Joe Biden, quien se supone gobierna en Estados Unidos, ha decidido hacerse el Donald Trump. Mis fuentes de los servicios de inteligencia que hacen vida (encubierta, sin las excentricidades de un James Bond) en los pasillos de la Casa Blanca, del Pentágono y del Capitolio, me han sacado de dudas cuando les pregunté, mediante mensajes cifrados, por qué al papá de Hunter le dio por volver con su cántaro al agua con el tema de las sanciones; o mejor dicho de las medidas coercitivas unilaterales en contra del pueblo venezolano.
Al darse a conocer la decisión de ratificar la continuidad de la ya conocida práctica de piratería yanqui, inicialmente pensé que la misma tenía la intención de mejorar sus números frente a su rival electoral republicano. No hay que dejar de considerar el hecho de que Trump, con su vendetta a cuestas, cada día que pasa le saca más y más ventaja al mandatario en funciones; en la competencia cuya meta está fijada para el próximo 5 de noviembre, fecha en la que se espera sean electos los 538 miembros del Colegio Electoral, quienes en definitiva decidirán el nombre del presidente estadounidense para los cuatro años venideros. Toda una democracia protagónica y participativa en la cual el voto popular sirve solamente como referencia folklórica.
Pues bien, los amigos informantes furtivos me explicaron que, en este caso, eso de “piensa mal y acertarás” no vale. Pues las razones son mucho más sencillas. Joe, quien se pierde en los jardines de la residencia oficial, quien confunde las puertas del Salón Oval con las de las habitaciones que alquilaban los Clinton, quien ordena a Israel no atacar a Israel, ha comenzado a creer que él mismo no es él mismo, sino que es Donald. Y es por esa experiencia de metamorfosis psíquica es que se hace el rudo. Claro, en ese fenómeno influye también su deseo de permanecer en el cargo, porque ya está más que probado y comprobado que este señor de tonto no tiene nada.
Aunque Biden parezca perdido en el tiempo y el espacio, como ejemplo de sus habilidades están los negocios realizados en Ucrania por su hijo Hunter. Acerca de estos poco se habla, a pesar de que los mismos han merecido la investigación de parlamentarios norteamericanos. Y, aun así, su retoño, el de los videos escandalosos quien fue el operador de esta trama, anda por ahí sin mayores preocupaciones, ya que, evidentemente, cuenta con la protección de su papá.