La semana pasada una empresa encuestadora indicó que Juan Guaidó mantiene 2 por ciento de aceptación entre potenciales votantes decididos a participar en las venideras elecciones presidenciales. Y aunque resulte curioso que aún pueda haber gente que de verdad crea en que el devaluado mesías opositor, otrora ungido por Donald Trump, tenga alguna capacidad para cualquier cosa, ese hecho también podría interpretarse como un verdadero avance sociológico, si consideramos entonces como un hecho positivo, la drástica caída del número de disociados que alguna vez fueron simpatizantes de semejante pelele.
La verdad es que Guaidó se ha convertido en un estorbo para todos los que promovieron su ficticio ascenso a un poder también imaginario. Grandes, medianos y pequeños medios de comunicación; artistas criollos y extranjeros; influencers, locutores, periodistas colegiados o no, políticos, presidentes y expresidentes. Un universo variopinto que tuvo en común denominador el odio hacia la Revolución Bolivariana y el amor por los billetes verdes y los euros, ahora no encuentran como maquillar su pasado.
Tal cosa le sucede al gobierno del presidente Joe Biden o a quien o quienes verdaderamente llevan las riendas en Estados Unidos. Y a pesar de los twitters que en ocasiones lanza al ciberespacio el autonombrado embajador yanqui con apellido de película infantil, la Casa Blanca se desmarca de a poco de su títere ocasional, y emite señales tibias acerca de lo que le vale el opaco exdiputado de Voluntad Popular y caído jefe de estado de Narnia.
Una de las últimas acciones que indican que la cosa va por donde se afirma en el párrafo anterior sucedió la semana pasada: la policía estadounidense le prohibió a una delegación de alegres viajeros opositores ingresar a las sedes diplomáticas que legalmente le pertenecen a la República Bolivariana de Venezuela, pero que le fueron arrebatadas a la nación con la anuencia de Trump.
Estados Unidos asumió el control temporal de la Embajada de Venezuela en su territorio tras la disolución del «Gobierno interino» encabezado por el opositor venezolano Juan Guaidó, al que Washington reconocía como presidente legítimo del país latinoamericano, explicó escuetamente una agencia de noticias. En esa información se agrega que la sede quedó bajo «custodia temporal”, amparándose en la Ley de Misiones Extranjeras y en la Convención de Viena, que obliga a «respetar y proteger» las instalaciones de las misiones diplomáticas suspendidas.
Moraleja tardía y reiterada para Guaidó: así paga el Diablo, además de ningunearte, te desahucia. Moraleja para la llamada comunidad internacional: no es nada seguro tener embajadas y consulados en Estados Unidos.