Occidente lo volvió a hacer, volvió a caer en sus fantasías. Lo venimos diciendo, hay decadencia en sus líderes políticos, en quienes tienen responsabilidades de Estado. Sus cancilleres prefieren el discurso político incendiario, folletinesco, antes que las buenas maneras, antes que el apego al derecho internacional.
La Carta de las Naciones Unidas, documento bien estructurado, bien redactado, que presuponía pautas para una buena convivencia de la comunidad internacional, de la buena vecindad universal, pasó a ser, gracias a esos señores, una pieza de museo. Por esa razón Venezuela, Rusia, China, e Irán entre otros países; constituyeron un grupo denominado Amigos en Defensa de la Carta de las Naciones Unidas.
Como es lógico, esa crisis en los liderazgos políticos muda a otras esferas: académicas, artísticas, comerciales, mediáticas.
Lo hemos dicho, Occidente, sus líderes, se volvieron autocomplacientes, perdieron el rigor en sus actividades. Los europeos, cuando cayó el Muro de Berlín, se entregaron plenamente en brazos de Washington, se sintieron cómodos así.
Además, como potencia complementaria, la Unión Europea también disfrutó ese establishment. Sus intelectuales, a ambos lados del Atlántico, dejaron de exigirse. Compraron aquella narrativa del Fin de la Historia, del debate entre Modernidad y Post Modernidad, castrándose, anulando sus posibilidades de seguir explorando.
Se postraron ante el dios Mercado y actuaron en función de su adoración. Pretendieron darle condición de totémicas a todas las loas que se escribieran sobre él.
Se acostumbraron a esa narrativa. Se acostumbraron al pensamiento único. Se acostumbraron a no mirar más allá de eso.
Por eso, cuando se suscitan eventos que no encajan en esa narrativa, en esa percepción, les cuesta reaccionar.
Pretenden que la realidad se modifique de acuerdo a sus deseos. Lamentablemente, para ellos, la realidad los contradice. Eso lo podemos ver desde que empezó el conflicto entre Rusia y la OTAN.
Desde antes. Desde antes porque Occidente, Estados Unidos y sus socios, (vamos a decirles socios de la UE, aunque la sociedad implica un mínimo de paridad, de respeto entre quienes forman la sociedad, de velar por los intereses de todos), incumplieron con Rusia.
Lo hicieron desde el mismo momento en que se disolvió la Unión Soviética y se les prometió que la OTAN no se extenderìa hacia el Este. En realidad, no debería extenderse hacia ninguna parte pues al desaparecer la URSS, el “peligro” que originó su nacimiento desaparecía, y con ella, la necesidad de su existencia.
El incumplimiento, el cerco que empezaron a montarle a Rusia, evidentemente, era una provocación. Provocación que, conforme se daban los hechos, amenazaba la seguridad de Moscú.
Era evidente que Rusia reaccionaría. Si no lo hizo antes era porque no se sentía con la suficiente fortaleza, pero apenas retomó sus bríos, Moscú hizo sentir su presencia a nivel global.
Lo hizo en Crimea, también en Siria.
Así llegamos al conflicto con Ucrania. Claro, Rusia con una alianza estratégica sólida lograda con China. Con unos BRICS fortalecidos, hoy en proceso de crecimiento. Con una fortaleza económica producto de su industria de la energía, no sólo de hidrocarburos, sino también nuclear. Con su poderío agrícola, de fertilizantes, minerales y tierras raras. Con su crecimiento diplomático y comercial en zonas importantes descuidadas por Occidente; principalmente África y América Latina.
No sólo eso. Cuando se produce la pandemia de Covid-19, Rusia junto a China, fueron los primeros en desarrollar las vacunas, y en demostrar su eficacia. Eso fue un golpe duro para la propaganda occidental. Fue un golpe contra su pregonada superioridad científica.
Esa pandemia reflejó la crisis de valores en los países donde el egoísmo impera, algo intrínseco en el neoliberalismo. La cosa fue tan grave que empezaron a reclamar la redimensión del Estado. Los catequistas del libre mercado pedían mayor presencia del Estado, mayor inversión estatal, mayores controles para las empresas privadas.
Al salir de la pandemia, cuando el Nord Stream 2 debía entrar en funcionamiento, cuando Macron hablaba de una OTAN sólo para Europa, sin Estados Unidos; Washington ordena a su peón en Ucrania provocaciones contra Rusia, desatándose el conflicto en que los ucranianos ponen los muertos.
Y en ese contexto, volvemos a Occidente y su problema para comprender las cosas; a pretender que la realidad se adapte a sus anhelos.
El 24 de junio se produjo un incidente con el Grupo Wagner, grupo que cumplió tareas en Libia, Siria, Sudán, entre varios países, siempre en sintonía con la política antihegemónica de Moscú.
A diferencia de los grupos mercenarios occidentales, también llamados “contratistas”, el Grupo Wagner lo integran sólo ex militares rusos.
