Tiempo para definiciones. Tiempo para consolidar reacomodos, alianzas. Tiempos para renovar lecturas geopolíticas. Tiempos de refundaciones.
El mundo del hegemón se va difuminando. El mundo de la multipolaridad emerge.
Lo hemos señalado por años, hoy, cada vez más, estamos seguros de que ya se avizora. Ya hay preocupación entre los defensores del establishment. Entre los más listos, los más hábiles, los de reflejos más prontos, ya se han puesto manos a la obra.
Ya exploran nuevos escenarios, ya mudan intereses. Ojo, cuando decimos que ya hay muchos que mudan, no nos referimos al tiempo real, al ahora mismo. No. Son tendencias que las vamos develando poco a poco. Son secuenciales.
Por ejemplo, pasada la pandemia, con Rusia, China y Cuba, siendo observadas de mejor modo por haber llevado sus vacunas a millones de seres humanos, por salvarles la vida, Washington le jugó sucio a París.
Fue en 2021; el ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Yves Le Drian, calificó de «puñalada por la espalda» el accionar de Australia, cuando los oceánicos decidieron anular el «contrato del siglo«. Este contrato establecía que los galos construirían una docena de submarinos, pero los australianos los cambiaron por otros que serían construidos por Estados Unidos y Reino Unido.
Claro, era un momento en que, quienes tienen mejores reflejos políticos, geopolíticos, en Washington; se dieron cuenta de que ya era hora de deshacerse de la vieja Europa.
De sus “amigos” de siempre. Ya empezaron a retomar la vieja tesis de que el eje gravitacional del mundo migraba hacia Eurasia, hacia el Indo-Pacífico.
De allí la conformación del AUKUS (acrónimo en inglés, por Australia, Reino Unido y Estados Unidos) para contener a China. Un AUKUS que pretenden ampliar con Japón y Nueva Zelanda. Aunque estos últimos no estén muy interesados en el tema militar como los anglosajones.
Pero la Casa Blanca actúa así. Involucró malamente a la UE en el conflicto con Rusia, principalmente a los alemanes, que, de ser la locomotora europea, de ser una potencia industrial que hacía palidecer de envidia a los norteamericanos, hoy, sin el combustible barato y oportuno de los rusos, sufren la crisis económica.
Eso ya está claro. Los separaron de Rusia, que les daba energía barata, que era un mercado amplio para sus productos, que les proporcionaba minerales, granos; granos que hoy pagan más caros porque les llegan triangulados. Los perjudicaron.
Ya perjudicaron a Alemania. Misión cumplida, diría alguno. Hoy van por Francia. Sí. Y más allá de los submarinos.
Washington está jugando con malicia en el tema de Níger. Mientras Francia apostaba por una intervención militar para reponer a su viejo aliado en la presidencia, que la abastecía de uranio y oro barato, a través de mecanismos coloniales, la junta militar que se instauró habla de romper ese vínculo con París; Estados Unidos, que tiene sus tentáculos en todo el orbe, dice apostar por la diplomacia.
El importante medio galo, Le Figaro, hablaba de la decepción que existe en París con Washington en el tema de Níger. Citan las declaraciones de un diplomático que habló en condición de anonimato.
Según esa versión, que parece coincidir con la realidad, la cancillería francesa siente que en la Casa Blanca «hicieron exactamente lo contrario de lo que pensábamos que harían… Para Emmanuel Macron estaba en juego la credibilidad de Francia, sobre todo en términos del discurso sobre la democracia. Para los estadounidenses, aunque también estén preocupados por un rápido retorno al orden constitucional, la prioridad es la estabilidad en la región«, explicó.
Ahora París teme que Washington, motivado por el deseo de mantener sus bases en Niamey y Agadez, por encima de cualquier otra cosa, pueda llegar a un acuerdo con los golpistas en Níger a espaldas del Gobierno francés. El diplomático, en versión de Le Figaro, cree que EE. UU. no tardará en dejar de lado las exigencias relativas a la democracia para «trazar una línea en el retorno a la legalidad constitucional con tal de preservar sus bases».
Tiene sentido, sobre todo porque la influencia rusa se ha hecho sentir durante las manifestaciones populares en Níger. Estados Unidos intenta hacer lo que se llama control de daños. Porque no hay consenso, ni fuerza real tampoco, para que algunos países puedan intervenir militarmente en Níger.
Una intervención militar, lo dijimos anteriormente, podría desatar un conflicto de incalculables proporciones en África. Europa teme otra ola migratoria descontrolada, pero también, sobre todo Estados Unidos, teme que los pocos regímenes que todavía apoyan a occidente queden debilitados en una hipotética confrontación, que sucumban ante la ola antioccidental que recorre el continente y pierdan toda influencia, y posibilidades de obtener recursos naturales.
Mientras eso ocurre en África, mientras Estados Unidos planea subir sustancialmente el precio de los aranceles para el aluminio a China, pero también a Alemania y Canadá, sus dos aliados, el mundo aguarda con expectativa la próxima cumbre de los BRICS.
Esta se efectuará del 22 y el 24 de agosto en Johannesburgo, Sudáfrica. Recordemos que el país africano debió soportar algunas maniobras destinadas a enturbiar el desarrollo de la cita.
