Camina la gente agobiada por el calor. Las altas temperaturas registradas impactan aún más sobre las personas por efecto de ese fenómeno que los especialistas denominan sensación térmica. Y a pesar de los discursos ambientalistas que políticos de cualquier bando difunden por múltiples medios de comunicación en fechas especiales, como el día de la Pachamama, del ambiente, del agua, del aire, de los océanos, de los animales y de las plantas, poco se hace para impedir la tala indiscriminada e injustificada de árboles en la ciudad.
Hay estudios que indican que, dependiendo de la zona geográfica, en una urbe protegida por determinada cantidad de árboles y techos verdes en sus edificaciones, se registran entre 1 y 12 grados menos de calor que en calles o urbanizaciones desprovistas de los mismos. Pero aunque se enseña desde la escuela que estos seres vivos tienen más virtudes que defectos y más beneficios que males, se ha hecho costumbre torturarlos y acabar con su existencia sin que las Alcaldías, Gobernaciones, institutos y Ministerios hagan su trabajo, cumplan con las leyes y le pongan coto a estas acciones.
La humanidad se acaba a sí misma.
Motos y busetas
Nada justifica el caos sobre ruedas. Los motorizados civiles o uniformados tienen en común el irrespeto a las reglas y normas de seguridad. Sin placas, sin cascos, sin respeto por los demás. ¿Cuánto dinero le cuesta al Estado en vidas, hospitalización, operaciones, terapias, atención médica en general la cuantía de accidentes viales causados por la imprudencia en dos ruedas? ¿Resulta tan cuesta arriba hacer que se acate lo que la misma sociedad establece como principios de convivencia?
Y esto mismo vale para los conductores de transporte de público (más no transporte público pues el mismo es un negocio privado dominado por unos pocos) que se adueñan de las vías a su antojo, tratan mal a estudiantes y personas de la tercera edad y exigen pagos de tarifas atadas al comportamiento del dólar. Incluso crean, de la nada, improvisados terminales de pasajeros, supongo que sin la anuencia de las autoridades, que terminan en convertirse en puntos de atasco del tráfico, centros de comercio informal y fuentes de contaminación de los que nadie se hace cargo.