUU entorno a los precios petroleros; se evidencian relevantes consecuencias de naturaleza geopolítica. En primer lugar, se observa la importante pérdida de terreno de los EEUU en el Golfo Pérsico, específicamente en Arabia Saudita, una región de gran influencia política en el pasado reciente. Sin romper con los EEUU, los saudíes priorizan también sus intereses nacionales y las relaciones con socios importantes como China y Rusia. Los EEUU, acostumbrados a imponer dictados, sufren una gran decepción al constatar que sus aliados árabes no tienen el mismo comportamiento servil de Europa, que complacen los planes hegemónicos de los EEUU independientemente de los enormes costos económicos, políticos y sociales que esto les implica. Acusaron al gobierno saudí, incluso, de ponerse del lado de los rusos.
Por otra parte, las acciones aventureras e irracionales en Venezuela, Irán y, muy especialmente, en Rusia, se les ha devuelto como un bumerang. Sacar del mercado millones de barriles diarios con las sanciones ilegales y criminales que aplican por años contra Irán y Venezuela se revela como un fracaso rotundo para su política de “cambio de régimen” y como contraproducente para sus intereses de bajos precios en la actual coyuntura. Su irracionalidad y arrogancia no les permite rectificar y levantar las sanciones.
En cuanto a Rusia, el error ha sido desastroso. Pretender sacar del mercado petrolero a una potencia energética como la Federación de Rusia es un disparate mayúsculo. Hay suficientes mercados -especialmente los asiáticos, como se ha comprobado- para colocar el petróleo ruso, que dejan de comprar principalmente los europeos, lo cual se traduce en mayores precios de la energía en ese continente. Los EEUU y sus aliados han amenazado con poner límites máximos en los precios del petróleo ruso, pero las consecuencias para ellos serán peores que hasta el momento.
Es preciso destacar que la incapacidad estadounidense no se limita a sus “errores de cálculo”. Esta trasciende a la gestión pública. Después del espectacular incremento en la producción petrolera en la última década, los EEUU no solo han visto descender los volúmenes de producción en los últimos tres años, sino que no han sido capaces de extraer mayores volúmenes para contrarrestar la estrategia de sus rivales de la OPEP+.
Los cambios innegables en nuevos ejes de poder político, en nuevas regiones económicas, la progresiva decadencia económica y política de los EEUU y sus aliados europeos, anuncian nuevas correlaciones de fuerzas a nivel global en detrimento del hegemón yanqui. Se concretan cambios dramáticos. Tres eventos son cruciales en la coyuntura actual: la crisis en Ucrania, el crecimiento económico de China y las decisiones de la OPEP. Por cierto, desde los EEUU lanzan nuevamente la bravuconería de una ley antimonopolio contra las naciones de la OPEP con jurisdicción norteamericana. La arrogancia imperial no le debería nublar la mente al gobierno yanqui para olvidar que la fortaleza del dólar a nivel global depende fundamentalmente de las transacciones petroleras con la moneda estadounidense. Esa decisión de los EEUU podría acelerar un cambio ya en marcha.
Estamos presenciando contradicciones históricas, cuyos desenlaces darán vida a un nuevo orden mundial sin tutelajes imperiales.