Por Rocío Rosa/ El Parto es Nuestro
La última vez que volé descubrí mientras hacía zapping en la pantallita del avión dos películas de animación de estas supuestamente infantiles pero tan simpáticas y bien hechas que enganchan a cualquiera: la primera iba de un bebé ejecutivo graciosísimo (con su traje de chaqueta y todo) que le amarga la existencia a su hermano mayor. La segunda, de una empresa de fabricación y distribución de bebés gestionada por unas gaviotas de lo más expresivas.
En ambos casos los protagonistas de las películas eran riquísimos bebés de ojos gigantes que venían al mundo mediante unos sistemas de producción en cadena que los enjabonaban, echaban talco, ponían el chupete y los pañales. A continuación los bebés eran enviados a las casas asignadas, bien mediante una empresa de transporte convencional, bien mediante la clásica gaviota.
El toparme con estas películas ha coincido con el regreso de mi menstruación después de muchos meses (más de dos años) entre embarazo y lactancia.
Precisamente a raíz de esta regla recuperada me comentaba una amiga que ella todos los meses le enseña a su hijo de seis años su regla y le explica lo que es.
La costumbre de mi amiga me trajo a la memoria a un colega de universidad que tenía una fobia tremenda a las agujas, sangre y, en definitiva, cualquier fluido fisiológico. Tal era su fobia, que en una ocasión me dijo que prefería no saber cuándo yo, o alguna de sus amigas, tenía la regla porque “le daba cosilla”. Si no hubiera estudiado recientemente el asunto, no me atrevería a afirmar que a este colega mío seguro que su madre no le enseñó de pequeño la regla ni le explicó con naturalidad lo que era, tal y como hace mi amiga con su hijo.
Según explica la psicopatología, la mayoría de nuestras fobias son aprendidas y, más concretamente, aprendidas vicariamente, es decir, que no se derivan de una experiencia en primera persona, sino de la observación de las reacciones de un tercero ante el objeto de la fobia. Así es como nuestras reacciones y comportamientos van impactando en las personas de nuestro alrededor, especialmente en aquellas para quienes somos los principales modelos.
Pero no solo nuestras reacciones y lo que contamos es relevante. También con lo que dejamos de contar contribuimos a la construcción del mundo de nuestras criaturas. ¿Qué mensaje estamos transmitiendo cuando perpetuamos todos los tabúes relacionados con la maternidad y la fisiología femenina? ¿Qué relación van a establecer con su propio cuerpo estos niños y niñas?
Si sabemos que les fascinan los súper héroes y heroínas con mega poderes, ¿por qué no les contamos que precisamente la persona a quien más quieren tiene también un súper poder fascinante (pues todas lo tenemos): el súper poder de parir?
Fuente El Parto es Nuestro