Empezaron cuando Occidente, su corporatocracia mediática, hizo una campaña para crear la sensación de que Sudáfrica debería capturar a Vladimir Putin apenas llegara a su país, en atención a una “orden” de la Corte Penal Internacional.
Los gobiernos, las cancillerías de ambos países, en coordinación con los gobiernos de los otros integrantes del bloque, no cayeron en provocaciones, ni en las intrigas occidentales, y dieron una salida conveniente. Rusia, como era previsible, estará presente en la cumbre, aunque cuidándose de evitarle un mal rato al país anfitrión.
Pero está campaña contra la cumbre, en la cual se pronostica pueden incorporarse nuevos e importantes integrantes a los BRICS, ha generado preocupación en el hegemón y sus acólitos desde hace varios meses.
Son conscientes que los resultados de la cumbre pueden afectar el desenvolvimiento del mundo.
Uno de ellos es el Alto Representante de la UE, Josep Borrell, quien ve con preocupación que muchos países pretendan sumarse a los BRICS. Así lo recoge eleconomista.es, que en un reportaje señaló que «muchos países desean formar parte del conjunto para que sea algo más que un grupo de países unidos por la situación coyuntural de desarrollo económico«.
Le perturba que, frente a la guerra de Rusia contra la OTAN en suelo ucraniano, no haya existido un mayor alineamiento, un mayor respaldo a las posturas de Occidente.
Borrell dice que quienes no apoyan a Washington y la UE tienen una postura relativista “a la hora de abordar la guerra, carecen de indignación moral, como en Occidente, frente a la violación del derecho internacional…Esta coyuntura muestra el nacimiento de una nueva distribución de cartas y conflictos geopolíticos«.
Desde su óptica, este posicionamiento cada vez congrega a más países en torno al concepto de BRICS, que busca ampliar el grupo originario con nuevos Estados. «Vamos a ver a cuántos países dan entrada en el grupo y en qué consiste. La UE tiene que estar muy atenta a esa dinámica», señaló.
Eleconomista.es reconoce que Occidente vive una incertidumbre geopolítica sin precedentes, al menos desde el final de la II Guerra Mundial, en 1945. Esto supone retos que le cuesta mucho manejar.
Allí asoman otra preocupación, y es el proceso de desdolarización del mundo que se extiende con velocidad. Los propios países de los BRICS hablan públicamente, como es el caso de Brasil o de Sudáfrica, de crear una moneda nueva para la transacción de operaciones a nivel mundial. Rusia apuesta por una cesta de monedas nacionales de los BRICS.
Aquí siempre, según el citado portal, se trataría de formalizar lo que está sucediendo ya en la práctica en el continente asiático, dónde las operaciones comerciales se están cerrando en las monedas nacionales de las partes involucradas.
Lo cierto es que la cumbre se desarrollará con la denominación de «Los BRICS y África: asociación para el crecimiento mutuamente acelerado, el desarrollo sostenible y el multilateralismo inclusivo».
Esta será la primera cumbre presencial de presidentes, con la excepción ya mencionada de Putin, luego de la pandemia de COVID-19.
No olvidemos que los BRICS suman más del 31,5% del Producto Interno Bruto (PIB) global y el 42% de la población mundial.
Para el evento, que inicia el 22 de agosto, están invitados otros 67 líderes de África y del Sur Global, allí se hablará sobre los BRICS-África y BRICS Plus.
Además, está previsto que concurran el secretario general de la ONU, el presidente de la Comisión de la Unión Africana, la presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo, los presidentes y jefes ejecutivos de las comunidades económicas regionales africanas, las instituciones financieras africanas y el secretario general de la Secretaría del Área Continental Africana de Libre Comercio, así como el director ejecutivo de la Agencia de Desarrollo de la Unión Africana.
No olvidemos que, hasta el cierre de esta edición, medio centenar de países había expresado su deseo de incorporarse al bloque. De ellos, ya 23 lo han manifestado oficialmente.
Allí tenemos a Argentina, Turquía, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Senegal, Argelia, Etiopía, Irán, Indonesia, Venezuela.
Conforme llega la fecha aparecen declaraciones llamativas; entre ellas destacan la de Karin Kneissl, ex ministra de Asuntos Exteriores de Austria, quien ve desesperación en el presidente francés, Emmanuel Macron, por participar en la cumbre.
Ella percibe que Macron «corre a llamar a la puerta del BRICS y pide formar parte de una fiesta a la que no fue invitado… Estamos asistiendo a una transformación completa de la geopolítica, de las relaciones internacionales, que afecta también a las instituciones».
Macron, apuñalado por Estados Unidos, sin respaldo de la UE en el tema de Níger, ¿qué podría esperar de los BRICS? Difícil saber que pretende de verdad. Pero Rusia ya hizo saber su oposición a que asista.
El gobierno sudafricano, anfitrión del evento, aseveró que no lo habían invitado.
Lo cierto es que del 22 al 24 de agosto una parte del mundo estará en vilo, preocupada; otra estará expectante porque podrían acelerarse procesos de mayor justicia e inclusión en las relaciones internacionales. Esperemos.