Ellos no se venden al mejor postor, ni trabajan para narcotraficantes o señores de la guerra en cualquier rincón del mundo. Reiteramos, su accionar siempre va en sintonía con la política exterior rusa. Tampoco vamos a contar una historia edénica de los Wagner, pero si marcamos las diferencias con grupos norteamericanos.
Ese grupo, su líder, se pronunció a modo de protesta, y marcharon con algunos vehículos blindados por zonas de Rusia.
Apenas se supo del evento, Occidente entró en euforia. Hablaron de un golpe de Estado contra Putin. De que miles de militares se habían alzado, junto a Wagner, e iban a tomar Moscú.
Ojo, el líder de Wagner era llamado, hasta un día antes,” carnicero”, “asesino despiadado”, por la corporatocracia mediática occidental, pero “milagrosamente” se convirtió en una especie de justiciero, un héroe que desplazaría del poder a Putin.
Ya se adelantaban apuestas para saber quién sucedería a Putin en el Kremlin, sobre quien lo asilaría, si es que antes no era linchado por las turbas descontentas.
Se hablaba sobre el éxito de la contraofensiva ucraniana, sobre el efecto que ese golpe de Estado tendría en los BRICS. Occidente, sus eruditos, ya hablaban de que cuestionar su hegemonía, como Putin lo hace, era un camino seguro al fracaso.
Pocas horas les duró la embriaguez.
A las pocas horas el líder de Wagner anunció que reculaba. No marcharía a Moscú, sus tropas volvían a sus bases. Él iba a Bielorrusia. Luego manifestó que en ningún momento cuestionaba la autoridad de Putin, que sus críticas eran al manejo de algunos militares de alta graduación.
En ese ínterin, toda la institucionalidad rusa, sus poderes públicos, respaldaron plenamente a Putin. A nivel internacional, los aliados se pronunciaron a la altura de las circunstancias. No había duda en ellos de que el ex hombre de la KGB solventaría bien el impasse. Quienes se pronunciaran en contra, o fueran dubitativos, nacional e internacionalmente, quedarían en evidencia.
Algunos piensan que todo fue un montaje de Putin para ver con quien cuenta de verdad, quienes son sus amigos, quienes no. Tiene sentido, el jefe del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, es una persona que pertenece al entorno más cercano, personal y de seguridad, de Vladimir Putin.
Putin es un personaje que viene del mundo de la inteligencia, sus parámetros de seguridad están muy por encima de los demás líderes. Es difícil que tuviera tan cerca de él a Prigozhin si no existiese plena certeza de su lealtad. Es más, resulta muy poco probable que le hubiera permitido crear el Grupo Wagner, que le hubiera encomendado tantas tareas si no confiase en él. Si no hubiera pasado todas las evaluaciones pertinentes.
Prigozhin, quizá, estaría cumpliendo una tarea; quizá hacer señalamientos que Putin, como jefe de Estado, por estar en plena guerra con la OTAN no debía hacer en este momento.
Quizá, gracias a ello, ya hay algunos militares y otros funcionarios, no tan aptos, que han sido defenestrados. Quizá algunos oligarcas, ellos si, quizá; si fueron tocados por la inteligencia occidental, estén muy preocupados.
Quizá, también, fue una artimaña. No olvidemos que el arte de la guerra es el arte del engaño. En momentos del evento de Wagner, algunas fuerzas de Ucrania intentaron avanzar en su contraofensiva, siendo repelidos contundentemente por las fuerzas rusas.
Nos arriesgamos a descartar, por lo menos con Prigozhin, que fuera captado por la CIA u otros servicios de inteligencia occidentales. Si fuera así, no estaría en Bielorrusia, habría preparado su huida anticipadamente. Si fuera así, habría perpetrado, y tuvo muchas oportunidades, atentados letales contra líderes rusos o infraestructura crítica.
Es más, creo que ha jugado con Occidente. Un ejemplo: en mayo cuestionó públicamente a sus jefes inmediatos, se quejó por falta de apoyo logístico, de municiones. Dijo que estaban a punto de regresar a Rusia porque no estaban en condiciones de seguir combatiendo. Occidente se lo creyó, por lo menos sus medios así lo reflejaban, lo festejaban.
Ucrania hablaba de que eso era una señal de que ganaba la guerra. El 20 de mayo, Rusia, —el Grupo Wagner— tomó totalmente Bajmut. Reiteramos que el arte de la guerra es el arte del engaño.
Hay quienes, desde Occidente, cuestionaron a Putin por no disolver ese mitin con el uso de la fuerza militar. Querían un baño de sangre como en sus películas tipo Rambo. Putin no lo hizo. Actuó con serenidad, develó el motín y no se alteró la cotidianidad del país. ¿Putin quedó debilitado? Si hubo un motín y lo resolvió rápidamente; sí tuvo amplio respaldo en su país y el exterior; y si le sirvió para deshacerse de algunos personajes incómodos; no sólo no quedó debilitado, Putin se fortaleció.
