En el discurso presente en los distintos medios de comunicación de masas, se presenta una imagen irreal de lo que allí se define como “la oposición venezolana”. Esto sucede en los tradicionales, como por ejemplo, la radio y la televisión, y en los emergentes, como son los portales que se sirven de la internet y las redes sociales; huéspedes insomnes de los teléfonos móviles. También pasa igual en foros como el recientemente realizado por una cámara de comercio e industria empresarial, que bastante resistencia ofreció cuando el presidente Hugo Chávez propuso e impulsó la reforma de la Ley Orgánica de Hidrocarburos; por allá en los albores de lo que va de siglo XXI.
Se habla de los distintos sectores que adversan no solo al Gobierno Nacional sino también a lo que se define generalmente como “Chavismo”, como si estos estuviesen agrupados en una misma plataforma, bloque, frente, movimiento o junta de condominio. Y aunque todos en este país sabemos que eso no es así, cuando algún “analista” se planta ante un micrófono, sucumbe tal vez a la ilusión, al inevitable deseo de complacer a una audiencia que prefiere que le mientan a enfrentarse con lo cierto. Pero además, pudiera explicarse este fenómeno de negación a la presencia de algún estímulo verde proveniente de la Casa Blanca; que obliga a respetar el guión escrito por aquellas latitudes.
Que más prueba de lo que arriba se señala, que las múltiples candidaturas surgidas como hongos en el bosque. Eso sí, en el escenario electoral de este año, hay una diversidad de aspirantes con el común denominador de la ausencia de propuestas que vayan más a allá de lo que en todos los países del mundo exige cualquier opositor: que salga el gobierno actual para darle espacio a quien quiere llegar al poder. Pero de eso que llaman programa de gobierno, nadie ha presentado nada. Ni los más consentidos de Trump, ni los mantenidos de Biden ni los que reciben lo suyo en secreto sea de Estados Unidos o de la Unión Europea.
Y esa falta de seriedad se refleja clarito en algunas de las declaraciones cabezahuecas de sus micro dirigentes. Para muestra ahí van dos botones: quienes gritaban “elecciones ya” ahora las quieren bien lejos, en diciembre, apelando a una especie de propiedad democrática del calendario Gregoriano. Eso es más que sospechoso. Lo mismo pasa con el asunto del diálogo. Quieren hablar; pero si hay de por medio un viajecito. Eso de conversar en este país de chusma no va con ellos. Habrá que recordarles que existe la tecnología que permite, estén donde estén, recibir las instrucciones de sus apuntadores radicados en el norte de este continente.