En la otra orilla el incidente sirvió, aunque brevemente, para elevar la moral de los guerreristas occidentales que todavía creen posible un triunfo de la OTAN contra Rusia. Para justificar que se siga gastando el dinero de los contribuyentes de Estados Unidos y Europa.
Crear la matriz de que Putin está perdiendo respaldo en Rusia.
Necesitan hacerlo porque quienes pierden respaldo, pierden dinero, y pierden la guerra; son los señores de la OTAN, son los dirigentes de esos países.
Por lo menos así lo dicen en el Financial Times. Ese medio, el 29 de junio, publicó un reportaje donde funcionarios occidentales aceptan que la contraofensiva ucraniana es fallida, esto afectaría un futuro respaldo al régimen de Zelenski.
Citan una declaración de Christopher Cavoli, máximo comandante de la OTAN en Europa, donde refieren que Ucrania aún no ha logrado éxitos significativos y que Moscú todavía conserva una ventaja numérica en sus fuerzas.
«Para bien o para mal, el resultado de la operación afectará todo lo que hagamos con respecto a Ucrania, y todos somos conscientes de eso… Financiación, apoyo, compromiso político y lo más importante, las conversaciones de paz que se avecinan, nos gusten o no», indicó.
Con el transcurrir del conflicto, Estados Unidos se desdibuja cada vez más. Ya no sólo por la inferioridad tecnológica ante Rusia, también en sus tácticas.
Así lo dice, en la influyente ‘American Greatness’, el experto Christopher Roach.
Según escribió, los resultados de Ucrania «son una prueba del modo de hacer la guerra de EEUU frente a un adversario convencional, y los resultados actuales se aplicarían también a él; ya sea en una confrontación directa de la OTAN con Rusia, pero también en cualquier guerra futura contra China, Irán o cualquier otro oponente convencional».
De acuerdo a Roach, las FFAA ucranianas llevan los combates ajustándose a las tácticas y planes operativos que la OTAN les construyó «a su imagen y semejanza, dando prioridad al ataque, la maniobra y las tácticas de armas combinadas».
En su opinión, Rusia preparó sus defensas con alta calidad, por lo cual las tropas ucranianas no han podido ir más allá de la primera línea de defensa, siendo detenidos en la línea o, muy pocas veces, en la llamada zona gris.
«Decenas de tanques Leopard II y vehículos de combate de infantería Bradley —el equipo de guerra terrestre más avanzado de la OTAN— han sido destruidos e incendiados por minas, drones kamikazes y artillería durante la estancada ofensiva», explicaba Roach.
En ese contexto global, que requiere verse con agudeza, sin prejuicios, y recurriendo siempre a fuentes confiables, encontramos al gobierno de Kiev en una nueva diatriba, esta vez contra su par de Israel.
Según dijeron, el Gobierno de ese país opta por cooperar con Rusia, en lugar de brindarle apoyo militar a Ucrania.
«Esto se evidencia por una serie de eventos bastante controvertidos que tuvieron lugar en la primera mitad de 2023, coincidiendo con la casi ausencia de asistencia humanitaria israelí a Ucrania», dice un comunicado de la cancillería ucraniana.
Es bueno observar cómo se va configurando la realidad israelí en este cambiante mundo. Durante décadas ha sido el cancerbero de Washington en el Medio Oriente. Junto con Arabia Saudita aseguraba su preponderancia en esa zona. Pero en los últimos meses parece que Estados Unidos ya ve cómo su influencia disminuye. Arabia Saudita e Irán limaron asperezas. Siria ha vuelto a la organización de países árabes. Emiratos Árabes Unidos se suma a otros países de la región que quieren integrarse a los BRICS. La influencia de China y Rusia ha crecido allí. En esas circunstancias, Washington, que hoy pone más énfasis en el Indo-Pacifico, estaría resignándose en el Medio Oriente. Así las cosas, Israel ya no tendría tanta importancia en su tablero geopolítico global.
Y hablando del Indo-Pacífico, insistiendo en que la geopolítica hay que verla con amplitud, caso por caso, el miércoles 28 de junio, China y Nueva Zelanda firmaron varios acuerdos de cooperación.
«Nuestra relación comercial asciende a más de 40.000 millones de dólares anuales, y mientras seguimos aumentando las exportaciones a nuevos mercados como el Reino Unido y la Unión Europea, también es destacable que reafirmemos las importantes conexiones económicas que mantenemos con China», expresó Chris Hipkins, primer ministro neozelandés.
Por su parte, Xi Jinping, presidente chino, manifestó que la relación entre ambos países «ha aportado beneficios tangibles a la población de nuestros dos países y ha contribuido a la paz, la estabilidad y la prosperidad regionales».
Es bueno recordar que Nueva Zelanda ha mostrado distancia con el AUKUS, ese grupo que Estados Unidos quiere potenciar para intentar detener el avance de China. Incluso suponiendo una amenaza militar.
Y, en medio de todo esto, Argentina pagará su deuda al FMI en yuanes.
Así se mueve la geopolítica. Se avanza hacia la multipolaridad, el hegemón decae.